sábado, 7 de noviembre de 2020

Sombríos días

Hay días sin destinos,
sin carencias ni excesos,
sin penumbra ni lumbre,
que despiertan en las mañanas
decididos a desangrarse
en adioses y sombras,
entre fantasmas de mi ayer,
errando por los fondos tristes,
por el jardín sin flores,
y manchan mi retina
con el murmullo de las horas
que caen en goteos
como el agua de una llovizna pertinaz
colmatada en el haz
cóncavo de una hoja.

Hay días que no ambicionan mi sentimiento,
rechazan los recuerdos de mi juventud
y los ojos que besan;
ciclos que deberían extraviarse
en los espacios temporales de mi agobio,
desvanecerse por las nubes misteriosas
de mis anhelos infecundos,
y sucumbir en los abismos fatigados
de mi rutina.

Hay días absurdamente filosos,
como dispuestos con amenazante daga
sobre un cadáver. Días hienas
que jadean
por la carne de un alma a solas.

martes, 3 de noviembre de 2020

Juliano el apóstata



                                                                   Flavio Claudio Juliano: emperador romano (331 – 363)
  


Viendo que se corrompe el helenismo
en el surco feraz de la ignorancia,
donde el hebreo dios, con arrogancia,
vitales dioses hunde en el abismo.

Viendo que la entidad del paganismo,
del espíritu griego (aquella rancia
estirpe culta y ancestral) escancia
su verdad en el tosco cristianismo…,

descubre el fiel Juliano la caída
en el ultraje del heleno mundo,
indignado ante el dios aparecido.

Levanta el puño y con pasión convida
a salvar el olimpo moribundo:
«¡destruyamos el cielo clandestino!»

jueves, 29 de octubre de 2020

Expansión de la vida

Hay anhelo en las nubes
y regocijo en los pantanos.

Se pudre la hojarasca
y todo germina con mayor fuerza,
y retoña la vida
y sube por el aire
en las sendas y en las entrañas de los bosques.

Cada aurora acrecienta su memoria
en los abismos temporales,
y vamos desmontando
a sangre y muerte el infinito.

En el nido del hombre
vamos rompiendo el cascarón del huevo.


miércoles, 28 de octubre de 2020

La cama

Hoy percibí al destino olvidado de mí.
Por más que hasta la aurora le reclamo en mi cama
me niega de la gloria el justo frenesí,
y en mis húmedos leños no me enciende la llama.

Casi sin esperanza, febril, día tras día,
calladamente acepto en la agobiada noche
su corazón helado, su muda lejanía,
que con su cruel condena me llena de reproche.

De a poco está apagando mi ambición de avanzar;
cada vez es más negro el gris amanecer,
donde espero impaciente un poco de emoción.

Mas solo hallo el tedio, las ganas de matar
al hombre que no avanza, que no logra vencer,
que rehúye la cama empleando un bastón.

sábado, 24 de octubre de 2020

Risa de la muerte

Del poder que ostentaba orondamente,
malgastando el dinero del erario,
luciendo el oropel de funcionario
hasta en la alcoba de la amante ardiente;

y agraviando a la esposa transigente,
a los amigos desde Pedro a Mario,
pasó de caballero a vil corsario
al acabarse el oro bruscamente.

Sólo le queda hoy la fiel memoria
para ajustar el hilo de su historia
y lamentar el vuelco de la suerte.

Noche tras noche, en senectud beoda,
una taberna sucia le acomoda
frente a la risa helada de la muerte.







Liberación

Va llegando el momento
de irrespetar los vínculos sagrados.

Es tiempo de profanaciones,
de romper otras tablas, caer sobre el becerro
con los colmillos afilados.

Liberar las compuertas del gran dique
que contiene las quejas
irreverentes del espíritu;
y que se nublen en sus sueños baladíes
las calles de la abulia,
que la ciudad se vista de guirnaldas
de lucidos colores,
y que en cada crepúsculo agonice
la bestia que te invade.

Va llegando la dulce hora
del nacimiento de la luz,
de la tregua de todos los dolores,
del discreto equilibrio de tu espíritu,
vencedora
de la voracidad de los gusanos.



Pálidos muros

Qué lejos se encuentran aquellos muros
amarillos, pálidos de tristeza.
Qué imposible olvido. Días impuros
caminando con la gacha cabeza.

No entiendo por qué el rencor no domina
mi ser tanto tiempo vilipendiado;
ni cómo mi mente no dictamina 
la venganza atroz, el pérfido enfado.

Los recuerdos brotan libres, sin odio,
de aquellas imágenes infernales
—sonrisas grotescas, locos rituales—,

porque se volvió mi canto custodio
de mi fe curtida, y es la obertura
que repara años sin partitura.

domingo, 18 de octubre de 2020

La labor poética

Emprender una máxima estructura
para que en pleno afán de crecimiento,
agrietado su lírico cimiento,
se convierta en escombros, en basura.

Implorar por el aire que perdura
con suplicio de mártir sin aliento,
para sentir la tirria, el desaliento,
apenas alcanzado cierta altura.

Pináculo y abismo permanente,
umbrosas vías, débil certidumbre,
sueño para nutrir el entusiasmo.

Contienda entre el espíritu y la mente
ante el turbio espejismo de la cumbre.
Amasijo de ímpetu y marasmo.




viernes, 16 de octubre de 2020

Más acá de la dicha

Sigo aguardando, cada día,
la tregua de mi grito al final de la tarde;
y con mi tiempo en amoroso alarde,
la pausa del trajín verter en la empatía.

Pero el aire se ha vuelto enrarecido;
y la emoción —un lirio sin aroma—,
palpita en la carcoma
de un jardín con sus luces impregnadas de olvido.

Harto de persistir en el recuerdo
—regar el alma seca con lluvias del pasado—,
harto estoy de beber en su pausado
murmullo lo que ansío y lo que pierdo.

En cada albor me trae las venturas de atrás,
memoria de la dicha. Nada más.



martes, 13 de octubre de 2020

Postración ante la saña del sistema

Se acumulan las noches del desvelo
mientras juntas valor en la existencia,
porque andando en la dura penitencia
sucumbe poco a poco todo anhelo.

Ello implica seguir como aquel río
de lluvias, de corriente limitada;
ser espejo de aves que en bandada
raudas se alejan del tirano frío.

Hasta la carne el gólgota insufrible
mancillará con su corona fiera.
¿Acaso no basta con que se hiera
de tu ser el fragmento más sensible?

No te queda sino mirar la estrella
que lejos impertérrita destella.

sábado, 10 de octubre de 2020

La muerte en el caserón

En este retiro del viejo caserón,
entre cuatro paredes,
se va esfumando el mundo.
Desde que ella ha llegado.

Hoy es un domingo cualquiera.
La resolana del tórrido verano
embiste contra mí y contra mi perro
que dormita fiel a mi lado.

Se desvanecen las estancias
como detrás de mis recuerdos;
y en los altos rincones bajo techo,
al modo de otro paraíso oscuro,
—reino de las arañas—,
persiste ante mis ojos vacilantes
el infinito constelado.

¡Uy!, la luna matinal
emana fuera de su órbita;
parece que la vida
pende de la razón gravitatoria y última.

¿Soy acaso un guerrero moribundo?
Desde varias semanas ya
oigo su voz recalcitrante:
«admito la demora,
pero no cambio ya de parecer».

jueves, 8 de octubre de 2020

Una noche sin dormir

Desde el otro lado de las persianas,
donde las estrellas
son gemas lejanas y silenciosas,
llega una brisa leve
que recorre la casa y gira
con el soplo de los ventiladores,
mientras todos están durmiendo
con sus espíritus desnudos,
a excepción de mí.

Yo, aquí, solo, vigilante nocturno,
buscando tenderme en mí mismo,
arropo el sueño de mis seres queridos
que duermen confiados, lejos de sus ensueños,
y justifico mi naturaleza
y mi vigilia
leyendo y escribiendo hasta el amanecer.

martes, 6 de octubre de 2020

Quise escapar de la cárcel de tu amor

A tus pies, como un gato entre los flecos de la colcha de la cama,
debo pedirte comprensión. Mi voluntad de alejarme de ti
era solo un falso deseo, un pretenderme libre
de los grilletes de la convivencia, un pueril desafío
al convencionalismo.

Ahora que las noches se volvieron interminables
me reprocho con reprensiones a mi dios interno,
a mi desafortunada caída,
con gemidos callados,
con ansias de volver a ti. 

Lo hecho hecho está: el puñal de mi crimen
sigue en mi mano ensangrentada,
mientras observo en tu mirada la condena implacable,
sin clemencia ni olvido.

Allí estás, fría a mi remordimiento,
a mi ruego insistente de ser indultado;
allí estás con tu pequeña sonrisa cruel,
oculta en el silencio de las víctimas,
vociferando mi conducta equivocada.

Pasan los días. Agoniza la esperanza.
Noche tras noche sufro mi destierro.
No te alcanza que te prometa cielo, luna, estrellas.
Solo el gato se queja que le falta por las noches
el calor de mis pies.

domingo, 4 de octubre de 2020

Suprema conciencia

Aquellos muros martirizadores,
aparentemente insalvables en su época,
se encuentran hoy desmoronados;
y mi espíritu, libre en la vagancia,
recorre los lugares discurridos.

Redescubrir las frondas olvidadas
y caminar las huellas del ultraje,
siendo factible ahora
curiosear en cualesquiera
de los oscuros matorrales
que antes llamaban mi atención.

Hoy me atrevo a cazar
indiferente a los magníficos señuelos,
preservando riquezas del entorno,
y por siempre siervo de la leyes
de los humanos albedríos.

De nuevo inmerso en anchuroso mundo,
puedo disfrutar de la lluvia dócil,
del invierno sin nieve tras el ventanal,
de la noche en larga vigilia,
y extraer de estos éxtasis pequeños
los afeites, las pócimas, los bálsamos,
para paliar los azotes de aquella tiranía.

sábado, 26 de septiembre de 2020

Por amor

Óyeme, amor: a ti vengo a escribir
este poema de anhelantes versos,
sinceros y devotos, y de tersos
adjetivos que buscan redimir
las horas del rencor, desperdiciadas
en silencios intrusos, en vagar
las estancias vacías, y en penar
con los grillos las horas desoladas.

Porque ya no te rinde lo sangrante
que mi mirada vierte, porque exima
de culpa el alma al criminal confeso,
aquí viene a insistir mi voz amante,
desde esta lasitud en que lastima
el moribundo hábito del beso.



jueves, 17 de septiembre de 2020

Francisco de Aldana

He sufrido de ti, señor de Aldana,
de tu gran árbol, otra rama opuesta,
a pesar de su sombra sin respuesta
por su fugacidad y meta vana,
a pesar del hostil conocimiento
que marchita la flor de la existencia. . . :
la impotente penuria de la ciencia
en la silla curul del escarmiento.

Más allá de la búsqueda y sus daños,
sostengo sin los místicos engaños,
como virtud, la vanidad humana,
cuando alimenta en mi leal memoria
el rito que conduce a la victoria
del hombre sano: su soberbia sana. 

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Soledad de la sangre

En soledad tremenda, temerario y hambriento de coraje,
batiendo rumbos de orilla en orilla a lo largo del río,
por los senderos de la caza, demonios y depredadores,
a pie, descalzo, con sus propias armas, ajeno a los sistemas,
donde murmura el cielo a mil kilómetros del mar,
a doce mil kilómetros del mundo, contra la piel de luna derretida,
su voz de culantrillos, su verbo acústico y sonoro,
debajo de sus uñas, sobre los tallos duros de sus dedos…,
late en la tarde milenaria su sangre india en la cañada.

Solo con sus ojos de puma, con el agua y la abeja,
reconoce su voz de sonidos monteses, de sombra en la hondura del bosque;
recuerda un jazmín en la frente oscura, en el cabello oscuro.
Un lirio besa el agua en el remanso, en la espera infinita
donde el grito es memoria y es sombra de los siglos,
y el aire carga agónico sus pájaros migrantes, y el árbol llora
sus cruces deshojadas, la silenciosa resonancia de las piedras.

Solo y sin prisa, sin glorias de batallas, sin almanaque,
con la sola voz de la sangre que lo guía en la selva.

Y luego ya no está presente: se ha vuelto un canto en mi memoria,
un hombre antiguo de corazón deshabitado en el poso del día,
en la quietud sacramental de las orquídeas.

sábado, 5 de septiembre de 2020

El Sistema

Cada día te envía más señales
de su insensible desafecto:
te excluyó del rango en la bolsa de trabajo,
no te permite acceder a los créditos,
te hace sentir un extranjero en tu propio país,
no quiere renovarte la licencia de conducir,
con piedad te sonríe cuando observas a una mujer hermosa,
no te deja hablar en las reuniones sociales,
te prohibió terminantemente el alcohol y el tabaco,
ya no te quiere ver andando por las calles:
te regaló un hermoso sofá frente al televisor.

Poesía ausente

Siembra y cosecha de tu tiempo,
lozanas briznas que prorrumpen
de los parajes misteriosos y fecundos
de tu imaginación.

Oh, mágico sendero
—pasión de humanizados dioses—:
te esquiva ahora como una luciérnaga
que se aleja en cabriolas,
sin dejarte trasplantar en su fértil tierra
el árbol de hojas lúcidas
que ha hecho crear tu obstinación.

Anhelas la piedad
de sus soplos alentadores,
savia que aviva el espejismo azul
y la frondosidad de la quimera.

Cuánta razón tuvo tu espíritu
—a pesar de su serena sangría—
para seguirla
a través del vasto horizonte de los sueños.

Y cuánta más tendrá
cuando otra vez despiertes.

viernes, 4 de septiembre de 2020

Fuerzas interiores

Débilmente tu desazón amarras
apuntalando a puño tu existencia,
en reñidos combates de conciencia;
y con demonios fieros te desgarras
soportando el lenguaje irresponsable,
el humor inestable,
la falta de respeto,
la charla sin objeto,
el insomnio que el quebranto produce,
y que solo conduce
a la vigilia torpe y displicente
y a los ojos cansados de la mente.

Luchando con firmeza y esperanza
preparas tus pertrechos:
yelmo, coraza, escudo, lanza;
y ante los inminentes hechos,
arremetes en lucha carnicera
contra destino y suerte,
con sangre de pasión sincera,
el límite entre vida y muerte.

martes, 1 de septiembre de 2020

El paraíso perdido



Han regresado los verdaderos dioses
a implicarse de nuevo en mi destino
(hecho que me hace muy feliz),
con sus pasiones desenfrenadas,
con sus arrebatos de ira,
con sus antojos olímpicos
que casi siempre desembocan
en raptos de diosas con dueños.

Hoy, mi lamentable rutina se viste de infinito,
y se eleva hasta el cielorraso,
a la altura del ventilador de techo,
del mundo microbiano,
del acecho de las arañas,
aguardando la luz de la revelación.

Me despojo de toda fe prefabricada,
del crucifijo de mi madre
(«No lograrás la salvación, mi niño,
si sigues desafiando las celestes leyes,
si te niegas a seguir practicando la genuflexión»).

Luego del año treinta y tres
(aunque, históricamente, no se puede afirmar
que Jesús muriera a los treinta y tres),
y de Martín Lutero estableciendo el Cisma
por culpa de las inmorales indulgencias,
y de Lucrecia Borgia cometiendo sus santos crímenes
(por citar solo dos ejemplos),
prefiero regresar al paganismo,
volverme griego.

Volvieron los demonios-dioses
en mi inconsciencia sus razones a inyectar,
y se oye el canto del poeta
que suena como Píndaro en sus versos exaltados,
como Sófocles en su Edipo Rey,
como Safo en sus versos lujuriosos,
como ese cielo de emoción irrepetible,
de sabiduría divina,
de verdades eternas,
que nos llega de Homero.

Sin duda alguna y con mucho dolor
hemos perdido para siempre
aquellas bacanales del espíritu.

El tiempo de los besos no ha cesado

A Techi 


Es la mujer que amo y hoy evoco
y ennoblece mi espíritu.
Las dos palomas de sus pies cautivan
mientras vuelan hacia mis labios
con disimulo de su vanidad.
Largo tiempo de mi edad adulta
ha sido poetizar y recorrer con ella
las planicies del corazón,
y ha sido echarme con esquizofrenia
en los barrancos de su instinto.

He atrapado con sólo amarla
su voluntad —su predisposición
para empaparse conmigo bajo la lluvia—;
y en la penumbra de los años,
sigue brindándome incansable
los tibios labios ebrios de su total amor.

Es ideal su risa para el acicate
de este poema de amor que no muere;
y lamento no haberla conocido
en nuestra adolescencia,
donde la hubiese divinizado
con más intensa convicción de un juramento,
y la hubiera convertido en un cuerpo
exquisitamente desnudo.

El otro día me afligí
desconsoladamente,
con rabia, con egoísmo, con vacío existencial,
cuando soñé que la perdí.
En la impaciente madrugada,
con el pensamiento empapado,
la recuperé lentamente de mi pesadilla,
librándola de mis falsas cadenas.

A pesar de que el tiempo todo lo borra
con su difusa barredera,
van cayendo con el viento de otoño los recuerdos;
mientras, tomado de su mano,
camino por la senda donde es verdad la vida.

viernes, 28 de agosto de 2020

Mutación

Sube las escaleras sin cansarse;
y siempre que le dices:
«¡párate!», él se para;
le dices: «bueno, ¡basta!»,
y él deja de entablar conversación.

Tu cerebro, algún día,
será implantado en él.
Entonces cumplirás
tus propias órdenes.

domingo, 23 de agosto de 2020

La lumbre débil

En la fogata del recuerdo
sigue ardiendo hasta hoy la pasión que ennoblece,
y minuto a minuto va devorando el tiempo
su pálido fulgor.
Como en la cárcel,
saltea el muro débil de tu pecho
el eco de su palpitar.

Para el deleite del olvido,
en vano intentas lanzar nuevas miradas
hacia aquella cima de luz
y de aires puros de la vida.

¡Ay, intocable altura!
Hoy has perdido
la paz del solitario
que casi siempre te habitaba.
¡Sube, espíritu mío! ¡Hazte fuerte
como el brazo del antiguo remero!

No dejes que en la noche,
en la penumbra triste,
el viento del desánimo
azote con su vil extremaunción
la moribunda llama de la altura.

jueves, 20 de agosto de 2020

Desde mi angustia existencial

Cuando el futuro
se arroja sobre mi conciencia frágil 
y me asedia en el lecho, después de medianoche,
empiezo a batallar
con mis demonios caras de ángeles.

(Esta visión destrozaría
el alma más robusta;
el de un sepulturero, por ejemplo).

Cuando la vida suelta sus amarras
y me muestra el mar invisible, 
el mar del infinito que se mece,
sé que emprendo una torpe fuga:
la ingenua travesía hacia el naufragio.


sábado, 15 de agosto de 2020

Aves sublimes

Mediante la poesía llegar a lo desconocido. (Arthur Rimbaud) 


Agoto mucho tiempo de mi vida
escribiendo poemas
que nunca logro concluir,
curioseando por lugares misteriosos
donde me ofrecen tragos seductores de silencio
y me indican que puedo suspender mi tarea
cuando quisiese,
que puedo trasnochar inmune
a los sentimientos de culpa.

Cuando busco volver de mi aventura,
a nadie le molesta mi regreso
a esta porción de mi existencia
donde constato que nada más necesito
para seguir discurriendo los versos
que van agotando mi vida.

Al acostarme se cierran mis párpados
por vencerme cansancio y embriaguez;
los seres de los lugares desconocidos
(genuinos duendes de la poesía)
se muestran sobre mi mesa de luz,
y en mi entresueño declaman emocionantes versos
que salen uno tras otro volando al infinito
como sublimes aves en eterna emigración.

domingo, 9 de agosto de 2020

El viaje hacia la meta

¿De qué modo llegaste hasta esta posta,
y de qué modo buscas proseguir
para alcanzar tu meta?
¿Acaso no se nota en tus facciones,
en el espanto de tu rostro,
terriblemente, la anarquía de tu empeño?

El desierto de tu pasado ha hecho arenas
de tus antiguas resonancias,
de la tierra donde amabas vivir,
de los vertiginosos días,
de todo lo vivido.

Era el futuro más arrebujado que el presente,
pero habitas hoy el presente sin necesidad de futuro.
Seguir la lucha es tu apetito.
Aunque tu hambre ha luchado ya todas las guerras, 
no dejas de buscar el sitio exacto
donde los dioses piensan celebrar la cena opípara.

Has llegado hasta aquí casi como lo imaginaste:
sin euforia ni desaliento, con la humana memoria que te queda
para atrapar los espejismos que te huyen,
para reconstruir las ruinas de tus sueños,
para hincarte en la arena de su calcinado desierto
y así reconciliarte con el severo olvido.

No debería ser la vida tan inapelable al mostrar su erosión,
pero prescindes desde aquí y ahora de brújula y sendero.
Cabalgarás la ruta de la estrella que aún titila
en el oscuro cielo de tu espíritu.
Y más que nunca prometes nutrir tu convicción.

jueves, 6 de agosto de 2020

Nuestro amado cadáver

Casi todas las noches errábamos por los suburbios
recorriendo barrios, cuadra tras cuadra:
viejos enjutos con cigarros en sus sillas de mimbre,
furiosos perros para un inminente ataque,
ansiosas chicas de bellas sonrisas, con guiños,
encantadores cuerpos exhibiéndose sobre las veredas.
El mundo cooperaba para que los paseos fuesen
carentes de peligros y gratos de emoción.
Las noches eran libres. Las estrellas se reflejaban
en las piedras tranquilas de la calle. El basalto negruzco.
(¡Qué libres éramos sobre esas piedras!)
Entonces, un mal día, la señora Conciencia se anunció:
la formalidad había llegado —aunque seguíamos juntándonos
los más amigos, y por las noches a cada tanto nos reuníamos
para jugar al póker o a los dados, beber unas cervezas y reír.
Luego, el juego definitivamente terminó.
Cada quien con su vida nos fuimos a formar parejas,
llegaron los retoños y más impenetrable se volvió el mundo.
Nuestros destinos no podían ya cruzarse, y el resplandor
del verano se hizo tenue como nuestra pasión apaciguada.
Nos quedamos muy solos, sin amigos.
No obstante, todo el tiempo, pegaron vuelo las palabras,
insistiendo las alas en encender las sílabas, los verbos.
A dos cuadras, la iglesia; a media, el almacén.
El gallo de la madrugada. El caco audaz
que nos dejó petrificados mientras le robaba al vecino.
Nunca cesaron de afirmarse en la memoria los recuerdos.
Abandonamos aquél mundo donde vivimos todo su presente.
Hoy poseemos otro, de algún modo quizás más apacible,
con menos desencantos de languidez existencial,
pero hay algo irreemplazable que dejamos allá a lo lejos:
nuestro amado cadáver que nos negamos a enterrar.

martes, 4 de agosto de 2020

Hombres sin destino

Estuve en un lugar
donde el orgullo y la pasión
eran considerados repugnantes gusanos del espíritu;
y por ende, querido o no,
picoteados por los cuervos blancos
que devoraban la imaginación día tras día.

Los pasos que se daban
parecían interminables círculos de noria
que desnudaban todo tipo de locura
y hacían refunfuñar a las almas rotas
—aún siguen dándose hoy en el recuerdo;
aún persiste el ánimo de huir,
aunque muy pocos lo han logrado.

Sitio ideal
para la conciencia acallada, para los tristes
que buscan los paseos solitarios
al aire libre, la lectura de la Biblia,
el soliloquio;
para los que resisten la lluvia en la memoria:
la añoranza,
los planes sin futuro.

lunes, 27 de julio de 2020

Cuarentena


¿Qué haces con tu tiempo todo el tiempo?
¿Qué haces en la casa todo el tiempo,
con la guitarra, con el celular,
con los libros desempolvados,
frente al televisor,
acostado, parado, sentado tecleando,
yéndote al baño, a la cocina,
discutiendo por nimiedades,
sin pensar el pasado ni el futuro, inmune a la melancolía,
cruzando de este mundo a otro mundo,
del abismo a las nubes,
de la probidad a la infamia,
del entusiasmo a la carencia de propósitos?

¿Qué sufres en tus sueños? 
¿Qué le ha pasado a tu pasión?
¿Qué aventuras sonoras has enmudecido?
¿De dónde te ha llegado el afán del sabueso
para el rastreo de tu nombre,
para  asumir los rostros de tus máscaras?

Sé que te encuentras páramo abatido
descubriendo alegrías viejas debajo de tus expresiones,
alegrías ajenas a tu espejo,
dichas-ríos llevando lo que eras
y hoy ejercen pesada impavidez;
costumbre que calienta, mañana tras mañana,
la cocina a gas para el mate,
apaga el aire frío y el ventilador
y abre las ventanas para los rayos del sol sobre tu cama.

¡A girar por la casa. Vamos, vamos!,
a dar vueltas y vueltas por el patio,
a existir solo a cada tanto callado en las palabras,
siguiendo la intuición (filosa idea que corta el sí mismo),
entre trampas tendidas a lo ya asimilado,
extinguiendo esperanzas de encontrar
la paciencia infinita,
el danzante cuello del cisne,
ese cuerpo de sombra que asoma en la memoria
y que intencionalmente recuerda el fin de nuestra suerte.

Si fuera un hombre libre, les ahorraría la carga
de seguir monitoreando mi ostracismo;
y sin mucho pensarlo, sin cuestionar a qué juego jugamos,
ensalzaría a esos héroes que luchan en medio de cadáveres.

sábado, 25 de julio de 2020

Confrontación con el tiempo

En solitario
(como equivale hacerlo un hombre),
afronto la embestida de las horas,
el gusano que acecha
(quizá en el barro, de momento,
y no en la sangre, todavía)
como el buitre en el páramo.

Sufro la mala compañía del silencio,
la blanca oscuridad de cada aurora
en esta senda enmarañada,
en este caminar 
sobre la espalda desnuda del destino,
en este duro beso de la madrugada.

Apremiado por ver llegar
la tea de los juegos
que iniciará la justa olímpica,
acallo el ansia de correr la maratón
sabiendo que los dioses
untaron mi carril de aceite. 


miércoles, 22 de julio de 2020

El recolector de latas vacías de cerveza

Hoy tuve un encuentro con Juan, el recolector de latas
vacías de cerveza, en la villa miseria donde vive.
Fui invitado por él luego de mi insistente curiosidad
por conocerlo, estando una madrugada en el centro de la ciudad,
donde él se había arrastrado toda la noche recolectando
y yo me encontraba curioseando a pie con mi amada Marion.
Tomamos el mate de la misma bombilla (le gustó mi gesto:
el no sentir asco de sus dientes amarillos –le faltaban dos).
Él se mostró afable, con sueños de grandeza todavía
y la esperanza de saltar al polo opuesto de su realidad
y abandonar la soledad absoluta de los desheredados.
«No quiero ser rico, pero quiero vivir bien», filosofó.
Luego expuso que 75 latas vacías de cerveza pesan un kilo
y que su importe alcanza para una lata de sardina.
Su mujer lo abandonó porque en medio de tanta miseria
y vino barato era imposible mantener el fuego de la pasión.
De vez en cuando, ella venía a reclamar la manutención
para los dos hijos que trajeron al mundo. Vociferaba
cuando el pobre Juan no lograba juntar la mensualidad:
«Irás a la cárcel si vuelves a decirme que no tienes la cuota».
«Es así --le dije--: hoy en día los jueces protegen a los niños,
muy presionados por la sociedad. Temen aceptar coimas».

Aprendí a hablar su lengua, sus giros idiomáticos, sus ambiguas
expresiones, su necesidad de mancillar la opulencia, de odiar a los ricos.
Me enseñó la anarquía, la lucha contra los dueños del poder,
a saber llevar los andrajos y los panfletos izquierdistas
para extorsionar al gobierno y mamar a cada par de meses
de la teta del capitalismo salvaje (siempre reacio a la generosidad
social: «¡que trabajen, carajo, esta manga de haraganes!»).
Cuando me preguntó que hacía yo en la vida, concretamente,
y le respondí que era poeta, que escribía versos, que buscaba
la verdad y la belleza con el espíritu predispuesto a la emoción,
se le iluminó el rostro y la mirada. «¡Eres un poeta!», exclamó,
y empezó a reír con desembozo, con ganas, con ánimo renovado.
Estoy seguro de haber leído con nitidez el mensaje que trasmitía
aquella mirada ya acuosa por la revelación de compararme.
Trataba de esconder su alegría. No quería decírmelo, pero
su miraba lo decía: «Este pobre hombre, este muerto de hambre
es más digno de compasión que yo». Evidentemente, Juan
consideraba mi vida más miserable que la suya. Blandía su jactancia.

martes, 21 de julio de 2020

Recuerdo de un amor que fue muriendo

Del corazón profundo del pasado
exhuma, a veces, cierto edén de flores
la memoria, y se impregna de colores
en un difuso círculo cerrado.

Vivo el aroma y el aliento amado,
las pupilas de azules resplandores,
las caricias, los labios tentadores
en mi deseo trunco, derrotado.

Y en la metamorfosis de los años,
son sus brazos abiertos hoy, extraños
símbolos de mi dicha y mis enojos.

Sé que es muy tarde y sé que me arrepiento
de haber dilapidado aquel momento.
También, que me resigno a los despojos.



domingo, 19 de julio de 2020

Las ventanas cerradas

Cerrarás tus ventanas, tu congoja,
tu mente, bebedor del río seco,
estoico árbol de perdidas hojas
meciéndose en el mudo acatamiento.

Hastiado de la brisa del silencio,
espuma negra de insistentes olas,
áridas nubes, noche sin sosiego,
te pierdes en el sol de cada aurora.

El humo del tabaco en la mazmorra
busca su esfera, su profundo cielo,
en el constante silbo de sus orlas,
en la repetición del pensamiento.

Cerrarás tus ventanas hoy, recluso,
para dormir sin rejas y sin muros.

viernes, 17 de julio de 2020

Anónimo de la noche infinita

¿Qué soy aquí en este sombrío cuarto?:
¿una sombra que yace en el futuro
en un soneto lánguido e impuro
con el hastío inmóvil de un lagarto?

¿Por qué persiste el alma en su negrura
con miserable luz? ¿Por qué las rosas
ruegan eternidad sobre las losas
mientras resignan tinte y hermosura?

En estas horas de combate pierdo
la memoria y me pierdo sin espada
hacia la paz de alguna madrugada.

Y es tan duro el dolor que no recuerdo
si estoy herido y sangro con derroche,
si existe amanecer para esta noche.






miércoles, 15 de julio de 2020

Efímeras coronas

Tras acoso de meses en disputa,
sobre la tierra húmeda de horrores
y la sangre del bárbaro guerrero,
el soberbio señor feudal disfruta
entre los ebrios gritos vencedores
con dulce vino y carne de cordero.
En el trono del castillo, alborozado,
besa la gloria del reino conquistado.

La última batalla, encarnizada,
ciega en odio ancestral y en ciega ira,
fue grande en impiedad y desatino.
Hades, el dios de risa congelada,
espera con paciencia al que suspira
envuelto ya en los brazos del destino.
Los otros que escaparon de la muerte
esperan maniatados otra suerte.

Inmersos en orgiásticos festejos,
resuenan las canciones, los bullicios
y danzas de frenéticas mujeres.
Retirados, los niños y los viejos,
aplauden los desbordes y los vicios
mientras, Ares, impúdico requiere
las enemigas hembras y los siervos,
cadáveres al hambre de los cuervos.

Abatidos los cuerpos, y agotado
por la orgía y el sueño ya cumplido
mira el señor feudal en tanto dice:
«Tras lucha cruel hemos triunfado,
aunque pronto caerán en el olvido
renombre y gloria que mi Dios bendice.
¿En cuánto tiempo algún otro señor
vendrá a hurtarme el cetro triunfador?»


martes, 14 de julio de 2020

Calma peligrosa

En singladura, la pasión herida
se oscurece de inútiles tormentos,
en el confín doloroso del alma,
mientras se parte el cofre del recuerdo.

Avergonzado de perder la brújula
y la emoción, confundido el aliento,
soporto el duro cruce de los mares
con la esperanza de avistar tu puerto.

Y sufro el frío y callo tu abandono, 
la angustia de encontrarme mar adentro
en noche extrema de rugientes olas.

En soledad, donde afirmo mi apego
a la cadencia antigua de tu danza,
clamo tu amor en el sombrío piélago.



lunes, 13 de julio de 2020

Acaso la nada

Acaso en el inicio de tu meta
tus ímpetus le dieron al destino
un rumbo cierto, un lúcido camino
que conduce al laurel del buen poeta.

Acaso en la avidez de hallar el canto
que registra verdades de la vida
notaras que, además de la partida,
es la quimérica canción tu espanto.

Presumes en tu nítida conciencia
haber hecho lo digno, lo correcto,
y maldices la infamia del trayecto,
pues la gloria alejó de tu existencia.

Noche tras noche, sobre tu almohada,
esbozas la canción desesperada.

viernes, 10 de julio de 2020

Razonando sobre el instinto


Para encontrar la voz del mudo instinto
uno debe encontrarse al borde de la suerte
y usar potentes microscopios
de la imaginación,
liberar las compuertas del desorden mental,
de las palabras que hacen enrojecer los labios
y ejercen el dominio sobre el ansioso espíritu.

No dejar que la muerte, ni la vejez, ni el llanto,
ni el recuerdo nostálgico de un deslumbrante amor,
formen parte primera de la génesis.
No imaginar el mueble donde guardan
los rudimentos de la disciplina.
Nunca envalentonarse como héroes,
y nunca maltratar al propio ser.

Para encontrar la senda a la cascada
los pasos deben ser elevados, danzantes,
como en un éxodo hacia el aire húmedo de la belleza,
hacia el agua que caerá sobre la piel desnuda
y enfocará la brisa hacia el torso mojado,
alejado lo más que se pueda de la melancolía,
del pánico bastardo ante la luz real.

Y seguir las huellas de los sedientos.


miércoles, 8 de julio de 2020

Vacilación en el eje del silencio

Poeta: tarde o temprano, más allá de tu muerte física, 
serás silencio eterno.

No sé si deba mantener
en lo alto el puño de poetizar
ante el acoso paulatino del adiós
en su sentencia inapelable de callarme.

O si soltar los cancerberos
atados a los muros de mi espíritu,
a que me coman los nonatos poemas
en una forma noble de suicidio.

O si arrancarme los colgajos de la ruina
con los dientes de la palabra inútil,
y la boca esputando
los versos fáciles.

No sé si deba
seguir buscando las metáforas ocultas,
o de antemano hincarme ya
ante la indefectible victoria del olvido.


lunes, 6 de julio de 2020

Oración de Leónidas en las Termópilas

Oh, héroes gloriosos; oh, venerados muertos
de sangrientas hazañas en la historia,
que en columnas de pájaros triunfantes
apuntáis vuestras alas al sin final del mundo.

Semidioses homéricos,
bellas fieras de siglos ancestrales,
intrépidos guerreros solazándoos
en los jardines de la eternidad.

Apoderaos hoy de mi oprimido espíritu,
llenad de ira mis fervientes ojos,
y contagiadme vuestro mítico coraje
para rugir ante la espada del destino.


domingo, 5 de julio de 2020

Carcoma de la pasión de vivir

Ópalo girasol, entonces fuego.
La vida muda en flébil amarillo
aquel tono carmín, glamour y brillo,
playa y mar del amante veraniego.

Mustia la gema en cándido sosiego,
un día se desprende del anillo,
y como ágata que esconde al grillo
vive entre rosas de un jardín sin riego.

Si la pasión acabará vencida
con su áspera piel de cicatrices,
gris en la senectud, negra en la muerte,

¿con qué designio cúbrenos la vida
de tan torpes y pálidos matices
el ardiente vigor, el rojo fuerte?


sábado, 4 de julio de 2020

La lluvia infinita

La lluvia infinita    

Es imposible detener la lluvia de este día,

la ola de la tarde se ha batido contra las piedras,
los pájaros saludan con sus trinos de adiós entre las hojas,
sólo mi voz se hace ilusorio silencio, habita en el sigilo,
se resiste, se pierde, se desdobla en horizontes fósiles.

Estoy insatisfecho de mi valentía, 
me acosa el armisticio frágil
con los demonios insolentes, y no hallo
mi espada desasida en la refriega.

Esta es una confesión impropia: me culpo siempre
de la muerte de tantos dioses, como si de sus restos ascendiera
un bosque inasequible, y en honda contrición perseverase
esa maldita duda de haber burlado nuestros ritos. 

Que los dioses me absuelvan por quebrantar la intimidad del cielo,
sólo quise concluir mi historia
sin cargar los pesados cuerpos sin espíritus,
sólo quise dejar bajo las piedras mis dudas mitológicas
y remar hacia una isla sin nombre.

No se detiene.
Choca contra las piedras,
contra las luces de la luna.

jueves, 2 de julio de 2020

He decidido perderte


Desde un tiempo sonríes con los labios mordidos
y llegas a la casa con olor a futuro.
Al desvestirte olvidas
en el perchero tus anécdotas.

Quise, por un minuto, suicidar
la musa de mi espíritu,
reponer las baldosas
desprendidas de nuestro acceso,
y al irrumpir la noche
correr a la cerveza que enfriaste,
pretendiendo salvar
el adarme de amor obsesionado.

En el jardín tan sólo resta
mudar los crisantemos frente a la magnolia
y al lado de los lirios, pero perdió el cristal
de color mi retina, ahora
ve las flores en blanco y negro.

Abatido,
anoche decidí perderte.

Mis cosas
—los textos esparcidos, la guitarra, el ordenador—,
no las toques.

Probablemente, en el vestíbulo,
con muy pocas palabras me retengas.

miércoles, 1 de julio de 2020

Dormir bajo las alas muertas

Salí del cuarto sin hablarle,
ella se hallaba ya dormida.

Narraba la televisión
una historia de amor y de guerra de los mongoles.

Me detuve en el patio de una noche esteparia,
de soledad de libro abierto,
reclamando a los dioses del destino
una aldea más próxima a su anhelo.

Los días, las felices anécdotas
de la pasión remota, ¡ay!,
«las palabras no vuelan ya su risa,
no emprenden ya sus labios».

Cuando regresé al cuarto, ella seguía agua
en el curso del sueño,
ajena a los combates del mongol.

Mi desvelo se encuentra en lo perdido.
Una noche más me descamo en el epílogo
de una fatal historia de pasión.


martes, 30 de junio de 2020

La luna blanca

La luna blanca,
como tus manos en la noche tibia,
lentamente resbala sobre el cielo de mi insomnio.

Yo, pájaro, me quedo contemplando
desde mi rama descubierta,
sobre el silencio del jardín, sobre tus pétalos cerrados,
las luces de la dicha
que van fluyendo frente a mis lejanos ojos.

Cae su cabellera antigua
sobre mi pecho,
sus látigos de luz sobre mi piel.

A cada instante se descubre más blanca,
como aquel cuerpo tuyo ardiente de deseo
donde me demoraba entre tus brazos vegetales
(árbol suicida yo, bosque encendido tú).

La luna blanca me recuerda el mundo
cuando abrías la puerta
segundos antes del amanecer,
paisaje de común abismo
donde van a parar sudores y jadeos.

Era, entonces, la muerte un canto sosegado,
una amenaza inofensiva
sobre la vida perdurable,
sobre tus labios, sobre mi boca hambrienta.

Y eran los tenues rayos de la luna blanca
benévolos puñales de futuro.



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