sábado, 4 de julio de 2020

La lluvia infinita

La lluvia infinita    

Es imposible detener la lluvia de este día,

la ola de la tarde se ha batido contra las piedras,
los pájaros saludan con sus trinos de adiós entre las hojas,
sólo mi voz se hace ilusorio silencio, habita en el sigilo,
se resiste, se pierde, se desdobla en horizontes fósiles.

Estoy insatisfecho de mi valentía, 
me acosa el armisticio frágil
con los demonios insolentes, y no hallo
mi espada desasida en la refriega.

Esta es una confesión impropia: me culpo siempre
de la muerte de tantos dioses, como si de sus restos ascendiera
un bosque inasequible, y en honda contrición perseverase
esa maldita duda de haber burlado nuestros ritos. 

Que los dioses me absuelvan por quebrantar la intimidad del cielo,
sólo quise concluir mi historia
sin cargar los pesados cuerpos sin espíritus,
sólo quise dejar bajo las piedras mis dudas mitológicas
y remar hacia una isla sin nombre.

No se detiene.
Choca contra las piedras,
contra las luces de la luna.

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