La lluvia infinita
Es imposible detener la lluvia de este día,
la ola de la tarde se ha batido contra las piedras,los pájaros saludan con
sus trinos de adiós entre las hojas,
sólo mi voz se hace
ilusorio silencio, habita en el sigilo,
se resiste, se pierde, se
desdobla en horizontes fósiles.
Estoy insatisfecho de mi
valentía,
me acosa el armisticio
frágil
con los demonios
insolentes, y no hallo
mi espada desasida en la
refriega.
Esta es una confesión impropia: me culpo siempre
de la muerte de tantos
dioses, como si de sus restos ascendiera
un bosque inasequible, y
en honda contrición perseverase
esa maldita duda de haber
burlado nuestros ritos.
Que los dioses me
absuelvan por quebrantar la intimidad del cielo,
sólo quise concluir mi
historia
sin cargar los pesados
cuerpos sin espíritus,
sólo quise dejar bajo las
piedras mis dudas mitológicas
y remar hacia una isla
sin nombre.
No se detiene.
Choca contra las piedras,
contra las luces de la
luna.
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