martes, 23 de agosto de 2022

La estructura


                                                     A Jerónimo Muñoz

Eres una estructura ya perfecta,
un ser perfectamente estructurado,
sobre cimiento duro levantado,
una torre soberbiamente recta.

Pero tus hierros sienten la imperfecta
índole con que el tiempo te ha marcado
luego de haberte altísimo elevado;
aunque, por suerte, nadie lo detecta.

Continuará causando admiración
la majestuosidad edificada,
y el mundo loará con emoción
ante cada tormenta superada.

Mas, solo tú sabrás que tu grandeza
no aspira excelsitud sino belleza

lunes, 22 de agosto de 2022

Sé quién es el hombre que me habita


Una insondable oscuridad impera a veces
en mi garganta,
y no descubro los acentos
ni siquiera para imprecar contra la infamia de mi estado.

Tanta vida con nuevas resonancias, y pareciera que sigo recluido
dentro de una caparazón de agitados silencios,
como si el mundo fuese a acabarse mañana,
como si la mudez fuese agonía última.

Numerosos destinos están truncos,
y yo estoy entregado a una marcha
cuya única virtud es la macabra precisión de los pasos.

Aunque amo todavía, ya no detento el aura del amante.
Aunque vivo en familia,
huelo a la soledad de un campo arado.

domingo, 21 de agosto de 2022

Voz eterna

En soledad, con entusiasmo frío,
eterniza su voz en la porfía,
pobre rana croando todo el día
su acento áspero, sin luz, sin brío.
Y oyéndose en el bronce del estío
maldice en su tenor la melodía,
aquel lamento triste en afonía:
«La música es la gloria del vacío
que nace en la región de los desvelos
y surca como pájaros ansiosos,
sostenidos por alas resistentes,
hacia la altura y brisa de los cielos,
como susurros de ángeles virtuosos
cantando en las escalas ascendentes».

viernes, 19 de agosto de 2022

Esclavo y liberto

Claro que puedo yo
cortarte las cadenas
y lavarte las llagas
provocadas por ellas.

Pero ha brotado en mí
una duda temprana
en cuanto a la actitud
de tu persona esclava:

¿acaso no estaré
buscando liberar
a quien en el futuro
me querrá encadenar?

jueves, 18 de agosto de 2022

Horas muertas

Cae la tarde opaca, y lentamente
hacia el hogar los pasos encamino;
un vago decaer que no domino
va ganando mi espíritu indolente.

La garúa que baña fríamente
las casas y las piedras del camino,
y en el callar del melodioso trino
cubre con una bruma opalescente
la inmensidad del cielo encapotado,
moja también mi transitar interno.

Porque al caer la tarde de este invierno
es la meta el edén de un dios cansado;
la vigilia, de un ángel amarrado;
y el tiempo, tiranía del infierno.


miércoles, 17 de agosto de 2022

La construcción del muro

    “¡Basta ya! La palabra es un ladrillo. ¿Me oísteis?” León Felipe.


Mañana alcanzarás en el empeño 
de levantar el imponente muro,
más allá de los límites del sueño,
la visión del edénico futuro,                   

armonizando arpegios de guitarra,
trinando sobre rígidos esquemas,
liberado de injurias, de anatemas,
y del trato vulgar que te desgarra.

Ágilmente, la plástica argamasa,
irá creciendo hasta encender la umbría
hora del dios que niega simpatía
al hacedor de la estructura y masa;

al mortal noble que jamás se atrasa
en elevar su ofrenda escrupulosa,
pese a que sea escasa y azarosa,
en el sediento páramo la caza.

Cuando con suma rapidez, el muro
se eleve hasta la altura no esperada
por los fracasos, ganarás el puro
aire de libertad y gloria alada;

y hollarás desde lo alto la gregaria
y gris costumbre del insecto humano:
la socarronería del cristiano
y el petulante idealismo paria.

¡Basta! En la infancia, malicioso daño
haz recibido de los monasterios,
con sus odiosas loas al rebaño,
que hoy prefieres las dudas, los misterios.

Te han dicho que la mole construida,
por causa de impensados accidentes
propiciados por traicioneras gentes,
puede ceder cimiento y ser destruida;

y en ese caso, el corazón y todo
el esfuerzo: tesón, brío y coraje,
se hundirán en el repugnante lodo
del imposible orden que lo ataje.

Es una posibilidad muy fuerte,
pues no desconocemos lo siniestros
que son los enemigos, y cuán diestros
se muestran en aniquilar la suerte

del hombre luchador, del paradigma
en levantar el firme y elevado
muro; mas, no te sientas abrumado,
porque tu voluntad guarda su estigma.

No eres ajeno a las dificultades
que presenta la construcción de muros,
pues cada quien expone sus oscuros
análisis y mil contrariedades.

Mas, pese a la amenaza de los males,
la obra que principias a entrever,
no podrán los demonios detener,
aunque antepongan armas demenciales.

Dejarás, en extremo, tus jardines:
la poda del rosal policromado
y de aquel crisantemo descuidado,
pues son en tu labor futuros fines.

Seguirás trabajando con la piedra,
exento del espíritu remiso,
con firme y duradero compromiso,
como el tesón de la sufrida hiedra.

Y con finas molduras de acabado
tu trabajo darás por concluido,
tu esfuerzo inagotable por pagado,
y tu existir contento por vivido.

Y cada mano tuya que levanta
un ladrillo, reviste la manera
de requerirle a Dios y a la Quimera
el grito triunfador de tu garganta.



martes, 16 de agosto de 2022

La peste




Acosado por seres pestilentes
que acechan mi vivienda y mis ensueños,
en las trincheras de las madrugadas
con afán busco mi fumigador.

Luego de respirar los puros campos
y los límpidos bosques y arroyuelos,
por causa de un clamor civilizado,
hoy estoy combatiendo con la peste.

Me agobia soportar tantos embates.
Son muchos y porfiados y sañudos.
Nunca descansarán hasta que el alma
acalle su canción existencial.

¿Encontraré el lenguaje poderoso
que convenza: «matándome se matan»?

lunes, 15 de agosto de 2022

Las infinitas muertes

Los múltiples destinos que pudiste
haber andado: las posibles vidas
engendradas de un mismo nacimiento,
implican también muertes infinitas.

Son muertes que serán y que se dieron;
y en el tiempo dibujan las distintas
ramas, aquellos múltiples vestigios
de metas azarosas y perdidas.

La muerte física, que no es la última,
es también nada en la conciencia tímida:
un haz de luz de rayos infinitos.

Sorprende que entre tantas inequívocas
muertes, sigas esquivando el fin
en cada instante de tu larga vida.



domingo, 14 de agosto de 2022

Tañe la campana

Tañidos de campana, tañidos que te sueñan,
que tocan al olvido y a mi nostalgia tocan.

Reino de ayer perdido que en la noche repica
y escucho destronado mi soledad en sombra.

Cuánto quisiera el cielo me restaure tu amor,
y fulgure de nuevo para encender sus blondas.

Y de nuevo la dicha me aprisione callada,
y en la noche infinita acumule sus horas.

Y danzando repase en su manto tus ojos
que se hicieron estrellas en mi oscura memoria.

Tañidos por tu ausencia, atroz, irrazonable,
en duros sones rotos como lágrimas rotas.

Ya no esperas que atisbe tu corazón oculto,
tu amor desenfrenado y tu alegría loca,

la sellada razón de aquella complacencia
que infundía delirios bajo tupidas frondas,

llenándonos de trinos los árboles del día
por la ventana abierta de tu feliz alcoba.

Cantaba alegre el ave el canto de los cielos,
y cantaba en mi boca el himno de tu boca.

Mientras sigue en la noche tañendo la campana,
evoco nuestra dicha y en mi jardín tu rosa.

El señor que no se moría



    Don Gregorio está sentado en su sillón de mimbre como todos los días. El jardín de su casa, como todo lo atado a él, se encuentra semiderruido. Muy cerca de la verja mira la calle, saluda a la gente que pasa, pudiendo, increíblemente, reconocer a cada uno de ellos.

—Hola, Antonio. ¿Cómo le trata su reuma?
—Adiós, doña Dolores. Sus hijas, ¿todas bien? Me alegro.

    Don Gregorio ha perdido la cuenta de sus años (o se hace el astuto para despistar a las doncellas; para no asustarlas). Nadie sabe en qué año nació, ni siquiera sus hijos (como seis, perdidos en el tráfago de la existencia; el último que lo visitó se encontraba viudo, sin esperanzas de reincidir en el matrimonio). Así, pues, vive solo, y ni yo sé cómo hace para mantenerse, dónde guarda sus recursos (también se preguntan los rateros del barrio). Lo cierto es que todas las tardes, a la misma hora, y hasta la misma hora, se sienta en el jardín para mirar la calle y saludar a la gente. Esta costumbre se ha vuelto una estampa del barrio, un reloj como el Big Ben («ya son las cuatro: don Gregorio ha salido al jardín»), y también se ha vuelto una espera; es decir, el juego de la espera. Todos los habitantes del lugar, sin excepción alguna, lentamente fueron metiéndose en el juego que algún aburrido habrá creado. Un juego de apuestas, como una quiniela de la muerte. Se trataba de acertar el día de la muerte de don Gregorio; es decir, se trataba de acertar si mañana don Gregorio saldría al jardín. En los primeros tiempos, la relación era de diez por uno; de cada diez, nueve apostaban por la continuidad de la vida de don Gregorio, y sólo uno predecía su muerte. Después, con el correr de los años, luego de pasar la década, los apostadores iban inclinando la balanza hacia la muerte; y, hoy por hoy, los papeles se han invertido: nueve de diez apuestan que mañana don Gregorio será cadáver. Y cada amanecer es una ansiedad tremenda la que envuelve al barrio; más de uno deja de asistir a su trabajo, ante la premonición de que ése será el gran día. Las apuestas se multiplicaban en proporción geométrica, grandes sumas estaban en juego, en metálico y en bienes (algunos tenían en juego sus casas). Y don Gregorio seguía. A pesar de que sus piernas empezaron a fallarle y, utilizando un improvisado bastón de rama de guayabo, salía a duras penas a cumplir con su rito, no se rendía. Parecía adivinar y formar parte del juego. Parecía un pequeño dios que se divertía con la ansiedad de la gente. Parecía decir: «me moriré cuando yo quiera, carajo». Incluso, un día, dio la sensación de haber hecho una broma macabra, pues no salió al jardín de puro antojo. Por suerte, alguien pidió que se compruebe el deceso, antes de efectuar el pago de su apuesta. Y para alivio de algunos y consternación de muchos, al otro día, don Gregorio, reapareció vivito y coleando.
    La historia parecía no tener fin, hasta que corrió la voz por el barrio de que un joven desesperado, con destino criminal, por lo visto, había decidido asesinar a don Gregorio para ganarse la apuesta. La mayoría de los jugadores protestaron; algunos quisieron recular en sus apuestas, porque decían que eso era trampa. Pero otros decían que el juego no tenía reglas, que la mano divina o de quien sea puede hacer que el juego termine; al fin de cuentas, que se joda el asesino, ya que se irá a pudrir en la cárcel. Y empezó el problema de la muerte anunciada; que será mañana, no, la otra semana, el lunes, porque el lunes es día de hastío, no, el sábado, para cobrar y farrear a lo grande. Y don Gregorio no se moría; seguía saliendo todas las tardes a saludar.

—Buenas tardes, don Hermenegildo. ¿Todo bien? ¿Sí?... Yo, bien, amigo. Me voy de cuerpo como un bebé.. Meo bien… Mi azúcar, menos de cien… Mi corazón funciona como un motor eléctrico.
—¡Eh! ¿Qué tal, compadre?... ¿Ah, sí?... Entonces, ¿se fue nomás la comadre?... Mis pésames, ¡cuánto lo siento!... Sí, era una mujer inigualable.
    
    Así pasaba el tiempo, hasta que un día sucedió la primera desgracia: dos apostadores se liaron en una discusión que terminó en la muerte de uno de ellos; y este hecho encendió la mecha, y dividió al barrio en dos bandos que se odiaron a muerte: los que apostaban por la muerte al otro día, contra los otros. Rápidamente se desencadenó una guerra terrible, donde incontables murieron, menos don Gregorio (que ahora era resguardado por una legión armada).
    Pasó mucho más tiempo, y don Gregorio ya no podía manejarse solo; tuvo que dejarse llevar al jardín todos los días por las personas que lo querían inmortal. Con la ayuda de hombres que se turnaban con celo sagrado, era transportado al jardín todas las tardes. Personas que morían y eran reemplazados por sus hijos, para ejercer la misma gran responsabilidad. No sé, ciento veinte, ciento treinta años, ¿quién podría saber cuántos años tenía el bueno de don Gregorio? La gente hacía cálculos, se preguntaban unos a otros:

—Pero, ¿cuánto tiempo ha vivido el hombre más longevo del mundo?
—Yo leí en un libro que en Rusia existió un hombre que vivió 132 años.
—Bueno, pero, ¿cuánto puede vivir un hombre? Alguna vez tiene que morir, carajo, porque nadie nunca ha escapado de la muerte.
—¿Y qué sabemos nosotros? ¿Quién sabe cuánto puede vivir un hombre? ¿Y si es cierta la historia de Matusalén? ¿Quién nos asegura que don Gregorio no vea morir a nuestro tataranieto?
    Los apostadores de la muerte se miraban con gestos preocupados.

    La última vez que visité el barrio (yo también soy un apostador del día siguiente, y ya he perdido mucho dinero), don Gregorio seguía saliendo al jardín todas las tardes; y yo, que era joven cuando empecé esta crónica, me estoy volviendo muy viejo, las canas poblaron mi cabeza hace tiempo, el achaque casi no me permite escribir; acostado desde hace semanas, no sé si mañana volveré a abrir los ojos para continuar esta historia (estoy pensando seriamente en nombrar un sucesor de este relato). Cada día me siento más débil, más enfermo, y don Gregorio sigue saliendo al jardín todos los días, sin ninguna gana de morirse todavía.

sábado, 13 de agosto de 2022

Senectud piadosa

Yo sé de la existencia de otras vidas
que pude haber otrora desandado,
con más fortuna y con menor enfado,
con más rosas al sol enardecidas.

También de incorrecciones cometidas:
pequeñas desviaciones del pasado
que, no obstante, llevaron lo forjado
a irradiaciones pobres y dolidas.

Mas hoy, luego de mucho recorrer,
y libre ya de al alma reprender,
solo busco salvarme del infierno.

De mi vida, en el terminante invierno,
prometo no enojar al que repuso
esta oración que mi intuir compuso.

viernes, 12 de agosto de 2022

¿Libre de ti?


Hoy vivo en la belleza,
como en las noches de apacibles brisas
y cielos estrellados;
y lo sensible de la sombra
converge ante mis ojos, pulida por la luz
que llega del recuerdo de tu amor.

Un día más sin ti:
el fulgor de mi arrebatado ímpetu,
con evidente merma
por el derrumbe de tu nombre,
aunque ondea en cada visión
de un rostro femenino,
en la placa de luz de los cuerpos desnudos,
en mis introspecciones cuando expresan
lo intrusa que hoy resulta tu morada,
reposa en su triunfal convalecencia.

Y sobre aquellos besos exaltados,
aquellas risas tuyas
que arrebataban mi aburrido ocio,
sobre aquella elocuencia del deseo,
hoy desando los días
libre de las cadenas de tu amor,
del suplicio de verme atado al loco sentimiento,
aunque siempre serpenteando con mi espíritu
ante la tentación de tu fatal lujuria.



jueves, 11 de agosto de 2022

Salmo del poeta abatido


Dálet
Abatida hasta el polvo está mi alma;
Vivifícame según tu palabra.
(Salmos 119:25 RVR60)

Abatida hasta el polvo está mi alma,
sembrando como Cristo la piedad,
serpentea en la infamia y compungida
pierde las huellas y el azul del mar.

Reconozco en mi espíritu turbado
una yerma llanura sin color,
donde a los astros llamo por sus nombres,
y al alba: soledad o maldición.

He agotado las lágrimas del sueño
en la porfía de la inconstante fe;
no logro concebir cómo he perdido
el hilo de aquel rumbo del placer.

De los versos, devuélveme la luz; 
no castigues, oh Dios, mi plenitud.

miércoles, 10 de agosto de 2022

Invierno del subtrópico



El moderado invierno del subtrópico
ha expulsado con esforzada ayuda del otoño
al verano agobiante
(estación rigurosa cuyo calor aplasta);
y en mi espíritu,
en el que el decaimiento imperaba,
como un vampiro al advertir la noche,
despierta lentamente
alegres fantasías
con su expresión de regodeo.

Se templan en mis ojos
los carmesíes del crepúsculo
encerrados en un inmenso mar
lujurioso y latente,
que me hace percibir contornos vagos pero bellos
en esas aguas donde la vida
secretamente se recrea.

Fortalecido, luego, exploro
las penínsulas de colores,
y mi mirada encuentra
un lugar ideal para mi sueño,
alegrando a las nubes sombreadas
donde brotan hermosos tulipanes negros.

Mientras mi energía se eleva
hacia comarcas insondables,
el fresco me acaricia en el jardín desierto,
donde los pájaros,
amigos leales del sol ardiente,
han partido por unos meses a su encuentro.

Y cerraré ese tiempo mis cristales,
necesitado de mi sangre íntima
(poderoso color), y del que intuye en acechanza
(como un vampiro al advertir la noche)
el cuello humano de la luna.



martes, 9 de agosto de 2022

Deus ex Machina



En el trono de la gloria dulce conquistada
sus incomprensibles cantos repiten los dioses.
Ambicionan entonar verdaderos himnos,
pero el aire se enrarece y opaca sus notas.

En los jardines amables del edén tedioso,
una y otra vez corean sus viejas canciones,
arremeten por los siglos sobre el blanco pentagrama,
en búsqueda de los códigos de una nueva melodía.

“Ay, desorientados dioses,
¿no sabéis que existe un truco, antiguo y corriente,
más allá de vuestro brío de composición,
rayos de voces y honduras y de hondos silencios?
La emulación de los cantos de ranas puede servir
como aquellas salvadoras escenas de caballería
en los filmes épicos de Hollywood.”

                                                               

sábado, 6 de agosto de 2022

Hiroshima y Nagasaki


                                                                       Homenaje a las casi 240.000 víctimas fatales de Hiroshima y
                                                                       Nagasaki, ciudades que sufrieron ataques nucleares los días 6
                                                                       y 9 de agosto, respectivamente, de 1945.


Porque ya no le queda fe,
porque su cuerpo humea,
una boca —rojos los dientes— indulta a los dioses
—una boca, todas las bocas, mi boca—
el infierno antes de tiempo,
el niño en sangre, extraviado entre escombros,
la madre sin cocina, sin tarea, sin despertador,
el padre buscando el suicidio,
la ciudad en llamas plegada sobre sí.

Un pájaro interroga al dios de los pájaros: por qué
el aire se inflama hasta el cielo, por qué
los nidos se achicharran, por qué
la hierba se calcina de súbito, por qué
el apareo ya no es posible
hasta los próximos cincuenta años. ¡Por qué!

Una niña, colegiala feliz,
no sabe nada y llora, desnuda llora, llora
el amor por su muñeca,
el corazón carbón de su muñeca,
y nada sabe y llora y sólo nada sabe
de esa lluvia fea, agua polvosa y gris, y llora
segundo a segundo a segundo
todo lo que fue su mundo.

En bosques bien cuidados
se cazan mariposas al otro lado de la tierra.
En campos de golf onerosos
se relajan los ideólogos de la victoria.
En alegres tertulias se deleitan los tímpanos,
en las casas tranquilas
envejecen las viudas de soldados.

Sigue el curso de la vida, sigue y sigue,
sigue la mágica restauración, ya sólo
quedan los cuerpos sin suplicio, sin rostros, sin nombres,
queda el alma en la calma del arma mortal,
sólo el consuelo de la eternidad.

Ay, esta culpa hereditaria, cómo duele.
Ay, los monstruos que somos, cómo duele.
Ay, nuestros espíritus horribles con traza
de crueldad recurrente, cómo duele.
Ay, las imágenes interminables
de la carne apretada en racimos bajo la muerte, cómo duele.

Hoy se oyen voces entonando
en los medios del orbe
venerables noticias de progreso y civilización.

. . . los seres humanos, los victoriosos sapiens, somos
los elegidos de Dios, los indomables del Diablo, somos
lo que más nos gusta hacer, el juego que más nos distrae, somos
matarnos todo el tiempo, crónicos jugadores, somos los inmortales hominoideos. Somos . . .

Profecía


Siempre tendremos los lugares cósmicos
para saciar la sed de sangre.

Planetas solitarios, asteroides remotos,
duros, inatmosféricos
—como el mezquino corazón humano—,
vertiginosos astros, fulgurantes
teatros en galaxias invisibles,
heroicos campos de batallas.
Motivos para las conflagraciones,
jamás en la existencia faltarán.

¡Ah, qué azul amplitud del universo
para naves de guerra tan escasas!
¡Qué surcos fértiles, qué historias fascinantes,
para los versos refulgentes
de épicos poetas!

En el planeta equis equis uno
de la galaxia zeta dos
se disputa una guerra encarnizada
por el dominio de fecundos territorios,
mientras resisten en la madre tierra
viejos llantos, penosas agonías
y tristes corazones,
sobre las muertas hierbas.

El guerrero de aquí
ya no será el hermano
del guerrero de allá,
porque miríadas de ideales estrellas
con luces esplendentes,
las huellas de viajeros sin retorno
que cruzaron la línea para siempre,
por siempre borrarán.

Y los hombres de aquí
y los hombres de allá,
cada cual con sus armas tecnológicas,
en orgías de sangre
sus bélicos instintos saciarán.

¡Ah, qué vasto es el mar
para tan pocas y frágiles piraguas!

¡Qué insignes guerras esperan todavía
al indestructible destino humano!


Creando dioses

No soy la rectitud del árbol milenario,
ni la industriosa abeja soy, ni el virus último,
mutante de otras formas de odiar el alma humana,
ni el protozoo soy, ninguna célula maligna.

La sangre del ancestro surca tenaz el río de la muerte,
sustenta la memoria colectiva,
perdura con razón salvaje en el hombre moderno,
con ímpetu galopa por los páramos
herida de inclemencias.

La voz atávica se enrosca en las entrañas,
deambula por la calles vacías de este siglo,
en silencio de miedos primitivos
y guturales ecos de la carne,
con los gritos de padres sementales
en grutas con olor en las axilas.

No soy la cara repleta de alegrías,
paseando sus duras cicatrices
de antiguo hombre infortunado,
dos mil años después que sangrara la herida.
No soy el cíclico concierto de reforma perpetua.

El cielo es el mismo, la aurora y el crepúsculo,
la bruma de las horas, el color de la espera,
del consuelo, del crédito futuro de la raza.
El sueño es el mismo
en las mil constelaciones de la noche,
en el amor salvaje y anhelada ternura,
en la siembra y colecta de los dioses,
en los ojos y pasmo,
frutos del anhelo de tiempos infinitos.

Sólo la aguja soy que pincha el globo del misterio,
buscando recoser su angustia en el otoño
y apaciguar a los heraldos de la muerte,
creando dioses (sobre todo, esto), creando dioses,
tantos como sea posible complacer,
y hora tras hora pretendiendo
detener con sus manos la hojarasca.


viernes, 5 de agosto de 2022

Eres el gran amor de mi vida


Tú eres el amor, el amor de mi vida,
aunque esta noche estás durmiendo;
tu rostro ladeado parece estar en contraluz:
esconde tus facciones marcadas de mentiras.

Estás soñando
empapada de mi sudor del día,
irritada, pues no acepté tu último berrinche;
estás boca abajo en la fuente del deseo (y yo, expectante).

He sacralizado los paseos en coche por el barrio
con tu cuello de cisne tras las ventanillas cerradas,
y tu porte de reina acrecentando mi gloria,
mi fama de macho con suerte.

El recuerdo del beso sale a soplar esta noche,
y se vuelve caricias ostensibles,
y yo me arrojo en el abismo de la pasión lejana,
donde jamás dejabas de consentir mis ímpetus.

Más allá de mi furia, eres el amor de mi vida:
mi hembra, mi codicia sexual.
Eres la que me abre los brazos (y las piernas) 
cuando me siento crónicamente tuyo.

jueves, 4 de agosto de 2022

El viaje




A través del cristal miro la hondura
donde el enigma vierte el infinito;
donde, cruzando órbitas del grito,
emana en el silencio la negrura.

Terráqueo, ante mí, persiste el muro
de la distancia atroz, el vil tormento
de verter el allende movimiento,
inescrutable ritmo, canto oscuro.

Venciendo angustias, sigo a las estrellas,
sin límite que pare ya mi viaje,
pleno de infinitud, pasión, coraje,

consumiendo mis días, cual centellas
en el espacio del camino eterno,
sin cielo ya, sin tierra, sin infierno.

miércoles, 3 de agosto de 2022

En busca del vuelo




Observas.

La imagen del mundo, cada vez más íntima,
va siendo remarcada con tu propio pincel, 
mientras la tela va esfumándose
día tras día, conciencia tras conciencia.

Esta tarde, que puede ser doliente para ti
a causa de las pátinas borrosas,
no lo es para el ojo de los pájaros:
otras visiones ven en los matices,
y les llega la melodía
de los intemporales labios del tiempo.

¿Cómo puedes enseñar a tu corazón
esa forma de incendiarse en el aire,
el fluir de la sangre en pleno vuelo,
la lujuria de la pureza?

Es el lance.

Desde tu cuadro, desde tu límite,
buscas absorber la profunda calma,
mientras te elevas por encima
de todas las cadenas, de todas las espinas,
que ha engendrado tu propio instinto;
y desde arriba, dueño de un nuevo rayo,
apasionado buscas
destrozar las cadenas y cortar las espinas.

El corazón no aprende de sus gritos,
de su dolor, de su impotencia;
sólo tiembla en el aire las alas desplegadas;
y ni en temblores logra hallar, 
aunque intentándolo mil veces,
los rizos adecuados
para expresar su vuelo entre las nubes.


martes, 2 de agosto de 2022

Hipocresía de los dioses

Tras ir perseverando en tu vivir
para alcanzar la luz y un buen destino;
tras siempre combatir el desatino,
el caos de la idea, del sentir;
tras tanta decepción al percibir
la inútil fe del ciego peregrino,
la meta inalcanzable del camino,
ignoto de la estrella tu existir…,
hallas que existes mudo en la memoria
de tu tiempo; y te encuentras, por los dioses,
al adiós y al olvido, condenado.
Han sellado con dudas tu victoria
a pesar de tu ofrenda: francas voces 
en mil poemas de dolor cantado.


La distancia que nos separa


Soporto la distancia hasta tus brazos,
esta llovizna persistente, como
lágrimas que caen en un lugar aparte,
lejos de nuestra magnitud.

Oigo el gorjeo del perdido pájaro,
mientras escapas de la habitación sombría
(de los recuerdos nítidos),
como yo aquí, 
de la muda tristeza de la gente.

Hoy somos una célula partiéndose
en el líquido amniótico del tiempo.

Muriéndome sin ti en el plasma distante,
persisto todavía en la inquietud estéril,
en el impulso atávico de ver desde tus ojos,
y pujar por la vida
al ritmo de tu corazón.

Persisto, pues no existe 
ninguna atroz distancia
que rebaje mi convicción
por el amor acumulado.




Ritmo vital en el geriátrico




Con lentitud e inexorablemente
se acerca el viento frío
con su escala de daños,
ese que derrumba la voluntad más fuerte,
puede dejarte tieso en la intemperie,
o sentado en una silla del comedor
(o en una silla de ruedas de un corredor),
tieso también,
aunque manteniendo la compostura,
como si ningún rayo te hubiera traspasado.

Fulano se ha ido. ¡Sí, ese mismo,
el que hacía gimnasio
y largas caminatas por el patio,
y a quien se lo veía más fuerte que cualquiera!
Nadie entiende (y todos desean entender)
cómo funciona la ley del ciclo vital,
cuántas horas precisa
el reloj para detenerse;
cuántas proezas,
un animal para tumbarse, 
y cuánta inmensidad sentir el hombre
para precipitarse
en el abismo eterno.

Con lentitud e inexorablemente
se oxida tu cadena terrenal,
tu cuerpo tiende a desprenderse
de su trágica decadencia, del amor
que podría con lágrimas bañarlo,
consciente de lo que está sucediendo,
lanzando voces agrias
en la comunidad de los huraños.


lunes, 1 de agosto de 2022

Reminiscencia de un tiempo feliz


Volvió el ave a posarse oculta 
en la cornisa de mi soledad.
Entonaba la melodía alegre
cuando inundaba
la ternura tus ojos,
cuando pasaba horas elucubrando un verso
que mi dicha me impedía atrapar.

Me trasportó a tu boca
comiendo mandarinas.
La poesía de ese acto
sigue revoloteando rebelde
sobre mi memoria sin árboles.

Abatido en la trágica certeza
de haberlo oído todo el tiempo,
y consciente en la doble oscuridad
de mi cuerpo en el cuarto
y mi alma en mi cuerpo,
la persistente evocación me lleva
al exacto momento
donde nació este canto.