Dálet
Abatida hasta el polvo está mi alma;
Vivifícame según tu palabra.
(Salmos 119:25 RVR60)
sembrando como Cristo la piedad,
serpentea en la infamia y compungida
pierde las huellas y el azul del mar.
Reconozco en mi espíritu turbado
una yerma llanura sin color,
donde a los astros llamo por sus nombres,
y al alba: soledad o maldición.
He agotado las lágrimas del sueño
en la porfía de la inconstante fe;
no logro concebir cómo he perdido
el hilo de aquel rumbo del placer.
De los versos, devuélveme la luz;
no castigues, oh Dios, mi plenitud.
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