jueves, 29 de diciembre de 2011

La obsesión de amarte

Pender de tu contento, en cuya brisa
es alivio la tórrida existencia,
y acallar la tristeza de tu ausencia
cuando emerge la fiesta de tu risa.

Estar sufriendo el malhumor que avisa
con artero desplante la indolencia;
y en un oscuro infierno, a mi insistencia,
sometiendo con lámpara indecisa.

Aunque engaña el color tornasolado
que a cada tanto en el jardín la rosa
a nuestros ojos se descubre ardiente,

para luego caer también ajado
el pétalo feliz sobre la losa. . . ,
nunca serás cadáver en mi mente.

lunes, 3 de octubre de 2011

Juana la lavandera

Juana la lavandera

Juana la que está cantando
donaires por el sendero,
entre risas va llevando 
mis ropas del maletero.

La flores que va palpando
del perfumado cantero,
de amarillos van regando
su blusa y el caminero.

Juana la que está lavando
siempre mis ropas primero.
No sabe que está matando,
que yo por ella me muero.

En el río está espejando
firmes muslos que venero,
y mi pasión se va hinchando
como un sapo en el estero.

Ay, Juana, que estás mirando
como el distante lucero:
cuando regreses, lunando,
te confiaré mi te quiero.


domingo, 11 de septiembre de 2011

Lacrimae rerum


                                     
                                         Virgilio: sunt lacrimae rerum et mentem mortalia tangunt.
                                                                                             A mi hermano Tomás (+)



Dime tu adiós, hermano mío,
en tiesa despedida,
vencidos y fatales
tus silenciosos brazos.

Viajero sin retorno
carente ya de lágrimas y tiempo,
ilusiones vacías en la suerte,
pétalo mudo abandonado al insensible aire.

Tu cuerpo echado —¡ay! — a la noche infinita,
tus ojos cerrados al horizonte,
tus manos cruzadas, inmóviles,
todo tú marmóreo, silencioso, ausente,
privado de la luna y la crisálida,
privado de la risa a carcajadas,
privado ya del tacto y del contacto,
del cálido recreo del amor,
con tu lumbre diluida
y la lluvia dispuesta a deshacer tus huellas.
Rozan tus mejillas los ángeles con el reverso de sus alas,
ponen sus labios sobre tu frente fría,
mientras siento debajo de mi piel
la realidad insobornable

Dime el adiós, compinche,
y déjame tus pares de zapatos.
No rehúses mi remembranza
y dame tiempo para huir de ti secretamente.
No olvides que tu sangre
es un río que corre con rigor
hacia la eternidad.

Déjame recubrir tu rostro amado
y lamentar tu vida con mi vida,
y déjame mirarte en el espejo
de nuestra entonces compañía,
y déjame esperar que la esperanza
me pueble de celestes alamedas
que lleguen hasta el parque
donde juega tu alma peregrina.

Dime el adiós y vete, niño dormido,
antes que la conciencia con mágica elocuencia
decida por las noches presentarse,
antes que el aire adormecido
eleve su cilícica fragancia.

Dime pronto el adiós,
hermano mío,
—que las lágrimas manan de las cosas—,
¡y vete!


jueves, 8 de septiembre de 2011

La tierra

Opalina y azul
sobre la tela cósmica.
Silente imagen de dorados guiños.

Divina ante la humilde brillantez
de la devota luna.

Sutil aura que esconde
celosos torbellinos de cenicientas nubes.

Imán de luz en la expansión oscura,
preñada por los rayos
de aquel otro devoto enardecido,
para estallar la vida.

Parto y cuna del hombre,
elíptica ambulante,
sosegada materia
jamás inerte.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Detrás de los otoños

No disipas tus hojas 
en la melancolía del otoño,
ni te derrochas a los eternos vientos
ni a la más incitante brisa seductora.

Tu fértil existencia, tu canto que se adueña
de toda primavera en cuanto llega,
reclama su abanico de arco iris
y el transitar airoso las tardes del estío.

La diosa Exuberancia se adueña de tus células,
y florea sobre tu copa
efluvios de colores; pero no desafías
la vastedad callada de los prados,
los infinitos rayos de la muerte,
la luna en su ovalada pesadumbre,
pues los favores cósmicos
no comprenden los límites del alma.

Sientes el esplendor de la pradera
desde tus verdes perspectivas,
desde tus brazos vegetales,
y recuerdas que la frondosidad
no avala la arrogancia
ni migración alguna hacia las nubes.

Detrás de los otoños
los árboles perecen siempre.


viernes, 2 de septiembre de 2011

Alfonsina Storni

Alfonsina Storni


                                                    Oh mar, dame tu cólera tremenda.
                                                                                Alfonsina Storni


Exhumas el olor de los rosales
y pasan tus amores por el alma quieta,
y luz sobre tu rostro de tormentos
que sin embargo busca las estrellas.

Mañanas claras de tus negros días,
los veranos se alejan y te dejan,
tras el cristal de la ilusión romántica,
en la pasión que te envenena.

En la quietud nocturna de los bares
frente a frente tus manos sin respuestas,
tu corazón de música,
tus amores se alejan,
mientras vuelve la luna entre las nubes,
el susurro del mar que te desvela,
la tristeza, la soledad aguda,
tu último poema.

Sueñas la eterna noche,
en las playas del mar, en sus arenas;
sueñas amores de los años idos,
y ves los días que te dejan,
y ves la vida que se marcha raudamente,
y ves pasar el tiempo y el amor y sus penas.

Entre tus manos pálidas duermen las caracolas,
y acomete el hastío y la vida se espesa,
y la enorme esperanza del ocaso decae
y una partida al mar en la noche secreta.

martes, 21 de junio de 2011

Cromagnón

Igual que tú, merodeador fiero, 
seré, con rostro oscuro, 
letargo en la memoria del gran río,
en las aguas de Heráclito, 
donde el presente vierte su agonía.

Mamífero perfecto,
velludo amante, 
vivo entonces, ahora ido,
como los dinosaurios perviviendo en museos
de arqueología, en osamentas
con cuencas abismales, encriptado
en vasijas de tiempo, eternamente mudo 
bajo inmensos cipreses. 
Oh, ancestro, como yo, como yo en el mañana.

Por las calles de enhiestos árboles, 
todos los días canturrearé 
con las manos en mis tibios bolsillos 
y mi leve canción evolutiva.