Pender de tu contento, en cuya brisa
es alivio la tórrida existencia, y acallar la tristeza de tu ausencia
cuando emerge la fiesta de tu risa.
Estar sufriendo el malhumor que avisa
con artero desplante la indolencia;
y en un oscuro infierno, a mi insistencia,
sometiendo con lámpara indecisa.
Aunque engaña el color tornasolado
que a cada tanto en el jardín la rosa
a nuestros ojos se descubre ardiente,
para luego caer también ajado
el pétalo feliz sobre la losa. . . ,
nunca serás cadáver en mi mente.
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