viernes, 26 de febrero de 2021

La luna




en penumbra
gira su rostro y gira


y deslumbra
cual pálida deidad

sobre la nube y mira
perladamente bella
como espejo de estrella
la humana soledad







Carta a Guido Cavalcanti


Poeta florentino (125? – 1300). Uno de los creadores,
con Dante, del Dolce stil novo (Dulce estilo nuevo),
donde pregona que el Amor (con mayúsculas) es el
motor del mundo y, por tanto, la razón de su poesía.
                                                         
        
Acaso, Guido, igual que tú, mañana
logre retar al despreciable olvido,
tentando suerte en el soneto urdido
con los tropos de idéntica campana.

Has macerado tu rotunda rima
en el crisol de setecientos años;
y ante el vivo laúd, otros peldaños
ascenderá de la rebelde cima.

En tu canción de luz y sentimiento
es Amor quien brindara el justo acento
a tus métricos sones y a tu gloria.

Y te guardara libre de la noria,
intacto del despótico tormento
de girar en la eterna desmemoria.


domingo, 21 de febrero de 2021

La fe antigua

Advierto la existencia de otras vidas
que pude haber otrora desandado,
con más fortuna y con menor enfado,
con más rosas al sol enardecidas.

También de incorrecciones cometidas
a lo largo del sueño atormentado,
vertiendo en el espíritu cansado
las consecuencias duras y dolidas.

Mas hoy, luego de mucho recorrer
y libre ya de al alma reprender,
solo busco salvarme del infierno.

Hasta que suba el escalón eterno,
prometo serle fiel al que repuso
la oración que mi antigua fe compuso.

jueves, 18 de febrero de 2021

Kafka





La puerta ya sin llave y entornada
muestra sobre la mesa manuscritos:
desgarramiento crónico, y espada
que apunta con destellos infinitos.

Cuerpo enfermizo, mente fatigada
destilando vejámenes y gritos;
en lucha con la sangre condenada,
halla la luz en los secretos ritos.

En las hondas raíces del sionismo
indaga la respuesta, y avizora
lo indestructible del destino humano.

Y a la vez, la caída en el abismo
como individuo hombre, cuando aflora
el prematuro adiós y el afán vano.

miércoles, 17 de febrero de 2021

La distinción de la muerte




Ella es, después de todo, deferente
con aquellos a quienes ha escogido,
pues ostenta impasible cortesía
en su negro comercio, en su revelación determinante.

Va arrimando la puerta de los días, ciertamente,
mas abre, así también, un horizonte de tinieblas,
donde nuestro terror puede entrever
inescrutables gamas de celestiales fantasías.

Antes del último suspiro nos amansa,
como un verdugo bondadoso que reprueba el tormento
y nos implora consentir su cometido.

En lo más indulgente de su ejecución
nos descubre, no un aire victorioso,
sino el sereno rostro de la fatalidad.


jueves, 11 de febrero de 2021

Vida gregaria

A lo lejos,
en un altoparlante, suena
una canción chillona de los sábados.
Mi conciencia maldice la imposición gregaria:
odia la armonía ramplona.

La brusquedad oportuna del clima
interrumpe la música;
y tras ello,
en el mutismo de la noche,
se escuchan
nuevos retumbos de la atmósfera
y el seductor zureo de la lluvia.

Llueve, truena,
se desata la tempestad.
Mi espíritu celebra.
Ama la locura meteorológica,
la intimidad del infinito.

Me zambullo en la brisa fresca,
en el estanque hondo de la vida,
en la inmensidad que de nuevo me descubre.
Regreso feliz a mi Yo.

miércoles, 10 de febrero de 2021

Razones para la arrogancia

Razones tiene para estar altivo:
al alba, blanco; y a la tarde, rojo;
pletórico de verde fue su antojo,
y azul es hoy su rítmico objetivo.

miércoles, 3 de febrero de 2021

La pasión del romano (poema épico)

La firme obstinación de aquel cristiano
en la tortura Plinio constataba,
y cuando el cuerpo exhausto desmayaba,
veía que el martirio era vano.

Por su Dios el cristiano se moría
pues, comprendiendo echada ya su suerte
en el suplicio, cerca de la muerte,
con alma sosegada sonreía.

Al no rendir la fe, Plinio tronaba
y exigía tormentos más logrados,
aunque siempre veía malogrados
sus esfuerzos y siempre fracasaba.

Pide, entonces, a su señor, Trajano,
luego de abrumadores sentimientos,
que de los imperiales pensamientos
surja con prisa algún consejo sano.

Responde el sabio emperador: «querido
Segundo, si, al negar los acusados
esa creencia vil, son invocados
los dioses, muéstrate compadecido;

mas, si persiste la desobediencia
y juran hasta la impiedad tercera,
castiga con resolución severa
arrancando esa fe, sin indulgencia.»

Así, Plinio, sus dudas aplacadas,
bajo la coacción de los tormentos,
perdona a pocos y condena a cientos,
según las leyes prácticas dictadas.

Y en el trajín de las persecuciones,
arrestan a una idólatra doncella,
en óleos ungida, virgen, bella,
una Venus que inflama las pasiones.

Mas la cristiana de su fe no abjura,
se abandona sin súplica al martirio;
y en medio del tormento y el delirio
se reafirma en su Amor, callada y pura.

Busca, Plinio, salvarla de la muerte,
esclavo ya de la atracción extrema;
y, luego de sacrílego anatema,
clama al Hado torcer aquella suerte.

Sufre la fe, la intransigente Entrega.
Desea suya la virtud lacrada,
mas la fiel voluntad indoblegada
del alma la merced mundana niega.

Entonces, el castigo inevitable
se lleva al Hades a la infiel criatura,
y hondo desgarro que dolor supura
en Plinio deja el día inhabitable.

«¡Oh, Júpiter, innoble y despiadado!
¿Por qué, tu potestad, un alma pura,
decide, desde la divina altura,
presto llevar, dejándome pasmado?

¿O tal vez este dios desconocido,
desdeñando mi vivo sentimiento
y hundiéndome en dolor y desaliento,
fue quien dejó mi corazón vencido?»

Bitinia conoció la triste historia:
varios siglos los bardos la cantaron,
hasta que olvido y tiempo amortajaron
de aquel romano la imposible gloria.

Eterno resplandor

Tú que persigues el eterno resplandor
y transitas un suelo hostil,
no vencerás a Poe en desventura,
talento y encendido pecho.

No podrás contender con un borracho
que dormía caído en las cunetas,
y hacía de su parquedad
una luz diferente de la luna,
una doncella en sueño de amazona,
una pistola que dispara
día a día contra su propio hombre,
a la sazón cansado de los patios sin flores,
de las flechas que indican el camino
únicamente del infierno en esta tierra.

Eres tan débil: no has logrado
humillar tus sentidos,
despedazar tu armadura gregaria,
fingir para ti mismo
ser el más desdichado de los hombres,
en afanosa búsqueda
alcanzar la ventura, el fulgor de la llama eterna
(traída para ti por duendes de la luz);
 
y tu espíritu, dentro de la sombra yace,
atado de escapar de su oscuro destino,
mientras un cuervo impertinente te repite:
«¡Nunca ya! ¡Nunca ya! ¡Nunca ya!»