domingo, 16 de octubre de 2022

Oda a la poesía

Oh, aromas de las brisas de los versos,
que en largas noches cálidas de estío,
con leves soplos llegan susurrando,
cuando el cuerpo rendido
siente el grosero acoso
de insectos agresivos
de los hostiles climas.

Fugaces paroxismos
y vivaces relámpagos que encienden
la honda oscuridad del infinito;
y en búsqueda obstinada,
con cánticos divinos
acrecen la esperanza,
cuando en el cielo los adversos signos
de la órbita abismal raudas escapan.

Ay, silencios y gritos,
que en largas soledades
desmayan doloridos
en infames tormentos,
en pérfidos martirios;
y atizan el quebranto
eterno allá en los limbos,
saturando de nieblas
vitales pasadizos
del alma que atesora eternidad.

Las musas con sus liras y sus bríos
pregonan la victoria,
aplauden la dación y el sacrificio,
y auguran la derrota contundente
sobre el caos del corazón sufrido.

Los versos son las armas,
las lanzas, los martillos,
el hierro artesanal
que crea los resquicios
a dioses y demonios;
y llega hasta los cirios
de ínclitos altares,
allí donde el camino
se promete anhelado y transitable.

Oh, espíritu encendido.
Oh, garfios poderosos
de metálicos trinos,
que arrancan los estratos putrefactos
de pechos corrompidos
de cansados poetas,
y dejan peregrinos
los viejos corazones
que se hallaban cautivos.

Oh, fuerza adormecida:
crisol de lo vivido,
energía y vigor
que en acordes amigos
regalan a los días
los misterios y símbolos,
la luz de las estrellas,
los célebres vestigios,
el canto de las aves,
los dones narrativos,
la efímera belleza de las flores
que en métrica y rocío
nos libran de las nubes tormentosas,
y expone ante los ojos con sus signos,
en grata compañía de los dioses,
el límpido cristal de los olimpos.

sábado, 15 de octubre de 2022

Incertidumbre

Quiero encontrar
en esta siesta adormecida,
sentado a la sombra oscura
de un árbol de mango enorme y floreciente,
un descanso justo para observar
el vuelo lánguido y errante
de las engreídas musas.

Quiero saber
qué harán sin mí,
sin mi materia,
sin mi sangre.

lunes, 10 de octubre de 2022

La batalla de la noche

Se demora la noche y recién nace,
como el sendero injusto hasta el olvido,
por donde ingreso sin vituallas suficientes
hasta mi mesa de trabajo,
en soledad,
a martillar sobre la sombra.

Inflama su color,
como los hornos de las fundiciones,
me quema en el semblante,
en el cerebro, en la memoria,
y me quema sobre mis brazos,
sobre mis dedos,
sobre el dolor,
como infinita lucha por refrescar el hierro,
por darle forma,
y siempre contra la fatiga,
el miedo, el agobio, el hastío,
por detrás de mi máscara.

domingo, 9 de octubre de 2022

Pérdida de tu recuerdo


Yerro definitivamente desligado
de las calles que hoy transita tu existencia,
quizá reconocido en tus trajines
como un rostro distante en el iris de un miope
o en el resabio exiguo de los besos.

Tal vez me esbozas, todavía,
—como homenaje compasivo a mi pasión intensa—,
ansioso en las butacas de tus bares,
en los cuartos de hoteles ya sin nombre,
o en esas sábanas perdiendo
su tinte en tu memoria.

Me duele ese recuerdo que agoniza,
más que el amor perdido.

sábado, 8 de octubre de 2022

Para cantar has callado todo el tiempo

La condena y el gris silencio
—velámenes de tu fracaso—,
te dieron esta larga calle pedregosa.

Si escuchas las cadenas de tu voz,
acaso tintineen todavía,
en un idioma de primates,
tus vocales cosidas a sus óxidos,
palabras inconexas de submundos,
canciones guturales de lluvias inclementes,
arritmias
que te buscaban a ti mismo.

Acaso traes
de las noches su herrumbre:
el hastío, la saciedad
de las inmundas ratas
—bucólica del cuervo—,
los soeces cerrojos de la risa;
y en el alba, un inútil despertar
por los calambres del encierro.

Reconstruyes los lejanos ladridos,
revuelves tus heridas
y hechas espuma por el ánimo.
Has vivido sin piel muchos inviernos,
sin comprender lo que perdías:
el horizonte prominente
y tu amor por la búsqueda.

Pero ya entonces, y aún más ahora
te importa la emoción del caminante
—siendo claro que el sueño no existe todavía—,
porque los golpes y la indigna humillación,
el quiste de los sucios sentimientos,
te dieron esta insólita manera acompasada
de evocación y alivio.

viernes, 7 de octubre de 2022

La ceguera de la luz del día

(Yo la miro -esplendente, ella-
cayendo en láminas de vidrio
entre las ramas ocres.)

¿Cómo puede la luz del día
que está ahí, meridiana en sus matices,
iluminar la risa
de la joven que pasa ensimismada,
ajena a los curiosos, como quien viene
de una alcoba de amor inagotable?

¿Cómo puede
tanta luz
esfumarse de languidez
-foto antigua-,
y enceguecer el alma
ante tantos tesoros en detalles
de nuestra vida cotidiana:
mirar con absorción las nubes
desde un autobús atestado,
devolverle su cielo a un pequeño
en brazos de su madre
que sin razón aparente nos sonríe,
visitar el cementerio
donde está enterrado nuestro padre
para decirle que sentimos mucho
los silencios desgraciados
en tantas ocasiones perdidas?

¿Cómo puede
tanta luz no mostrarme
que cada instante es una hoja
cayendo en esa misma luz,
donde no existe chance alguna
de retener la gradación
que sucumbe en la sombra de los árboles?

lunes, 3 de octubre de 2022

Porfía necesaria



Anhelo recrear tus calles
con lúdicos grafitis
cuando desuelan soledades en tus plazas.

Dibujarte en la nieve, como a la luna
las hebras del ciprés cayéndose en el aire,
y reescribir tu historia con mis códigos:
páginas de embriaguez, visión de sitios claros,
los jardines del tiempo y sus latidos,
todo lo que haya sido real y duradero.

Diseccionar tus ratos,
cuando hacías del tiempo una hondura infinita;
y de la lluvia, incógnita y certeza;
y del cielo, celeste y fugitivo.

Y empuñar tu destino, su aventura
de sueños mitológicos,
donde logre ser mártir de tus nocturnas glorias,
dejándome morir en el altar
de tu pirámide, inmolado.

No sé si pueda abrir nuestro futuro,
pero puedo nutrir esa complicidad
por la que nunca más debiéramos
evitar lo que ansíe suceder.



domingo, 2 de octubre de 2022

Sepulcro en la noche

Así como una mandolina busca
el beso dócil
de la canción exacta;
la tarde,
sobre mis ojos pájaros,
la beldad del crepúsculo;
y el verde,
en el azul turquí,
el negro de la sombra.

Llovizna sobre el patio
mutismo de muralla y bicicleta.

Susurran los ramajes, susurran
voces de albergue,
voces por la demora de las aves.

La casa está enlutando sus visillos.
Espero que el deleite de la brisa
y las luciérnagas
y los dioses jocundos
me acerquen los puñales de los besos
y la dulce agonía
y la gloriosa muerte hasta mañana.

sábado, 1 de octubre de 2022

El músico


Oigo los tímidos acordes,
en áspera armonía combinados,
ascender y bajar en compases hirientes.

Noto los dedos duros, malheridos
sobre la cuerda indócil,
vertiendo progresiones imprecisas.

Tenaz, el alma,
lanzándose frenética en su fe,
desde la cima con la guitarra pronta,

surca al final —balada en mi menor—,
la consonancia del heroico vuelo
en el olvido azul del gris aprendizaje.