lunes, 29 de noviembre de 2021

Poesía: ¿dónde estás?

Deseo llegar a los versos, ¿voy a los sucesos,
hablo de la muerte, del sol cuando cae el ocaso,
voy creando correspondencias y similitudes,
o hablo de anécdotas personales, de amores ya perdidos,
hago algo con el cuerpo radiante de mi amada,
describo el terrible dolor que me causó, abro mi pecho
para que el mundo vea las pulsaciones de mis sentimientos?
¿Debo gritar las injusticias, debo cantar a mi país, o debo
describir los rincones de mi casa, de mi patio, de mi jardín,
debo filosofar, encontrar gnosis, verdades deslumbrantes,
debo componer música, melodía de ríos, de bosques,
ritmos de las noches urbanas, de los paseos lúgubres,
de las prostitutas, de los mendigos, de los niños de los semáforos?
¿Debo llegar al mar, a las arenas, a las espumas, a las sirenas,
divertirme con las bellezas que hoy están grises y fláccidas,
llegar a las montañas, a los ecos profundos, a los inviernos,
a las nieves sobre los prados húmedos, a las primaveras, las flores,
o entrar en las intrigas de la sociedad, en los conflictos del poder,
en las guerras interminables, en el cansancio, en el hastío?
¿Dónde debo encontrar mi poesía, ese secreto que un gran día,
indiferente a la ansiedad, al capricho, al tesón, a la experiencia,
estalla en pleno rostro y en plena conciencia de mi vigilia?
¿Debo pactar con Mefistófeles, invocar a los dioses, escrutar
las estrellas, buscar con mis tecnológicas herramientas?
¿Debo exhumar cadáveres de amigos y parientes, gatos y perros,
o acaso de enemigos, de esqueletos de héroes, cantar sudarios
de piratas, de peones, de obreros, de lavanderas tímidas?
¿Debo indagar en las ideologías, en los puntos de vista
que destruyen amistades en las tabernas, en los yates?
¿Debo regresar a mi infancia, a recoger las rosas de mi madre,
a exprimir mi memoria y recuperar el ocio infinito, con la lluvia?
¿Debo mirar el tiempo en todos los espejos de mi entorno,
y fragmentar en versos las copiosas mentiras de mi vida?
¿Debo verme en el otro espejo: mi subconsciente,
y galopar sobre potros dorados con cuernos de unicornios
en los prados azules de la muchachas que juegan al golf
con sus nodrizas de miradas embrujadas, lésbicas?
¿Acaso debo entrar en las palabras y enlazarlas,
visualizando previamente sus únicos destinos, sus manos
abiertas y extendidas para tocarse, para agarrarse,
y crear una fusión nuclear de la verdad con la belleza?
¿Es cierto que solo esperan los poemas ya todo escritos,
que duermen en un reposo intacto, en una alerta muda,
 una hibernada, como en una tumba de resurrección,
como si la eternidad fuese su imperio de siempre?
¿Es cierto que debo hacer antesala si la luz no llega,
que debo mantener la compostura si reina el caos?
¿Es cierto que debo insistir horas y días y semanas
hasta que la palabra realice su danza amorosa con el silencio?
¿Es cierto que un poema oscuro es irrecuperable,
y mejor es dejar que la mortaja del olvido lo recubra?
¿Es cierto que tampoco debo exaltar cualquier vocablo,
o sobornar con elocuencia, con dicción admirable,
la perfecta distancia de las sílabas, y la perfecta
yuxtaposición de las imágenes y de las metáforas?
¿Es cierto que el verso posee vida propia, y voluntad
para adquirir su definida cualidad, aunque exista encerrado
en las mazmorras de los demonios del subconsciente,
y que yo debo saber vislumbrar el destino hacia el ser,
para cavar con paciencia el túnel de su libertad?

Deseo volar a los versos y, hasta hoy, siempre han huido de mí,
se esconden en el firmamento, detrás de las estrellas infinitas,
como si quisieran herirme con indiferencia y des-aire,
y verme caer sobre el buque que surca a los abismos,
sobre la húmeda cubierta, a merced de los marineros,
para que se diviertan con sus bullas, al verme renguear
de estribor a babor con mis quebradas alas blancas.

Privacidad

Te metes bajo la ducha; el agua cae a chorros sobre tus hombros, mojan tus pechos como si de dos cantos rodados semisumergidos en un río se trataran, y se precipitan hacia la tentación que me hizo proponerte el baño. Ahora duermes en el cuarto de al lado, mientras yo doy vueltas sobre el mágico acontecer, negándome (por decoro) a describir los detalles.

domingo, 28 de noviembre de 2021

Maratón

Estás aquí, corriendo
en las justas de los atletas ambiciosos,
luchando por el mítico laurel,
siempre a una lluvia del olvido,
inflamado por las hazañas
de tantos héroes de gloria eterna.

¿Cómo ubicar tu nombre en los altares?
El fulgor de la antorcha cae sobre la mano
del que la recibe en el podio
y no en la de los que sucumben en la pista.
¿Cómo ubicarlo, si estando a punto de vencer,
la distancia se vuelve obstáculo y espera,
porque los conjurados dioses te dejan sin aliento;
y aún remoto de la meta, de la corona olímpica,
del favor de las vírgenes,
suman a tu carrera la valla del crepúsculo?

viernes, 26 de noviembre de 2021

Propiedad privada

Está bien que dudes, que temas;
pero, así y todo, entra si lo deseas. Es tu riesgo.
No te quedes con las ganas.
Mis ojos estarán en cualesquiera
de los árboles a este lado del alambre.
Observarán tus pasos, estudiarán tus intenciones.
Es probable que te deje caminar
todo el bosque, todo el prado
sin hacerte daño alguno.
Puedes disfrutar del río,
de la calma en la arena de su ribera,
del canto del pájaro campana
y de la sombrilla de colores
con que te cubrirán las mariposas;
mas, ay, si intentas apropiarte de sus noches, 
porque hasta ahí ya no responde mi cortesía.

Ecce homo




Si el verso ya no anima
para subir curioso por la senda
de alguna histórica pasión romana;
con la severa rima,
mi asombrado mirar, mi voz descienda
sobre la sangre de la intriga humana.

sábado, 20 de noviembre de 2021

El libro de Borges




En esta mañana productiva, mientras escribo en el ordenador,
me llama la atención a un costado de mi escritorio
un libro: "Borges, Obra Poética”.

miércoles, 17 de noviembre de 2021

Posverso

Posverso 
                                                                    "Para el lector es más importante la emoción que la verdad del verso".

Solías sacrificarte en la soledad de tus frustraciones
por lograr un poema completo en las altas horas de la noche,
bebiendo café tras café mientras giraba tu mente sobre las rimas;
pero ahora ya no eres uno de esos principiantes tozudos,
aunque has pasado por encima de íntimos cadáveres.
Ahora sales a caminar por el cielo de las metáforas cuando quieres;
y como esos aviones que escriben letras de nubes,
dejas colgados en el aire los secretos de tus sentimientos,
sin importarte que los lean todos los que levantan la vista.
Sin importarte que descubran tu canción de pájaro liberado.
Sabes que a nadie incumbirá tus viejas desazones,
aunque les digas que continúan arrastrándose por tu sueño
y destrozando tu cansado corazón que apenas late
como las antenas de una cucaracha pisoteada.
¡Cuántas cosas que ya no son tuyas siguen acompañándote!
Pero la cosa sucedió de este modo: cuando creíste encontrar
el buque insignia de tu vida y la musa faro de tus fantasías,
has vuelto al rincón de la madrugada una y otra vez,
pues décadas después te dicen que la pasión por navegar
de ninguna manera es (como tampoco será) enteramente tuya.
Y así, ahora estás sentado frente al ordenador
con las ventanas del escritorio neuróticamente cerradas 
a causa de los aullidos lascivos de los gatos en los tejados,
sufriendo el verso que anhela nacer del pensamiento,
mientras bebes las tres últimas latas de cerveza de la nevera.

Terminar lo consumado


Con mi padre y mi abuelo ya muertos,
y mi hijo y nieto relevando mi sangre,
hallo que, prácticamente,
he vivido todo, he soñado todo;
y mis piernas empiezan a ceder,
como si pasase de largo la música de Bach
sobre mi falta de concentración,
sobre mi espíritu sin cúpula,
sobre el sonido de mi propios huesos.

Sin piedad se repiten ciertos ritos:

me despierto temprano sin despertador,
pago mis deudas con escrúpulo,
abro las puertas del pasado
para ver que ya nunca las podré traspasar,
nada de lo mal hecho podré ya corregir,
y en medio de mis pocas lagunas de esperanza
mi rencor va perdiendo de a poco su asesino.

Transito las arterias de mi barrio
eludiendo las mismas cuadras para no aburrirme,
sin arte, sin aplicación, sin mirar nunca el cielo,
con el deseo de satisfacer apetitos suicidas de mis tripas,
corriendo detrás del dinero en efectivo
para comprar el tiempo que me lleve
a abrir mis pulmones al aire de la madrugada,
acoger a los ángeles que cantan sin cadenas,
y concluir con ellos lo que está consumado.



martes, 16 de noviembre de 2021

La igualdad del cielo

Abriendo la ventana me amarillo,
a unos metros de donde grita el muro.
Resoplo y me silencio los tacones
que en la noche estuvieron resonando.

Encierra las anónimas miradas
los ojos disparados a los cielos,
la muerta calma y las ganas muertas,
el día que eterniza su modorra.

Abriendo la ventana me repito,
colgado del barrote todo el día,
mirando en un rincón entre las piedras
la roja inexistencia de las flores.

Aunque abarcan mis muros desolados
los mismos cielo y sol del hombre libre.

lunes, 15 de noviembre de 2021

Las muchachas del cañaveral


Es tarde ya, muy tarde,
no precisamente en el día,
sino en el tiempo,
para bajar cantando hasta el plantío.

Con afán, he llegado a la colina
donde ansiaba una imagen minuciosa del mundo,
el altar del silencio, las cosechas doradas,
pero el otoño vino a las alturas
y los bríos recorren desnudos la ladera.

Las muchachas sonríen juguetonas
en los cañaverales,
se tumban en las islas de las ramas
tronzadas, con ardor,
sobre las hojas de las cañas dulces,
felices al estar rodeadas por hombres,
y descubren sus muslos alzando las rodillas,
vertiendo sus instintos bajo el sol.

Los hombres muerden los jugosos tallos,
mientras observan con deleite
desde los cabellos hasta los pies
a las negras muchachas;
y algunos estiran los brazos
y con los dedos insinúan las caricias,
y hacen como que no las miran,
con los ojos ardientemente abiertos.

Mientras cazo imposibles mariposas
para el museo de la azul belleza,
yo sólo admiro solitario
cómo sustentan sus vigores,
cómo rasgan la luz con cañas seccionadas,
cómo descansa el sol
sobre la flor semidesnuda.

La vida de los valles del pasado
y el crepúsculo me hacen sombra.
Una ceguera irreversible me apodera.
El aire trae, en ondulantes hojas,
el aleteo de la piel
y los deseos juveniles.
Desde la edad baldía, no avisto ya el matiz
del eterno verdor, e inútiles
se vuelven las palabras para glorificar
los prodigios del día.

En segundos, estoy en este día,
el otro día, inesperado día,
donde ya nada existe.
El campo es un desierto,
los pájaros huyeron en bandada
como una nube hambrienta,
la sonrisa ha dejado su eco doloroso.
Se esfuma el río,
y la dicha de los cañaverales
cabe en una olvidada sed
de mi memoria.

Me estoy yendo,
es tarde,
veo desdibujarse el cielo,
las sensuales sonrisas
de las muchachas del cañaveral.
Y sé que nunca
retornarán en esta mañana luminosa.