jueves, 25 de marzo de 2021

La búsqueda de algo que se me perdió en la casa


Ahora son las cuatro y veinticinco de la mañana;
y, una vez que amanezca, tengo la idea de salir 
al resplandor del patio, y no solo vagar
por las estancias de la noche.

Quiero reconocer mi casa. Tengo que hallar esa cosa
que me enlazaba al entusiasmo,
aquél símbolo, imagen, paradigma,
que  desconecte de una vez por todas mi discordia.

Podría ser la sombra de la enorme palmera
que planté cuando arreciaban los besos
(podrían ser las flores de aquellos enraizados besos).
Podría despertarse en mí las ganas de recuperar el jardín,
el pasto que hace mucho sufre,
y encontrar entre las malezas lo que busco.
O podría sentarme bajo la parralera 
a esperar con cierta esperanza el cíclico 
retorno de las aves regurgitando lo que busco.

Es como si dioses antiguos reclamaran esa cosa perdida
y no encontrase yo manera de satisfacerlos.
Es como si en la casa hubieran robado ese algo
y yo sufriese ser el sospechoso principal.

Mitigando los pasos


Mitigando los pasos

A veces sientes el cansancio en tus pies
A veces sufres la apatía en tu voz
Estás incómodo contigo mismo
El plácido horizonte se interrumpe
No ves nubes cargadas anunciando
algún agradable aguacero en la distancia
No croan ranas en las cunetas del camino
No existen casas que puedan albergarte
Todo está desierto en tu panorama
mientras tu espíritu arroja de tanto en tanto
la cáscara de alguna algarabía del ayer


martes, 23 de marzo de 2021

Versos codificados para colorear en la memoria


Hoy detengo mi lengua en la guitarra acústica,
y una lumbre del tacto inunda el abandono de mis notas.
Ahora que mi vista es más articulada,
los colores del arcoíris bajan hasta la emoción de mi cisne.
Tras la puerta de la lasciva diosa de la magnificencia
me encuentro solo como un caracol,
aunque la esencia de mi búsqueda se agiganta de tic a tac,
absolutamente descrito en la nube negra del ave gris.

Se hace polvo mi edad semántica,
y el eco de los verbos viene llegando de los mártires altares.
Que nadie se emborrache mal en este asentamiento,
so pena de ser la soberbia a rastras hasta el cadalso del ludibrio.
La sinrazón es nuestro mayor bien común. Hoy por hoy.
Nuestra inclemencia contra el intríngulis, su buque insignia.

Ya no añoro mi atril ni mi concierto de clavicordio,
porque soy un pionero que se amamanta de capelas,
de susurrantes risas gélidas y despeinadas
por el viento de los recuerdos, que se hinca en la ingle.
No añoro mi voz de falsete sin que tenga derecho de afonía.

Si me miro al espejo, veo un nudo de engendros aterrados
que viven lamentándose a causa de mis arbitrariedades;
y al final, el planeta se detiene un instante (con permiso
de los cabezas duras que propician una inercia eterna)
para que yo consiga disipar mis dudas elementales,
y cualquier lugar sea para mí un buen lugar en el tapujo.

Bien, no ya despropósitos, dejo aquí mi desnudez léxica,
y me meto en mi cama arropado con mi edredón de tela cáustica,
a ver si alguien de ustedes viola mi intimidad
y me prohíba darle el buenas noches a mi costumbre.
Víctimas del alarde somos en esta noche sin motivo.

Recuerdo una foto cuando al final me hago niño fuera
de mi aristocrático traje, aunque con un bonito moño a motas.
Y hoy, tan lejos de aquel mundo donde el amor jamás se espantaba,
¡qué gran raudal de gatos mentirosos genera mi lluvia sincera!
¡Basta de tan intrascendentes riñas! ¿Oyeron, mis amores?

sábado, 20 de marzo de 2021

La puta de la cuadra

Los cielos estrellados de Neruda
o la ilusión que trae desde niña
jamás arrullan en las madrugadas
tras la infame faena.

Desde el modesto cuarto de alquiler
crece su fama hasta el siguiente barrio;
por eso ella sueña otra suerte,
mientras reprime sus ansias maternales.

Mírenla, mírenla hombres lascivos,
viciosos de la carne,
egoístas infames de la cópula,
concupiscentes sobre el cuerpo fatigado,
repulsivos hambrientos del instinto,
"¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?".
 
Mírenla, despreciables, impulsivos hipócritas,
su cuerpo protestando insultos y trompadas,
su rostro de labiales y rímeles corridos,
sus mil historias de abusos y opresiones.

Ninguno de vosotros querría prescindir del oculto comercio, 
del néctar del pecado;
como tampoco nadie,
involucrarse en su destino.



sábado, 13 de marzo de 2021

Casanova

                                                    Giacomo Casanova (1725 – 1798) Italiano. 
                                                                          Célebre por sus aventuras amorosas.


Miradme, aquí, bajo la fronda oscura,
varios días después de haber corrido
de una muerte segura, pues, perdido
me hallaba en el cadalso, cuando el cura
desató por clemencia mi atadura,
instándome a correr hasta el olvido.
Mi alma sigue turbada y compungida,
aunque feliz de preservar mi vida.

Una mujer hermosa fue la fuente
de agua con que el desierto me ha tentado.
Suave como la luz, concupiscente,
su cuerpo mármol era, que, entregado
a mis deseos con pasión ardiente,
todo el tiempo me tuvo cautivado.
Y si hoy sufro por causa de la orgía,
por gozarla de nuevo moriría.



El amor se encuentra en la vigilia

Sé que estará soñando fantasías,
de cuando un ave con mi canto, al posarse en su hombro,
le musitó al oído de fantásticos mundos
y de risas fecundas como la de los niños.

Sé también que demonios sin escrúpulos
se encuentran acechando
en las oscuras galerías de su psiquis,
inflamando las grietas de su lealtad
y la insatisfacción de convivir conmigo.

Sé que el amor se encuentra en la vigilia,
donde es posible que yo logre
nutrir su ensueño y disipar sus dudas,
pero ella sigue durmiendo profundamente
y a mí me está venciendo el sueño.



viernes, 12 de marzo de 2021

El vecino

Ya está, vecino, compañero de la vida,
no reviste razón mi odio, nada de combates,
mis cadenas sociales lo has utilizado
para coserme la boca –tu ebriedad se precipita-,
sin alevosía como consuelo,
como una emanación de la ley.

Estás de alguna forma en libertad de protestar,
mientras me ocupo yo en mi oficio de mudo.
Estando en tu casa, el otro día, como de farra,
me has reventado los tímpanos con tu parlante nuevo.
Me has amenazado francamente con los aullidos
de tus canciones mermeladas.

Evidentemente, no quiero responder simétricamente:
escuchar la música a volumen límite,
porque el desquite no lleva a una auténtica reparación.
Saldrás esta noche a girar como la rueda de tu coche,
reclamando algún heroísmo viril,
algún baile de las muchachas al otro lado de la ciudad,
y a la vuelta estaré ya dormido.
No olvides que frecuentemente suceden
terribles accidentes en las calles,
desde donde los medios se nutren con sangre,
amputaciones y profundos comas encefálicos,
todos ellos derivados de alguna maldición.

Colega de la cuadra: ignoro si tienes la razón social;
pero trataré de cambiar mi rutina, mis horarios por ti:
comprendo que, para escapar de estos tiempos hastiados,
necesitas escuchar tu maldita música
o amanecer frente a tu detestable televisor.

Tengo que cerrar mis ventanas,
reponer mis ropas en los percheros,
mis libros en los estantes,
inventar una falsa expectativa para el futuro,
con falsa alegría para seguir en esta casa.

Adquirí un terrible insomnio hace ya meses
donde mido tontamente el paso de las horas,
entiendo penosamente el paso del tiempo,
miro con más detenimiento los rictus de mi rostro,
recreo mentalmente las formas impunes de un asesinato,
cultivo la desafección de lo gregario,
ya no me interesa la vida en comunidad.

¡Mira el hombre eremita en que me has convertido!

miércoles, 10 de marzo de 2021

En el circo romano

La gente enardecida vive ávida
la liturgia del odio, la cólera del bronce,
los músculos tajados,
la sacra eucaristía de la sangre.

En tanto crece el vértigo de espadas,
el duro gladiador —su cómplice el orgullo—,
se bate hasta el asombro
contra la adversidad de su destino.

Y en tanto el vulgo aplaude satisfecho
la emoción albergada, sobre la arena muda,
en el cuerpo gallardo
la muerte clava su inmortal codicia.


martes, 9 de marzo de 2021

Nosotros

Nosotros, los bienaventurados de espíritu,
los que nos movemos sobre espinosos desatinos,
los que de la postración renacemos cada día,
los habitantes de los templos de los cambiantes dioses,
los que luchamos denodadamente
por alcanzar las márgenes del cielo,
los que nos despojamos de nuestras almas pesimistas
para amar al huraño que a cada tanto nos habita.

Nosotros, los victoriosos de mil infiernos,
los asesinos de serpientes y ratas de las mentes grises,
estudiosos del alma de las putas más herméticas,
los sabios sometedores de la apatía, del tedio, del hastío,
los que mostramos sin pudor nuestras heridas,
los que cantamos bajo el silencio de la luna
y el siseo del mar y de las lluvias.

Nosotros los observadores del abismo de la memoria,
los grandes pendencieros de la vida,
los que nos hemos hecho a cada instante, año tras año,
los que supimos de antemano nuestra tarea existencial.

Cuando llegue el tiempo de saludarnos, de despedirnos
de cada uno de los seres que forman parte de nosotros mismos,
ofrendemos los cantos a aquel joven visionario (primer nosotros)
que un día decidió nuestro destino.





viernes, 5 de marzo de 2021

Niño anónimo muerto en guerra

Naturalmente su muerte la calle ha olvidado;
la acostumbrada actividad mercante
tornado a la entropía del olvido.

Yo que tengo a mi niño inanimado en el recuerdo,
sé lo tenaz que es avanzar por la vida
viendo cómo se esfuma su imagen de luz fresca,
el nítido vocablo de su nombre.

Solo conozco su cadáver en brazos de su padre:
en la foto se huele el aire chamuscado,
el rastro polvo del misil,
la momificación de la esperanza.

Desconozco sus datos personales,
las anécdotas familiares,
el tono de su risa;
aquí en el hemisferio sur,
en la charla dominical,
unos pocos lo han desaprobado.

Los detalles de la noticia son muy vagos,
aunque su ensangrentado cuerpo
con claridad reclama a la más íntima
codicia de los buitres.

Yo lo recordaré sin duda alguna
en la zona mental de los recuerdos tristes;
y siempre sentiré que su partida
fue una canción de enérgica protesta.

Me haré a la idea de su alegría infantil
y un corazón que crecía a pesar de los estruendos;
que dejó de latir súbitamente,
en tanto se perdía su nombre para siempre.

Aunque su nombre es lo de menos.

Laberinto


Imposible de ti,
doblado estoy sobre tu imagen sepia,
repetido en tus ojos de los días sin verte.

Este crónico tiempo,
fiera incansable en su arrebato,
con su puñal de lejanías
me hunde languidez en la garganta,
desangrándome
en el eclipse de tus besos.

Desde el mantel rendido de la noche
la luna alarga su celeste brazo
hasta mi rostro en sombra,
y lo inunda de olvido en el espejo.

Las estrellas titilan
en la gula perenne de sus brillos,
apáticas a mi futilidad.

En la penumbra eterna te imagino en la cama,
escondida en el juego del desnudo,
en la noche latente,
con mis ojeras hondas de mirarte.

Oscuro laberinto del descuido.