domingo, 28 de abril de 2024

Llamado a los príncipes

Príncipes de la tierra,
amos de nuestras existencias:
os habla vuestro fiel admirador.
Escuchad mi proclama:

Seguid creando las feroces guerras,
provocando las muertes inocentes
con vuestras frías bombas sanguinarias.

Seguid saciando vuestra sed de sangre,
obedeciendo atávicos impulsos
de vuestra voluntad de poderío.

Rubricad con traiciones presagiadas
vuestros pomposos tratados de paz.
Mostradnoos por siempre
la fría realidad de la existencia.

Príncipes de la historia,
opresores demócratas,
dictadores corruptos,
imperialistas arrogantes,
emperadores sátrapas,
caciques de las tribus nómadas,
jefes de los emporios financieros,
pandilleros urbanos...,

proseguid la hierática misión.
Calculad fríamente
el cúmulo de muertes necesarias
para la sumisión de vastos reinos.

Mortales fieras,
astutos carniceros de la tierra:
proseguid vuestro noble quehacer
de refinar la cacería.

Mostradnoos por siempre
la bella imagen del siervo ensangrentado




viernes, 19 de abril de 2024

Regreso de la emoción



1

He llegado hasta aquí bastante harto de mi aliento,
de tanto correr hacia espejismos que se alejan,
de vivir bajo el mismo campanario
oyendo el mismo bronce de cancela día a día.
Mi corazón se habituó a amar fotografías
con ojos de turista paralítico: el mundo grecorromano,
la aplastante piedra removida y elevada por Sísifo,
y tantas otras huellas de la cruel soledad del hombre.
En una casa grande ya y sin hijos, harto estoy, liberto esclavo,
(sé lo que es un corral de hombres solitarios con alas),
abandonado por los ángeles que me indicaron el sendero,
practicando matanza de demonios por las noches,
donde el cuervo de Poe viene a graznar sus “¡nunca más!”,
burlándose de mi melancolía, de mi esperanza,
atizando la vacuidad de mi cuarto, de mis fantasías,
exigiendo su estatua de Palas y mi generoso albergue.


2

Estirando las piernas luego de una larga noche frente al monitor,
salgo insomne a la calle de mi barrio, a la intemperie,
para esperar los colores del sol que irrumpirá en minutos,
como un antiguo dios, sobre los árboles, entre las nubes.
«Es quizás –pienso- esta visión esplendorosa de matices
la puerta al paraíso tantas veces soñada por egipcios».
Se abren las ventanas del vecino, donde las arañas
vuelan paralizadas desde las alfombras sacudidas,
mientras en una casa en ruinas de una época lejana,
donde a oscuras hacían el amor siempre en las noches,
alumbrada por esta misma luz que resplandece,
tararea una viuda ya muerta trozos de nostálgicos boleros.
Soy esa imagen proclamando mi destino, este presente
que muy pronto será ese amor perdido en la memoria.
Soy el hombre harto que oye el nítido susurro de la vida:
voces que viajan sobre la brisa agonizante que se pierde.
En algún sitio de mi memoria rescato el deseo de vivir.
Le confieso mis impresiones con saludo y sonrisa
a cualquier transeúnte caminando hacia la parada de autobuses,
y sigo fascinado por los tornasoles del alba, donde prosigue
la luna su marcha trasnochada hacia el abismo del planeta,
con los ecos insonoros que llegan como mariposas del pasado.
Quiero cantar a voz en cuello la mañana de luz y vida
que va expandiéndose y me regresa con su destello
a la mágica calle de mi niño, a mi madre enseñándome
con su dedo índice y su rostro pegado al mío,
las últimas estrellas rutilantes y el infinito azul del cielo.


3

Estás en este mundo todavía, ante el juez impasible
que observa tus borracheras como a un criminal
liberado recientemente de la cárcel.
Hiciste viajes de cuerpo en cuerpo como las bacterias
antes de percatarte de las piadosas mentiras de juventud,
y sufriste de amor enfermo cada diez años, y a los cincuenta
te sacudió perder las gaviotas alejado de las playas del tiempo.
No te atreves a mirar las manos asesinas de tu Yo,
el espejo donde tu rostro enarbola sus paredes en ruina
Miras casi con lágrimas a ese entusiasta minero del espíritu.
Y ya no crees en Dios aunque tu madre sigue rezando por ti
y tu mujer impregna su perfume de perdón
y te invita dulcemente a envejecer juntos en la misma casa.
Ella cree que podrán vivir de su jubilación, toda vez
que el proceso natural de la vida te mate a ti primero.

Buscando el resplandor eterno

Tú que persigues el eterno resplandor
y transitas un suelo hostil,
no vencerás a Poe en desventura,
talento y encendido pecho.

No podrás contender con un borracho
que dormía caído en las cunetas,
y hacía de su parquedad
una luz diferente de la luna,
una doncella en sueño de amazona,
una pistola que dispara
día a día contra su propio hombre,
a la sazón cansado de los patios sin flores,
de las flechas que indican el camino
únicamente del infierno en esta tierra.

Eres tan débil: no has logrado
humillar tus sentidos,
despedazar tu armadura gregaria,
fingir ser el más desdichado de los hombres,
en afanosa búsqueda
alcanzar la ventura, el fulgor de la llama eterna
(traída para ti por duendes de la luz).

Y tu espíritu dentro de la sombra yace,
atado de escapar de su oscuro destino,
mientras un cuervo impertinente te repite:
«¡Nunca ya! ¡Nunca ya! …»

jueves, 18 de abril de 2024

El pájaro que nunca vio la luz

Eres pájaro tonto. 
No sabes emprender el vuelo
(sólo tristes corridas, 
duras elevaciones casi a ras del suelo).
Nunca has surcado el aire como vuelan las palomas
enfrentadas al halcón peregrino, como cazan las águilas reales.
Frente a la belleza del vértigo, tu alma de pájaro arrogante 
está desalentada y agoniza y araña 
detrás de la quimera. Deberías arrancarte la venda.

Eres pájaro imbécil. 
Jamás luce la luna en tus bosquejos, 
ni vuelan mariposas en tu numen.
Tus manos se han entumecido 
en los inviernos de la estrella.
Detrás de tus paredes hay demonios 
que esperan la irrupción de tu silencio.
Vives en la catástrofe del grito, 
en el tiempo obligado
a seguir la sequía de los páramos, 
la oscuridad de los relámpagos,
aquella eternidad encarcelada, 
tus sueños bajo máscaras.

Aunque veo que tienes la edad de los valientes, 
de los que han sepultado su inocencia, 
recomponiendo penas 
que ya no influyen para nada
en tu memoria llena de parásitos; 
aunque el tigre de Borges te ha comido la vista, 
te extrajo ambos ojos y hoy, apoyado en tu bastón, 
bajas por la escalera de la noche, 
del otro lado de la noche: la ceguera psíquica..., 
sabes que estás perdido 
en los amables gestos de la ruina.

Tus voces siempre cierran la boca de tu espíritu, 
ya que el recuerdo de aquellas cadenas 
daña tu innoble corazón.
Sólo te resta enterrar tu amargura, 
los días desolados,
y sufrir la agonía sideral 
de los mortales que se aferran 
a tumbas criogenizadas.

Ves partir hacia el infinito 
debajo de las nubes las pandillas de pájaros 
a punto de encontrar la absolución.
Vas sobrellevando tu vida, 
ignorando que es tarde en el abismo,
oscuramente tarde. 

Con tiempo justo para la partida,
voy cantando en tenor la última canción, 
con buena melodía y con sarcasmo:
«¡Buenas noches , amigo!
¡Buenos deseos a tu terca vida!»


miércoles, 17 de abril de 2024

Morir en tu fuego


Anoche te embrujé 
con las luciérnagas divinas.
Mis manos, desatadas y viriles,
invadieron tu cielo constelado.

Gravitante tu boca, 
rojiza pulpa de tu huerto carnal,
desbordaba futuro;
y mi presente, con su ardor en fuga,
parecía incendiar el infinito.

Devoto en la fogata de tus labios,
en los rescoldos de tu piel,
en el tacto quemante de tu cuerpo,
hasta el alba sufrí
el regocijo de los mártires.