jueves, 18 de abril de 2024

El pájaro que nunca vio la lluvia

Eres pájaro tonto. 
No sabes emprender el vuelo
(sólo tristes corridas, 
duras elevaciones casi a ras del suelo).
Nunca has surcado el aire como vuelan las palomas
enfrentadas al halcón peregrino, como cazan las águilas reales.
Frente a la belleza del vértigo, tu alma de pájaro arrogante 
está desalentada y agoniza y araña 
detrás de la quimera. Deberías arrancarte la venda.

Eres pájaro imbécil. 
Jamás luce la luna en tus bosquejos, 
ni vuelan mariposas en tu numen.
Tus manos se han entumecido 
en los inviernos de la estrella.
Detrás de tus paredes hay demonios 
que esperan la irrupción de tu silencio.
Vives en la catástrofe del grito, 
en el tiempo obligado
a seguir la sequía de los páramos, 
la oscuridad de los relámpagos,
aquella eternidad encarcelada, 
tus sueños bajo máscaras.

Aunque veo que tienes la edad de los valientes, 
de los que han sepultado su inocencia, 
recomponiendo penas 
que ya no influyen para nada
en tu memoria llena de parásitos; 
aunque el tigre de Borges te ha comido la vista, 
te extrajo ambos ojos y hoy, apoyado en tu bastón, 
bajas por la escalera de la noche, 
del otro lado de la noche: la ceguera..., 
sabes que estás perdido 
en los amables gestos de la ruina.

Tus voces siempre cierran la boca de tu alma, 
ya que el recuerdo de aquellas cadenas 
daña tu innoble corazón.
Sólo te resta enterrar tu amargura, 
los días desolados,
y sufrir la agonía sideral 
de los mortales que se aferran 
a tumbas criogenizadas.

Ves partir hacia el infinito 
debajo de las nubes las pandillas de pájaros 
a punto de encontrar la absolución.
Vas sobrellevando tu vida, 
ignorando que es tarde en el abismo,
oscuramente tarde. 

Con tiempo justo para la partida,
voy cantando en tenor la última canción, 
con buena melodía y con sarcasmo:
«¡Buenas noches , amigo!
Pausa y sigue. 
¡Buenos deseos a tu terca vida!»
Pausa y fin.


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