jueves, 16 de mayo de 2024

Reclamo a Dios

He cruzado los mares sumergido entre peces hambrientos
y monstruos percatados de mi miedo, mundos inverosímiles
donde cualquier humana manifestación
—cualquier deseo reprimido que intentaba liberarse—
era una cadena herrumbrada paso a paso.

Me perseguían las manadas de cangrejos tenaces sus tenazas,
codiciosos de mis errores,
los fetos del atávico recuerdo,
las serpientes eléctricas de las pasiones imposibles,
envalentonados por mi doliente al avanzar.

Con todos los altares en mi pecho
ofrecí en martirio mis días malgastados
y una oración de sangre con su raíz de cuna.
Muchas decisiones erróneas fueron ahogadas
en los oscuros fondos,
bellos pulpos rabiosos me escupieron,
la presión me apretaba el esternón y la locura;
y hoy, ya libre de síndromes fantasmas,
pero aliviado por mi sexto sentido
—aunque de punta a punta he cruzado el mar,
aunque salí del mar muy tarde—,
reclamo en soledad sobre la arena tibia:
¿por qué, Dios, me has negado el mar abierto de Moisés
y la esperanza de una tierra prometida?[/color]

miércoles, 8 de mayo de 2024

Con el palo de fregar como terapia


Todas las veces me da risa lo de siempre.
Antes sí me irritaba,
hoy ya no tanto —practico la empatía—;
pero nunca me acostumbré
a los tenaces golpeteos
de su palo de repasar contra los muebles,
las paredes, las puertas,
metódicamente, durante todo el día,
como si esa tarea
la mantuviese eternamente joven.

Aunque sé que tampoco
puedo sentarme todo el tiempo
tratando de aprender la lengua del fregado,
de igual manera,
ella entrará azotando las esquinas,
el escritorio, la silla, mis piernas, mis ideas,
y me levantaré
para que pula el piso donde estaban mis pies,
con mi sonrisa de condescendencia,
como todos los días,
para que luego de que yo me muera,
nunca sienta que me irritaba
terriblemente su faena de limpieza,
su terapéutica manera de fregar.



viernes, 3 de mayo de 2024

Estampa




Bajo el frutal del patio,
en la fresca mañana de trinos incesantes
--melodías sin tiempo--,
oyendo el traqueteo
de la aguja en la máquina a pedal,
ajeno al hombre que será,
a su propia nostalgia,
sobre la tierra parda
dibuja con el dedo la inocencia,
mientras absorbe su memoria
la atmósfera que el verso exhumará.