jueves, 16 de mayo de 2019

Viaje temporal

En verdad, somos afortunados,
no sólo por poseer ventanas
con enormes vidrios transparentes,
sino de ver cuadros no vividos.

Veo a Allen Ginsberg
admirar al joven
del traje de baño rojo
caminando por la calle.
el siete de julio del ochenta y cuatro,
a las ocho y treinta horas.

lunes, 13 de mayo de 2019

Nocturno

Creo sentir, en estas horas,
la más escasa multitud del hombre.

Al crepúsculo empiezan a llorar las rosas
como si en el barranco mismo de la muerte se cayeran,
con el aroma de la tierra
recién mojada y la alarma del grillo
ante la tensa y helada tiranía en los rincones.

Vuela la sirena de una ambulancia.
En el cuarto de arriba suenan la guitarra y la voz
eterna de Jim Morrison, y de nuevo la luna
y sus paños en mi ventana. De nuevo la añoranza.

Lentamente el ahogo emerge del navío naufragado
y se eleva hacia el cielo pardo y taciturno,
y en el jardín se apagan todas las antorchas,
y el tembloroso aroma de las azucenas se refugia
en el rincón más libre de corriente de aire del garaje.
Este año el invierno muerde.

Como el amor de Cristo coronado,
como un parque de juegos infantiles,
como los manantiales rapsodas de las cordilleras,
como el mutismo misterioso del deseo
que oscurece la noche
y apaga los espejos quemantes...

Tus pechos, hermosas palomas, duermen
sobre el follaje de mis ruinosas amapolas,
y ningún alambre en el cielo, ningún cable en mi panorama.
Todo cuanto está vivo es una lámpara sin protección.

Tu rostro ajado se detiene
y me muestra la pátina perdida de la sala,
se despeña con sus lejanas risas habituales,
y deja su ventana bien abierta
donde un doliente adiós observa desde allá.

Hubo un setiembre eterno nuestro
en una habitación de resplandores,
sublime como el ateísmo que desea
echarse de rodillas. Ni tú ni yo lo recordamos ya.

Se alargan los árboles de la noche, y huyen sus aves
de mi boca. En el silencioso río de la calle
va muriendo el silbido solitario de un hombre en paz,
y mi alma embotellada
flota hacia el mar del gran descanso.

viernes, 10 de mayo de 2019

La joven del autobús

Cuando sale a la calle en la fresca mañana
le persigue la luna
de su celeste noche de placer.

Cabriolean las hojas del otoño
una tras otra. El día es de nácar.

Se encuentra derramada de recuerdos
donde la libertad llegó a las nubes,
y donde sobre las sedosas sábanas
los flechadores ángeles hendían
con sus dagas de luz. 

Llega con brío a la parada de autobuses.

No la hostiga la gente 
en el transporte público atestado.
Apoya su cabeza en el cristal del fondo
y le sonríe a cualquier cosa.

jueves, 9 de mayo de 2019

Guerra al ingrato

1
Fuimos amigos francos; tal así,
que cuando una falsía de su amada
le dejó con la dicha destrozada,
en sus detalles íntimos sufrí.
Y cuando el corazón con frenesí
latía; y la virtud, encadenada
a las vivencias dulces ya olvidada
por ella, se escurría, yo le di
coraje, fuerza, hombro y el sincero
entusiasmo de noble compañero.
Pero todo fue inútil: decidido
a vender su alma al diablo por dinero,
farsante, con la piel del mal nacido,
hizo de la amistad arte fingido.

2
¡Aleluya! ¡Aleluya!, por la guerra
que se viene con su tambor batiente,
que levanta al soldado combatiente,
y el tedio del espíritu destierra.

¡Albricias!, por la vida vil y perra
que llevará, después de ser su mente
vencida por mi astucia, cuya lente
obstruye los colores de la tierra.

Mi condición humana pide gritos,
embriaguez en el triunfo, viejos ritos
que laceren la mística enemiga.

Mi encono es del tigre provocado
que no busca venganza, sino el prado
donde la inmensidad es quien castiga.

miércoles, 8 de mayo de 2019

Visión baldía

No he llegado aquí para encontrar                          
este bosque dormido, los silencios 
carentes de susurros, 
ni esta orfandad de alas                          
que me vuelve a los árboles del simio. 

Me confunde la brisa muerta
queriendo dormitar sobre hojarascas        
en la sombra perenne,                          
pues me tienta su abrigo.               

Busco el verbo del hombre originario,              
la trova primigenia,
la canción de la sangre,                              
para emular las guturales ansias.         

Ruego no ser el peregrino
hasta estos cielos                          
en búsqueda de dioses 
que me han abandonado.                

Sequía poética

Si luego de un tiempo prolongado de nula creatividad empiezas a sentir que un poema se gesta en ti, libre del deseo de fecundación y de la angustia de la carencia, ese es el poema verdadero. Azuzar el estro con la mera vanidad es siempre contraproducente, ya que este estado del ser obedece a leyes de un proceso natural, consecuencia de un vaivén cíclico. Lo que sí se puede hacer es alimentar el hambre del estro (por decirlo de alguna manera), de tal suerte que, como consecuencia de ello, logre manifestarse totalmente. Esta alimentación puede consistir en otro proceso de vaivén cíclico: lectura y pausa, estudio y pausa, ebriedad artística (fundamentalmente música) y pausa, etc.