le persigue la luna
de su celeste noche de placer.
Cabriolean las hojas del otoño
una tras otra. El día es de nácar.
Se encuentra derramada de recuerdos
donde la libertad llegó a las nubes,
y donde sobre las sedosas sábanas
los flechadores ángeles hendían
con sus dagas de luz.
Llega con brío a la parada de autobuses.
No la hostiga la gente
Apoya su cabeza en el cristal del fondo
y le sonríe a cualquier cosa.
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