En verdad,
somos afortunados,
no sólo por
poseer ventanas
con enormes
vidrios transparentes,
sino de ver
cuadros no vividos.
Veo a Allen Ginsberg
admirar al
joven
del traje
de baño rojo
caminando
por la calle.el siete de julio del ochenta y cuatro,
a las ocho y treinta horas.
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