domingo, 4 de diciembre de 2022

La canción de los abismos

La canción de los abismos

Durable temblor de mi azul arteria,
retumbo, lamento de cerrado abismo;
con las alas rotas
hiendes cada noche mi avidez nocturna.

Escucho tu voz remota y herida,
sin nombre, sin nubes, sin eco en el aire.

Una vida entera tajando, invisible,
con gritos de ahogo, duros, persistentes.

Plácido puñal en mi rebelde entraña.
Doloroso sueño, los días sin ti.



Hastío


A veces el hastío determina,
como la muda espada del guerrero,
su golpe terminante, el más certero,
y en aislada quietud nos peregrina.

Otras, nos clava en cruz, y nos desclava
envuelto en pena y en la noche oscura,
manando nuestro ánimo atadura
como la voz de una mujer esclava.

En general, adopta una manera
agresiva de sogas y cuchillos,
de lanza en ristre o de puñal en mano.

Mas sería peor si cruel te hiriera, 
cual hiere la monodia de los grillos
en el silencio el desvelar humano.

domingo, 27 de noviembre de 2022

Chasco de la casualidad


Había deambulado solo aquella noche,
singlando mar afuera
en búsqueda de islas con tesoros.

Llegué a un bar atestado
donde me aposté en una esquina
para lentamente beber mi manija de chopp.
Veía rostros bellos en la barra,
garbosas féminas con las piernas cruzadas.

Una de ellas
giraba su cabeza hacia allá y hacia acá;
parecía abarcar todo el salón
mientras tomaba a sorbos lentos su champaña.
Se visibilizó para mis ojos,
se hizo mi centro de atracción.
Y toda ella era refulgencia:
su mirada, su sonrisa, sus gestos,
y solo se borraba a cada tanto
por el humo, el gentío, las luces de colores.

Su sonrisa buscaba aquí y allá.
Hermoso rictus sobre el gel de la lujuria,
grandes senos hirientes y recónditos,
voluminosa cabellera que reía lánguida,
boca toda brillosa y húmeda
y ofreciéndose a la casualidad
de algún destino.

De pronto, la mirada
se proyectó provocativa
muy muy cerca. . . ,
muy muy cerca de mi anhelo,
para perderse luego
por el humo, el gentío, las luces de colores.


lunes, 14 de noviembre de 2022

La belleza demoniaca

La belleza del lodo y de la muerte,
de la traición artera y de la intriga,
del que, una vez perdida toda suerte,
reta al arma enemiga.

En mera conjunción de los colores
y en la seda real con que se enviste,
cuando trasmite amores y dolores,
la belleza no existe.

Pero, sí, ella emerge cuando apaña
el súcubo doblez de las serpientes,
y con matices ígneos engaña
los ojos inocentes.

domingo, 13 de noviembre de 2022

Búsqueda


Dijo Kabir: «es la búsqueda lo esencial.
Soy esclavo de la esencia de la búsqueda».

Tratando de atrapar mis versos,
en la prolongada lucha
recibí una herida,
una herida para siempre,
pues mis versos son humos,
y mis anhelos mis manos.

Seguir tratando, quizá,
parecería una obsesión;
pero, así como comprendo
lo imposible,
en que es posible
sigo con terquedad creyendo.

Reclamo a mi vida, entonces,
tiempo para seguir buscando.



Decepción

Cuando quise buscarme a mí mismo,
en infinitos caminos me perdí.

Siempre supe que había nacido,
ciertamente,
para nunca encontrarme,
pero jamás para perderme.

jueves, 10 de noviembre de 2022

Tarea de la ingrata prolijidad

El jardinero abriga la paciencia
de aguardar sigilosamente el brote;
y la lucha frontal contra el azote
del tiempo, su labor convierte en ciencia.

Con ímpetu recoge la palabra
del verde, su matiz en la penumbra;
y con ella su percepción alumbra,
y tras las hojas su quimera labra.

En el albor, su espíritu contiene
los gravitantes pétalos del día,
el pulso del pigmento en sus colores.

Y en la luz del crepúsculo, retiene
la muda brillantez: melancolía
del alma sucumbiendo a sus rigores.

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Testimonio

En aquella futura vida,
en la cual seguirán
sosteniéndose las pasiones,
estaré ya dormido
profundamente bajo tierra,
y no alcanzaré a divisar
los nuevos sembradíos
que reverdecerán la tierra.

Para vosotros, hombres del futuro,
dejo aquí la constancia
de mi existencia efímera
y de mi saludo afectuoso.

jueves, 3 de noviembre de 2022

Cuando muere el dolor

Cuando muere el dolor,
la estrella que estuvo temblando absurda
en la desolada geometría del espacio
sacude conmocionada
su insoportable hastío
y danza ante el universo entero
la serenidad de mi alma.

Cuando muere el dolor...
¡de nuevo existen las estrellas!

El jardín

Ya no sé
si es más real
aquel jardín florecido
o éste, abandonado.

Interrogante

Para morir
haber vivido.
¿Habré vivido
para morir?

Testigos

Detrás de mí
vendrán los otros,
los que confirmarán
que estuve aquí.

Cuarenta años

Ahora soy el tiempo de un verano casi ido,
un mediodía que se aleja de su aurora.
Calcinado deshojo las hojas de mi vida.
Voy matándome irremediablemente para vivir.

domingo, 16 de octubre de 2022

Oda a la poesía

Oh, aromas de las brisas de los versos,
que en largas noches cálidas de estío,
con leves soplos llegan susurrando,
cuando el cuerpo rendido
siente el grosero acoso
de insectos agresivos
de los hostiles climas.

Fugaces paroxismos
y vivaces relámpagos que encienden
la honda oscuridad del infinito;
y en búsqueda obstinada,
con cánticos divinos
acrecen la esperanza,
cuando en el cielo los adversos signos
de la órbita abismal raudas escapan.

Ay, silencios y gritos,
que en largas soledades
desmayan doloridos
en infames tormentos,
en pérfidos martirios;
y atizan el quebranto
eterno allá en los limbos,
saturando de nieblas
vitales pasadizos
del alma que atesora eternidad.

Las musas con sus liras y sus bríos
pregonan la victoria,
aplauden la dación y el sacrificio,
y auguran la derrota contundente
sobre el caos del corazón sufrido.

Los versos son las armas,
las lanzas, los martillos,
el hierro artesanal
que crea los resquicios
a dioses y demonios;
y llega hasta los cirios
de ínclitos altares,
allí donde el camino
se promete anhelado y transitable.

Oh, espíritu encendido.
Oh, garfios poderosos
de metálicos trinos,
que arrancan los estratos putrefactos
de pechos corrompidos
de cansados poetas,
y dejan peregrinos
los viejos corazones
que se hallaban cautivos.

Oh, fuerza adormecida:
crisol de lo vivido,
energía y vigor
que en acordes amigos
regalan a los días
los misterios y símbolos,
la luz de las estrellas,
los célebres vestigios,
el canto de las aves,
los dones narrativos,
la efímera belleza de las flores
que en métrica y rocío
nos libran de las nubes tormentosas,
y expone ante los ojos con sus signos,
en grata compañía de los dioses,
el límpido cristal de los olimpos.

sábado, 15 de octubre de 2022

Incertidumbre

Quiero encontrar
en esta siesta adormecida,
sentado a la sombra oscura
de un árbol de mango enorme y floreciente,
un descanso justo para observar
el vuelo lánguido y errante
de las engreídas musas.

Quiero saber
qué harán sin mí,
sin mi materia,
sin mi sangre.

lunes, 10 de octubre de 2022

La batalla de la noche

Se demora la noche y recién nace,
como el sendero injusto hasta el olvido,
por donde ingreso sin vituallas suficientes
hasta mi mesa de trabajo,
en soledad,
a martillar sobre la sombra.

Inflama su color,
como los hornos de las fundiciones,
me quema en el semblante,
en el cerebro, en la memoria,
y me quema sobre mis brazos,
sobre mis dedos,
sobre el dolor,
como infinita lucha por refrescar el hierro,
por darle forma,
y siempre contra la fatiga,
el miedo, el agobio, el hastío,
por detrás de mi máscara.

domingo, 9 de octubre de 2022

Pérdida de tu recuerdo


Yerro definitivamente desligado
de las calles que hoy transita tu existencia,
quizá reconocido en tus trajines
como un rostro distante en el iris de un miope
o en el resabio exiguo de los besos.

Tal vez me esbozas, todavía,
—como homenaje compasivo a mi pasión intensa—,
ansioso en las butacas de tus bares,
en los cuartos de hoteles ya sin nombre,
o en esas sábanas perdiendo
su tinte en tu memoria.

Me duele ese recuerdo que agoniza,
más que el amor perdido.

sábado, 8 de octubre de 2022

Para cantar has callado todo el tiempo

La condena y el gris silencio
—velámenes de tu fracaso—,
te dieron esta larga calle pedregosa.

Si escuchas las cadenas de tu voz,
acaso tintineen todavía,
en un idioma de primates,
tus vocales cosidas a sus óxidos,
palabras inconexas de submundos,
canciones guturales de lluvias inclementes,
arritmias
que te buscaban a ti mismo.

Acaso traes
de las noches su herrumbre:
el hastío, la saciedad
de las inmundas ratas
—bucólica del cuervo—,
los soeces cerrojos de la risa;
y en el alba, un inútil despertar
por los calambres del encierro.

Reconstruyes los lejanos ladridos,
revuelves tus heridas
y hechas espuma por el ánimo.
Has vivido sin piel muchos inviernos,
sin comprender lo que perdías:
el horizonte prominente
y tu amor por la búsqueda.

Pero ya entonces, y aún más ahora
te importa la emoción del caminante
—siendo claro que el sueño no existe todavía—,
porque los golpes y la indigna humillación,
el quiste de los sucios sentimientos,
te dieron esta insólita manera acompasada
de evocación y alivio.

viernes, 7 de octubre de 2022

La ceguera de la luz del día

(Yo la miro -esplendente, ella-
cayendo en láminas de vidrio
entre las ramas ocres.)

¿Cómo puede la luz del día
que está ahí, meridiana en sus matices,
iluminar la risa
de la joven que pasa ensimismada,
ajena a los curiosos, como quien viene
de una alcoba de amor inagotable?

¿Cómo puede
tanta luz
esfumarse de languidez
-foto antigua-,
y enceguecer el alma
ante tantos tesoros en detalles
de nuestra vida cotidiana:
mirar con absorción las nubes
desde un autobús atestado,
devolverle su cielo a un pequeño
en brazos de su madre
que sin razón aparente nos sonríe,
visitar el cementerio
donde está enterrado nuestro padre
para decirle que sentimos mucho
los silencios desgraciados
en tantas ocasiones perdidas?

¿Cómo puede
tanta luz no mostrarme
que cada instante es una hoja
cayendo en esa misma luz,
donde no existe chance alguna
de retener la gradación
que sucumbe en la sombra de los árboles?

lunes, 3 de octubre de 2022

Porfía necesaria



Anhelo recrear tus calles
con lúdicos grafitis
cuando desuelan soledades en tus plazas.

Dibujarte en la nieve, como a la luna
las hebras del ciprés cayéndose en el aire,
y reescribir tu historia con mis códigos:
páginas de embriaguez, visión de sitios claros,
los jardines del tiempo y sus latidos,
todo lo que haya sido real y duradero.

Diseccionar tus ratos,
cuando hacías del tiempo una hondura infinita;
y de la lluvia, incógnita y certeza;
y del cielo, celeste y fugitivo.

Y empuñar tu destino, su aventura
de sueños mitológicos,
donde logre ser mártir de tus nocturnas glorias,
dejándome morir en el altar
de tu pirámide, inmolado.

No sé si pueda abrir nuestro futuro,
pero puedo nutrir esa complicidad
por la que nunca más debiéramos
evitar lo que ansíe suceder.



domingo, 2 de octubre de 2022

Sepulcro en la noche

Así como una mandolina busca
el beso dócil
de la canción exacta;
la tarde,
sobre mis ojos pájaros,
la beldad del crepúsculo;
y el verde,
en el azul turquí,
el negro de la sombra.

Llovizna sobre el patio
mutismo de muralla y bicicleta.

Susurran los ramajes, susurran
voces de albergue,
voces por la demora de las aves.

La casa está enlutando sus visillos.
Espero que el deleite de la brisa
y las luciérnagas
y los dioses jocundos
me acerquen los puñales de los besos
y la dulce agonía
y la gloriosa muerte hasta mañana.

sábado, 1 de octubre de 2022

El músico


Oigo los tímidos acordes,
en áspera armonía combinados,
ascender y bajar en compases hirientes.

Noto los dedos duros, malheridos
sobre la cuerda indócil,
vertiendo progresiones imprecisas.

Tenaz, el alma,
lanzándose frenética en su fe,
desde la cima con la guitarra pronta,

surca al final —balada en mi menor—,
la consonancia del heroico vuelo
en el olvido azul del gris aprendizaje.



viernes, 30 de septiembre de 2022

Es imposible amar la lluvia de este día

En el momento de mayor ceguera,
de suspendida ensoñación,
llegó la lluvia con pinceladas libres,
barnizando los árboles, las alas de los pájaros.

Su voz aturde —eterno duende—,
punza el aroma a mundo antiguo,
agobia la eufonía de entrañables anécdotas,
galopes de nostalgia que transitan
los prados infantiles.

Corpúsculos de acero caen
sobre el tendido césped del espíritu,
sobre la rosa cardinal del alma.

Ya no alcanza su hechizo
ante la vil tarea de espantarme
las moscas de la herida.

Eco hostil de la angustia,
néctar tardío,
lienzo inservible a la mirada lívida.

Ha llegado la lluvia con sus diosas alegres,
pero no logran arrancarme
de mi sed harapienta 
en este escaso fluir de mis nacientes.

domingo, 25 de septiembre de 2022

Tránsito



Como todos nosotros,
segundo por segundo,
ella también está cayendo
en el abismo irrevocable de su tiempo.

La gravidez del vientre
en el incómodo sofá,
la lánguida mirada
soñando su maternidad.

En el hijo que espera,
así mismo, el gusano de las horas
va irrumpiendo en el lodo 
de su engendrada finitud.


viernes, 23 de septiembre de 2022

Puta soledad

Si mucho padecí ante el vacío
de la noche la puta soledad,
y azorado escuché en la inmensidad
del alma su pavor, su acento frío;

si la mudez de la infinita nada
en el hondo desánimo detiene
su aroma sostenido, que contiene
sólo angustia y razón encadenada...,

me arrancaré la insoportable piel
para abrazar, sangriento y sentenciado,
al destino con carne ya desnuda,

para beber mi amarga y propia hiel,
y hundir todo mi sueño domeñado
en la indolencia de su alcoba muda.


jueves, 22 de septiembre de 2022

Tu ausencia cotidiana


En tu ausencia diaria, la casa es una triste pajarera,
donde los pájaros parecen dormitar,
con sus alegres melodías, bajo las alas.
La habitación ya no es tuya ni mía. Ya no es el nido.

Tu ausencia circunscribe mi costumbre
al duro combatirme en el lenguaje, donde
pone alambradas en mis campos isotópicos,
y mi boca se inunda de blasfemias contra el mutismo.

Cuando te vas, te llevas los cuadros, el azúcar del café,
un ojo de mi cara (el otro espera la hoguera del crepúsculo).
Cuando te vas, me dejas amputado en el desierto de la cama;
se secan mis raíces por ti regadas en la noche.

Cuando te vas, me dejas mucho menos
de la mitad de nuestra dicha. Y al decirme tu adiós cada mañana,
escucho hablar a las paredes: «en ti, contigo». Y una lluvia de sombra
empapa y oscurece mi voluntad arrinconada.

A tu vuelta repones cuerpo y alma, la persona quien soy,
la risa que llevaste, el hueco entre tus brazos, mi piel, mi rostro,
y puedo ser de nuevo en esta noche el pájaro dichoso
que esperará mañana en otra cotidiana soledad.


Trabajo sucio en el jardín



Existe en el jardín la labor pestilente:
la penosa tarea para ser delegada.
Si las flores son relegadas al olvido
solo reclamarán supervivencia.

El diestro jardinero precisa un asistente
que canjee su esfuerzo por remuneración,
indiferente a la belleza, y frío su coraje
ante los pétalos sedientos y la policromía.

Debe lidiar con las malezas grises,
fertilizar la tierra, transportar las macetas,
humedecer los pétalos, vigilar los trasplantes,
ejercer las tareas que abruman el espíritu.

Igual que las parásitas orquídeas
prendidas a los grandes árboles,
creará el jardinero la belleza
gracias a la vitalidad del tosco.

domingo, 18 de septiembre de 2022

Vigilia del instinto




Con el mudo lenguaje de los cuerpos
se hace dicha el encuentro frente a frente.

La fastuosidad del paisaje
desde el castillo en la cima del mundo.

El fuego del volcán en las laderas
y el miedo a destruir las fértiles comarcas.

El ardor que somete al crudo invierno
en la nocturna inmensidad.

La anhelada emoción en el recuerdo
para las subsiguientes primaveras.

Los instintos tocándose
en la infinita noche
como pétalos de una misma rosa
con el mudo lenguaje de los cuerpos.

Eterno ciclo



El viento hoy parece
temblar sobre las copas de los árboles,
mientras se dobla el denso follaje a su merced;
y las raíces bajo tierra
perciben la flexible oscilación
de los enhiestos troncos,
y se estremecen las flores a punto
de lanzarse al vacío y emigrar
con sus cofres sagrados.

Allá espera la tierra húmeda
con su pubis abierto a la fecundidad,
ansiosa de acoger el prodigio del código
que brindará a los vástagos
el milagro de la perpetuidad.

Allá espera la lluvia tranquila o tempestuosa
para avivar el fuego
de la pasión,
ahogándola.

viernes, 16 de septiembre de 2022

Tormenta

Cae con furia la tormenta
sobre las copas gemebundas
a lo ancho del viento,
como declaración de guerra a la quietud.

Un dios la instiga
desde la negra altura,
mientras los pájaros se encogen
asustados entre los árboles.

Fijamente, la luna me percibe
a través de las ráfagas,
mientras su antigua luz deshabitada
alarga el tiempo y el suplicio.

Nunca antes sentí tanta inclemencia
para escribir dos versos más.

jueves, 15 de septiembre de 2022

El hombre en la eternidad




No somos seres vivos
mansos, sedientos, acercándonos
a la única laguna africana de la feroz sequía.

No es que caminamos inexorablemente
a la noche sin luna.

Podríamos andar cantando por el mundo
siglos enteros, presenciando
cómo el hombre se eterniza fervoroso
con los juegos carnales.

Podríamos andar hipnotizados
de nuestra condición humana.

No es siquiera el tiempo. El dilema surgió
cuando nos volvimos rebaño de la eternidad.



miércoles, 14 de septiembre de 2022

Anécdota de una noche con mi hijo


Mi hijo está sentado en el jardín
y la noche está perfecta y estrellada.
Sin amor no tienen los hombres una buena casa,
con un jardín bien cuidado, donde los pájaros
emiten sus alegres cantos, de tal manera
que un pequeño paraíso los refugia.
 
Mi voz es una soga que lo tiene ligado por el cuello,
imposibilitándole zafarse, ¡y hoy es sábado:
el cielo de la rubia de la esquina lo espera!

Mi hijo calla: «cuando joven, tú también
tuviste mujeres que te esperaban».

Pero hoy le exigí que nos vayamos de juerga,
y caminamos por los suburbios de la ciudad lujuriosa,
bebiendo ríos de cerveza,
abrazados como dos alegres vagabundos.
Sin amor, la cerveza se amarga rápidamente,
y se hace imposible colocarle oropeles
a las palabras que fluyen en el diálogo.

Frente a un prostíbulo, le dije:
—si decides practicar sexo con rameras,
no te olvides que no valen nada sus sonrisas,
el recuerdo será siempre un cuadro volteado,
y llevarás cada vez soledad hasta la cama,
y tu deseo de amar se duplicará.

Las putas siempre se acuestan como cadáveres
en las largas trincheras de la noche,
en heroicas batallas por la vida.
Sin amor pueden pasar hasta cien soldados
sobre su físico cansado,
sin que por ello el ocio se vea amenazado (ni la sonrisa).

Lo llevé a un bar (no deseaba ya otra cosa
que no fuera mi amistosa compañía).
—Sólo deseo recordar —le dije—. Pues, te contaré
cómo fue mi inolvidable amor con tu madre
para que aparecieras como un pez cristalino
chapoteando en el agua de nuestros lagos días.
Y cómo empezó a llamarte mi voz de padre, ese hombre
que pocas veces fui y nunca me perdono.

Hoy una ancha sombra nos separa, hijo mío,
una sombra de adultos sin ganas de reír al mundo;
y tu hijo, mi nieto, quien sonríe a mi lado con su chocolate,
deseará también él ostentar un padre que le cuente
cómo el inolvidable amor se abre de repente.



jueves, 8 de septiembre de 2022

Tiempo y existencia


Siento miedo, casi pánico,
de enfrentar la baraúnda
desolada de mi cuarto,
del insomnio en soledad.

Miedo de mí mismo, miedo
de los íntimos demonios
que ríen como verdugos
de mis hondas ansiedades.

Estos versos oportunos,
congelados de temor,
son excusas: minuteros
de un reloj inexistente.

Troncos que flotan apenas
en las aguas de los siglos.
En estos versos amparo
verso tras verso mi vida.

Que pase, que pase el tiempo.
Que se deslice la noche.
Que amanezca el nuevo día
sin alborada, sin sol.

Que pase, que pase el tiempo,
mientras pueda eternamente
repetir y repetir:
"¡Que pase, que pase el tiempo!"



martes, 6 de septiembre de 2022

El demonio sacerdotal

Habita en ti un demonio originario, sacerdotal; 
se alimenta de axiomas, de certezas antiguas,
de verdades impuestas, de postulados obvios,
así como de oscuros mandamientos
que recibe de su naturaleza;
y emite bárbaros gruñidos
cuando deseas auscultar su gruta.

Duerme tranquilo en tu vigilia,
como si oyera cantos de sirenas
a orilla de los ríos apacibles de tu sangre,
como si la rutina lo calmara.

Pero en la noche, ebrio de ansiedad, despierta,
reconoce su angustia cuando baten las alas
de vampiro impasible de tu agnosticismo,
y con su enorme hambre de certezas
te muerde las entrañas,
te exige más zumos de la razón.

Habita en ti un demonio duro de vencer,
que no acepta galopes a pelo y sin brida,
que no puedes matar para expulsarlo.
Todas las noches sales
destruido por su ciega rebelión.
Vive en los laberintos,
en las mazmorras de tu gran memoria,
gozando de un zumbón libertinaje,
aboliendo intuiciones y metáforas.

En tanto te percibes enjaulado
en su excesiva lucidez,
él sólo quiere para sí la sangre
que va vertiendo tu batalla.

lunes, 5 de septiembre de 2022

Los valiosos años que me quedan

 



Ya no me asustan las miradas venenosas.
He dejado de huir de las calumnias,
de los cuerpos que buscan con su abrazo
contagiarme las ganas que tienen de morirse.
Aunque aún no logré aplacar mi terror a la muerte,
mi voluntad persiste heroicamente
encadenada en la galera de los días,
aferrada al remo con ambas manos,
venciendo con canciones quejumbrosas
el espantoso grito de la fatalidad.
En esta travesía de silencios
mi cuerpo se ha robustecido
y nunca caerá bajo el látigo del futuro.
Largos años de empeño en esta esclavitud
he soñado partiendo con Ulises
en búsqueda de tronos y tesoros,
y de la paz que haría iluminar
el sendero de mi destino, la batalla,
la gran batalla de los visionarios.
De ahí mi gratitud a los estoicos compañeros
que vienen sosteniendo los pesados días,
mirando siempre al frente, hacia el olor a selva,
hacia el bullicio de las aves, hacia el caudal inmaculado.
Mi inmensa gratitud a los que siguen sosteniendo la ilusión
de percutir la eternidad irrevocable.

Una manera triste de mirar atrás


Cuando pienso que tuve la razón
me quedo silencioso,
y no me veo bien frente al espejo,
y por dentro me siento desolado.

Te hablo a través de mi tristeza,
a través de los besos que dormitan
sobre tu nuca suave y temblorosa.
Te hablo desde el amor eterno,
como una ciudad inundada para siempre.

Lloro la perfección perdida de nuestro jardín,
donde de cincuenta especies de orquídeas
lográbamos matices de colores
que alegraban nuestros atardeceres.

Lloro esta manera de mirar hoy el mundo,
estas calles urbanas que perdieron
sus risas de recuerdos hondos,
entre paso y paso de soledad,
de inmensa nocturnidad que te arrulla.

En mi espíritu recrudecen
esas habitaciones plenas
donde me convencí, sin ninguna razón,
de nuestra fuerte intimidad
libre de alteraciones y fantasmas.



domingo, 4 de septiembre de 2022

Quevedo contra Góngora


Preciso es que Góngora y Argote
responda a mi soneto con altura;
pues si el reto lo vence con ventura
hará que la cantera no se agote.

Honro sus versos, oro son, lingote
que irradia como el sol en su alma oscura;
y en mí también, pues, mía es la pura
agua que riega del jardín el brote

que florece en mis versos populares,
reinando aquí en Madrid, como cantares
que la gente repite de memoria.

Preciso es que gane yo esta guerra,
para el delirio póstumo en la tierra, 
llevándome el laurel de la victoria.

sábado, 3 de septiembre de 2022

Me siento triste en este día

Me entristece
no cobrar mi verso acumulado:
cientos de duendes,
miles de nenúfares callados,
diez miles de brillantes mariposas,
millones de explosiones de alegría,
y una luz dispuesta y perfumada
tendida sobre sábanas del viento.

Aunque vengo de decirme que soy rico,
pues árboles inmensos crecen en mi patio,
pues tengo un palomar de consonantes,
pues no estaré sin agua en la sequía,
pues tengo asegurada la esperanza
y el amor a la vida, a su donaire;
pues tengo un zoológico de cantos
y las musas sonriendo en mis ideas.

La lucha de poderes, las pasiones,
el ajedrez del jubilado,
las rosas, ¡ay!, las rosas, ¿cómo olvidarlas?,
las de Quevedo y Góngora.
¡la luna!
la luna de Virgilio, de Dante y de Ariosto,
la luna de Julieta,
la luna de Armtrong que es la nuestra.

Infinitas son sus formas.
Infinitos sus ojos.
Infinitas sus bellezas.
Infinito es el llanto que me acosa.

Ciertamente, estoy triste, porque
veo a mi esfuerzo morir en soledad;
pero más triste sería morir en este día:
hace un tiempo ideal 
                                   para poetizar.

viernes, 2 de septiembre de 2022

Señales




Si la avidez por las figuras lujuriosas
deja de ser la clave
de la compañía que buscas,
si en el contacto y en el beso
descubres la sinceridad
de tu propia torpeza,
si sientes que en las flores
existe el enigma de la belleza,
si vuelves a entrever
el infinito de la infancia
con el asombro de las mágicas revelaciones,
si días y noches se vuelven
una perfecta ostentación de la existencia,
si recuperas tu interés en las canciones
que hablan de las humanas costumbres de la vida...,
sabrás entonces que has hallado
las señales concretas
de una bifurcación de tu destino.

jueves, 1 de septiembre de 2022

Rutina


Arrolla el cielo
con su color de plomo antiguo
las barreras del ánimo.
Los árboles entonan en las cuestas
reproches de humedad.

Rostros graves observan
—cómplices del hastío—,
el sofoco del día,
mientras el tren prosigue
su gusano marchar por la montaña.

Una llovizna cruda cae
en el destino cotidiano,
del mismo cielo
de mañana y ayer.

Asfixiante me aguarda la estación
de otro lunes cualquiera.

martes, 23 de agosto de 2022

La estructura


                                                     A Jerónimo Muñoz

Eres una estructura ya perfecta,
un ser perfectamente estructurado,
sobre cimiento duro levantado,
una torre soberbiamente recta.

Pero tus hierros sienten la imperfecta
índole con que el tiempo te ha marcado
luego de haberte altísimo elevado;
aunque, por suerte, nadie lo detecta.

Continuará causando admiración
la majestuosidad edificada,
y el mundo loará con emoción
ante cada tormenta superada.

Mas, solo tú sabrás que tu grandeza
no aspira excelsitud sino belleza

lunes, 22 de agosto de 2022

Sé quién es el hombre que me habita


Una insondable oscuridad impera a veces
en mi garganta,
y no descubro los acentos
ni siquiera para imprecar contra la infamia de mi estado.

Tanta vida con nuevas resonancias, y pareciera que sigo recluido
dentro de una caparazón de agitados silencios,
como si el mundo fuese a acabarse mañana,
como si la mudez fuese agonía última.

Numerosos destinos están truncos,
y yo estoy entregado a una marcha
cuya única virtud es la macabra precisión de los pasos.

Aunque amo todavía, ya no detento el aura del amante.
Aunque vivo en familia,
huelo a la soledad de un campo arado.

domingo, 21 de agosto de 2022

Voz eterna

En soledad, con entusiasmo frío,
eterniza su voz en la porfía,
pobre rana croando todo el día
su acento áspero, sin luz, sin brío.
Y oyéndose en el bronce del estío
maldice en su tenor la melodía,
aquel lamento triste en afonía:
«La música es la gloria del vacío
que nace en la región de los desvelos
y surca como pájaros ansiosos,
sostenidos por alas resistentes,
hacia la altura y brisa de los cielos,
como susurros de ángeles virtuosos
cantando en las escalas ascendentes».

viernes, 19 de agosto de 2022

Esclavo y liberto

Claro que puedo yo
cortarte las cadenas
y lavarte las llagas
provocadas por ellas.

Pero ha brotado en mí
una duda temprana
en cuanto a la actitud
de tu persona esclava:

¿acaso no estaré
buscando liberar
a quien en el futuro
me querrá encadenar?

jueves, 18 de agosto de 2022

Horas muertas

Cae la tarde opaca, y lentamente
hacia el hogar los pasos encamino;
un vago decaer que no domino
va ganando mi espíritu indolente.

La garúa que baña fríamente
las casas y las piedras del camino,
y en el callar del melodioso trino
cubre con una bruma opalescente
la inmensidad del cielo encapotado,
moja también mi transitar interno.

Porque al caer la tarde de este invierno
es la meta el edén de un dios cansado;
la vigilia, de un ángel amarrado;
y el tiempo, tiranía del infierno.


miércoles, 17 de agosto de 2022

La construcción del muro

    “¡Basta ya! La palabra es un ladrillo. ¿Me oísteis?” León Felipe.


Mañana alcanzarás en el empeño 
de levantar el imponente muro,
más allá de los límites del sueño,
la visión del edénico futuro,                   

armonizando arpegios de guitarra,
trinando sobre rígidos esquemas,
liberado de injurias, de anatemas,
y del trato vulgar que te desgarra.

Ágilmente, la plástica argamasa,
irá creciendo hasta encender la umbría
hora del dios que niega simpatía
al hacedor de la estructura y masa;

al mortal noble que jamás se atrasa
en elevar su ofrenda escrupulosa,
pese a que sea escasa y azarosa,
en el sediento páramo la caza.

Cuando con suma rapidez, el muro
se eleve hasta la altura no esperada
por los fracasos, ganarás el puro
aire de libertad y gloria alada;

y hollarás desde lo alto la gregaria
y gris costumbre del insecto humano:
la socarronería del cristiano
y el petulante idealismo paria.

¡Basta! En la infancia, malicioso daño
haz recibido de los monasterios,
con sus odiosas loas al rebaño,
que hoy prefieres las dudas, los misterios.

Te han dicho que la mole construida,
por causa de impensados accidentes
propiciados por traicioneras gentes,
puede ceder cimiento y ser destruida;

y en ese caso, el corazón y todo
el esfuerzo: tesón, brío y coraje,
se hundirán en el repugnante lodo
del imposible orden que lo ataje.

Es una posibilidad muy fuerte,
pues no desconocemos lo siniestros
que son los enemigos, y cuán diestros
se muestran en aniquilar la suerte

del hombre luchador, del paradigma
en levantar el firme y elevado
muro; mas, no te sientas abrumado,
porque tu voluntad guarda su estigma.

No eres ajeno a las dificultades
que presenta la construcción de muros,
pues cada quien expone sus oscuros
análisis y mil contrariedades.

Mas, pese a la amenaza de los males,
la obra que principias a entrever,
no podrán los demonios detener,
aunque antepongan armas demenciales.

Dejarás, en extremo, tus jardines:
la poda del rosal policromado
y de aquel crisantemo descuidado,
pues son en tu labor futuros fines.

Seguirás trabajando con la piedra,
exento del espíritu remiso,
con firme y duradero compromiso,
como el tesón de la sufrida hiedra.

Y con finas molduras de acabado
tu trabajo darás por concluido,
tu esfuerzo inagotable por pagado,
y tu existir contento por vivido.

Y cada mano tuya que levanta
un ladrillo, reviste la manera
de requerirle a Dios y a la Quimera
el grito triunfador de tu garganta.



martes, 16 de agosto de 2022

La peste




Acosado por seres pestilentes
que acechan mi vivienda y mis ensueños,
en las trincheras de las madrugadas
con afán busco mi fumigador.

Luego de respirar los puros campos
y los límpidos bosques y arroyuelos,
por causa de un clamor civilizado,
hoy estoy combatiendo con la peste.

Me agobia soportar tantos embates.
Son muchos y porfiados y sañudos.
Nunca descansarán hasta que el alma
acalle su canción existencial.

¿Encontraré el lenguaje poderoso
que convenza: «matándome se matan»?

lunes, 15 de agosto de 2022

Las infinitas muertes

Los múltiples destinos que pudiste
haber andado: las posibles vidas
engendradas de un mismo nacimiento,
implican también muertes infinitas.

Son muertes que serán y que se dieron;
y en el tiempo dibujan las distintas
ramas, aquellos múltiples vestigios
de metas azarosas y perdidas.

La muerte física, que no es la última,
es también nada en la conciencia tímida:
un haz de luz de rayos infinitos.

Sorprende que entre tantas inequívocas
muertes, sigas esquivando el fin
en cada instante de tu larga vida.



domingo, 14 de agosto de 2022

Tañe la campana

Tañidos de campana, tañidos que te sueñan,
que tocan al olvido y a mi nostalgia tocan.

Reino de ayer perdido que en la noche repica
y escucho destronado mi soledad en sombra.

Cuánto quisiera el cielo me restaure tu amor,
y fulgure de nuevo para encender sus blondas.

Y de nuevo la dicha me aprisione callada,
y en la noche infinita acumule sus horas.

Y danzando repase en su manto tus ojos
que se hicieron estrellas en mi oscura memoria.

Tañidos por tu ausencia, atroz, irrazonable,
en duros sones rotos como lágrimas rotas.

Ya no esperas que atisbe tu corazón oculto,
tu amor desenfrenado y tu alegría loca,

la sellada razón de aquella complacencia
que infundía delirios bajo tupidas frondas,

llenándonos de trinos los árboles del día
por la ventana abierta de tu feliz alcoba.

Cantaba alegre el ave el canto de los cielos,
y cantaba en mi boca el himno de tu boca.

Mientras sigue en la noche tañendo la campana,
evoco nuestra dicha y en mi jardín tu rosa.

El señor que no se moría



    Don Gregorio está sentado en su sillón de mimbre como todos los días. El jardín de su casa, como todo lo atado a él, se encuentra semiderruido. Muy cerca de la verja mira la calle, saluda a la gente que pasa, pudiendo, increíblemente, reconocer a cada uno de ellos.

—Hola, Antonio. ¿Cómo le trata su reuma?
—Adiós, doña Dolores. Sus hijas, ¿todas bien? Me alegro.

    Don Gregorio ha perdido la cuenta de sus años (o se hace el astuto para despistar a las doncellas; para no asustarlas). Nadie sabe en qué año nació, ni siquiera sus hijos (como seis, perdidos en el tráfago de la existencia; el último que lo visitó se encontraba viudo, sin esperanzas de reincidir en el matrimonio). Así, pues, vive solo, y ni yo sé cómo hace para mantenerse, dónde guarda sus recursos (también se preguntan los rateros del barrio). Lo cierto es que todas las tardes, a la misma hora, y hasta la misma hora, se sienta en el jardín para mirar la calle y saludar a la gente. Esta costumbre se ha vuelto una estampa del barrio, un reloj como el Big Ben («ya son las cuatro: don Gregorio ha salido al jardín»), y también se ha vuelto una espera; es decir, el juego de la espera. Todos los habitantes del lugar, sin excepción alguna, lentamente fueron metiéndose en el juego que algún aburrido habrá creado. Un juego de apuestas, como una quiniela de la muerte. Se trataba de acertar el día de la muerte de don Gregorio; es decir, se trataba de acertar si mañana don Gregorio saldría al jardín. En los primeros tiempos, la relación era de diez por uno; de cada diez, nueve apostaban por la continuidad de la vida de don Gregorio, y sólo uno predecía su muerte. Después, con el correr de los años, luego de pasar la década, los apostadores iban inclinando la balanza hacia la muerte; y, hoy por hoy, los papeles se han invertido: nueve de diez apuestan que mañana don Gregorio será cadáver. Y cada amanecer es una ansiedad tremenda la que envuelve al barrio; más de uno deja de asistir a su trabajo, ante la premonición de que ése será el gran día. Las apuestas se multiplicaban en proporción geométrica, grandes sumas estaban en juego, en metálico y en bienes (algunos tenían en juego sus casas). Y don Gregorio seguía. A pesar de que sus piernas empezaron a fallarle y, utilizando un improvisado bastón de rama de guayabo, salía a duras penas a cumplir con su rito, no se rendía. Parecía adivinar y formar parte del juego. Parecía un pequeño dios que se divertía con la ansiedad de la gente. Parecía decir: «me moriré cuando yo quiera, carajo». Incluso, un día, dio la sensación de haber hecho una broma macabra, pues no salió al jardín de puro antojo. Por suerte, alguien pidió que se compruebe el deceso, antes de efectuar el pago de su apuesta. Y para alivio de algunos y consternación de muchos, al otro día, don Gregorio, reapareció vivito y coleando.
    La historia parecía no tener fin, hasta que corrió la voz por el barrio de que un joven desesperado, con destino criminal, por lo visto, había decidido asesinar a don Gregorio para ganarse la apuesta. La mayoría de los jugadores protestaron; algunos quisieron recular en sus apuestas, porque decían que eso era trampa. Pero otros decían que el juego no tenía reglas, que la mano divina o de quien sea puede hacer que el juego termine; al fin de cuentas, que se joda el asesino, ya que se irá a pudrir en la cárcel. Y empezó el problema de la muerte anunciada; que será mañana, no, la otra semana, el lunes, porque el lunes es día de hastío, no, el sábado, para cobrar y farrear a lo grande. Y don Gregorio no se moría; seguía saliendo todas las tardes a saludar.

—Buenas tardes, don Hermenegildo. ¿Todo bien? ¿Sí?... Yo, bien, amigo. Me voy de cuerpo como un bebé.. Meo bien… Mi azúcar, menos de cien… Mi corazón funciona como un motor eléctrico.
—¡Eh! ¿Qué tal, compadre?... ¿Ah, sí?... Entonces, ¿se fue nomás la comadre?... Mis pésames, ¡cuánto lo siento!... Sí, era una mujer inigualable.
    
    Así pasaba el tiempo, hasta que un día sucedió la primera desgracia: dos apostadores se liaron en una discusión que terminó en la muerte de uno de ellos; y este hecho encendió la mecha, y dividió al barrio en dos bandos que se odiaron a muerte: los que apostaban por la muerte al otro día, contra los otros. Rápidamente se desencadenó una guerra terrible, donde incontables murieron, menos don Gregorio (que ahora era resguardado por una legión armada).
    Pasó mucho más tiempo, y don Gregorio ya no podía manejarse solo; tuvo que dejarse llevar al jardín todos los días por las personas que lo querían inmortal. Con la ayuda de hombres que se turnaban con celo sagrado, era transportado al jardín todas las tardes. Personas que morían y eran reemplazados por sus hijos, para ejercer la misma gran responsabilidad. No sé, ciento veinte, ciento treinta años, ¿quién podría saber cuántos años tenía el bueno de don Gregorio? La gente hacía cálculos, se preguntaban unos a otros:

—Pero, ¿cuánto tiempo ha vivido el hombre más longevo del mundo?
—Yo leí en un libro que en Rusia existió un hombre que vivió 132 años.
—Bueno, pero, ¿cuánto puede vivir un hombre? Alguna vez tiene que morir, carajo, porque nadie nunca ha escapado de la muerte.
—¿Y qué sabemos nosotros? ¿Quién sabe cuánto puede vivir un hombre? ¿Y si es cierta la historia de Matusalén? ¿Quién nos asegura que don Gregorio no vea morir a nuestro tataranieto?
    Los apostadores de la muerte se miraban con gestos preocupados.

    La última vez que visité el barrio (yo también soy un apostador del día siguiente, y ya he perdido mucho dinero), don Gregorio seguía saliendo al jardín todas las tardes; y yo, que era joven cuando empecé esta crónica, me estoy volviendo muy viejo, las canas poblaron mi cabeza hace tiempo, el achaque casi no me permite escribir; acostado desde hace semanas, no sé si mañana volveré a abrir los ojos para continuar esta historia (estoy pensando seriamente en nombrar un sucesor de este relato). Cada día me siento más débil, más enfermo, y don Gregorio sigue saliendo al jardín todos los días, sin ninguna gana de morirse todavía.

sábado, 13 de agosto de 2022

Senectud piadosa

Yo sé de la existencia de otras vidas
que pude haber otrora desandado,
con más fortuna y con menor enfado,
con más rosas al sol enardecidas.

También de incorrecciones cometidas:
pequeñas desviaciones del pasado
que, no obstante, llevaron lo forjado
a irradiaciones pobres y dolidas.

Mas hoy, luego de mucho recorrer,
y libre ya de al alma reprender,
solo busco salvarme del infierno.

De mi vida, en el terminante invierno,
prometo no enojar al que repuso
esta oración que mi intuir compuso.

viernes, 12 de agosto de 2022

¿Libre de ti?


Hoy vivo en la belleza,
como en las noches de apacibles brisas
y cielos estrellados;
y lo sensible de la sombra
converge ante mis ojos, pulida por la luz
que llega del recuerdo de tu amor.

Un día más sin ti:
el fulgor de mi arrebatado ímpetu,
con evidente merma
por el derrumbe de tu nombre,
aunque ondea en cada visión
de un rostro femenino,
en la placa de luz de los cuerpos desnudos,
en mis introspecciones cuando expresan
lo intrusa que hoy resulta tu morada,
reposa en su triunfal convalecencia.

Y sobre aquellos besos exaltados,
aquellas risas tuyas
que arrebataban mi aburrido ocio,
sobre aquella elocuencia del deseo,
hoy desando los días
libre de las cadenas de tu amor,
del suplicio de verme atado al loco sentimiento,
aunque siempre serpenteando con mi espíritu
ante la tentación de tu fatal lujuria.



jueves, 11 de agosto de 2022

Salmo del poeta abatido


Dálet
Abatida hasta el polvo está mi alma;
Vivifícame según tu palabra.
(Salmos 119:25 RVR60)

Abatida hasta el polvo está mi alma,
sembrando como Cristo la piedad,
serpentea en la infamia y compungida
pierde las huellas y el azul del mar.

Reconozco en mi espíritu turbado
una yerma llanura sin color,
donde a los astros llamo por sus nombres,
y al alba: soledad o maldición.

He agotado las lágrimas del sueño
en la porfía de la inconstante fe;
no logro concebir cómo he perdido
el hilo de aquel rumbo del placer.

De los versos, devuélveme la luz; 
no castigues, oh Dios, mi plenitud.

miércoles, 10 de agosto de 2022

Invierno del subtrópico



El moderado invierno del subtrópico
ha expulsado con esforzada ayuda del otoño
al verano agobiante
(estación rigurosa cuyo calor aplasta);
y en mi espíritu,
en el que el decaimiento imperaba,
como un vampiro al advertir la noche,
despierta lentamente
alegres fantasías
con su expresión de regodeo.

Se templan en mis ojos
los carmesíes del crepúsculo
encerrados en un inmenso mar
lujurioso y latente,
que me hace percibir contornos vagos pero bellos
en esas aguas donde la vida
secretamente se recrea.

Fortalecido, luego, exploro
las penínsulas de colores,
y mi mirada encuentra
un lugar ideal para mi sueño,
alegrando a las nubes sombreadas
donde brotan hermosos tulipanes negros.

Mientras mi energía se eleva
hacia comarcas insondables,
el fresco me acaricia en el jardín desierto,
donde los pájaros,
amigos leales del sol ardiente,
han partido por unos meses a su encuentro.

Y cerraré ese tiempo mis cristales,
necesitado de mi sangre íntima
(poderoso color), y del que intuye en acechanza
(como un vampiro al advertir la noche)
el cuello humano de la luna.



martes, 9 de agosto de 2022

Deus ex Machina



En el trono de la gloria dulce conquistada
sus incomprensibles cantos repiten los dioses.
Ambicionan entonar verdaderos himnos,
pero el aire se enrarece y opaca sus notas.

En los jardines amables del edén tedioso,
una y otra vez corean sus viejas canciones,
arremeten por los siglos sobre el blanco pentagrama,
en búsqueda de los códigos de una nueva melodía.

“Ay, desorientados dioses,
¿no sabéis que existe un truco, antiguo y corriente,
más allá de vuestro brío de composición,
rayos de voces y honduras y de hondos silencios?
La emulación de los cantos de ranas puede servir
como aquellas salvadoras escenas de caballería
en los filmes épicos de Hollywood.”

                                                               

sábado, 6 de agosto de 2022

Hiroshima y Nagasaki


                                                                       Homenaje a las casi 240.000 víctimas fatales de Hiroshima y
                                                                       Nagasaki, ciudades que sufrieron ataques nucleares los días 6
                                                                       y 9 de agosto, respectivamente, de 1945.


Porque ya no le queda fe,
porque su cuerpo humea,
una boca —rojos los dientes— indulta a los dioses
—una boca, todas las bocas, mi boca—
el infierno antes de tiempo,
el niño en sangre, extraviado entre escombros,
la madre sin cocina, sin tarea, sin despertador,
el padre buscando el suicidio,
la ciudad en llamas plegada sobre sí.

Un pájaro interroga al dios de los pájaros: por qué
el aire se inflama hasta el cielo, por qué
los nidos se achicharran, por qué
la hierba se calcina de súbito, por qué
el apareo ya no es posible
hasta los próximos cincuenta años. ¡Por qué!

Una niña, colegiala feliz,
no sabe nada y llora, desnuda llora, llora
el amor por su muñeca,
el corazón carbón de su muñeca,
y nada sabe y llora y sólo nada sabe
de esa lluvia fea, agua polvosa y gris, y llora
segundo a segundo a segundo
todo lo que fue su mundo.

En bosques bien cuidados
se cazan mariposas al otro lado de la tierra.
En campos de golf onerosos
se relajan los ideólogos de la victoria.
En alegres tertulias se deleitan los tímpanos,
en las casas tranquilas
envejecen las viudas de soldados.

Sigue el curso de la vida, sigue y sigue,
sigue la mágica restauración, ya sólo
quedan los cuerpos sin suplicio, sin rostros, sin nombres,
queda el alma en la calma del arma mortal,
sólo el consuelo de la eternidad.

Ay, esta culpa hereditaria, cómo duele.
Ay, los monstruos que somos, cómo duele.
Ay, nuestros espíritus horribles con traza
de crueldad recurrente, cómo duele.
Ay, las imágenes interminables
de la carne apretada en racimos bajo la muerte, cómo duele.

Hoy se oyen voces entonando
en los medios del orbe
venerables noticias de progreso y civilización.

. . . los seres humanos, los victoriosos sapiens, somos
los elegidos de Dios, los indomables del Diablo, somos
lo que más nos gusta hacer, el juego que más nos distrae, somos
matarnos todo el tiempo, crónicos jugadores, somos los inmortales hominoideos. Somos . . .

Profecía


Siempre tendremos los lugares cósmicos
para saciar la sed de sangre.

Planetas solitarios, asteroides remotos,
duros, inatmosféricos
—como el mezquino corazón humano—,
vertiginosos astros, fulgurantes
teatros en galaxias invisibles,
heroicos campos de batallas.
Motivos para las conflagraciones,
jamás en la existencia faltarán.

¡Ah, qué azul amplitud del universo
para naves de guerra tan escasas!
¡Qué surcos fértiles, qué historias fascinantes,
para los versos refulgentes
de épicos poetas!

En el planeta equis equis uno
de la galaxia zeta dos
se disputa una guerra encarnizada
por el dominio de fecundos territorios,
mientras resisten en la madre tierra
viejos llantos, penosas agonías
y tristes corazones,
sobre las muertas hierbas.

El guerrero de aquí
ya no será el hermano
del guerrero de allá,
porque miríadas de ideales estrellas
con luces esplendentes,
las huellas de viajeros sin retorno
que cruzaron la línea para siempre,
por siempre borrarán.

Y los hombres de aquí
y los hombres de allá,
cada cual con sus armas tecnológicas,
en orgías de sangre
sus bélicos instintos saciarán.

¡Ah, qué vasto es el mar
para tan pocas y frágiles piraguas!

¡Qué insignes guerras esperan todavía
al indestructible destino humano!


Creando dioses

No soy la rectitud del árbol milenario,
ni la industriosa abeja soy, ni el virus último,
mutante de otras formas de odiar el alma humana,
ni el protozoo soy, ninguna célula maligna.

La sangre del ancestro surca tenaz el río de la muerte,
sustenta la memoria colectiva,
perdura con razón salvaje en el hombre moderno,
con ímpetu galopa por los páramos
herida de inclemencias.

La voz atávica se enrosca en las entrañas,
deambula por la calles vacías de este siglo,
en silencio de miedos primitivos
y guturales ecos de la carne,
con los gritos de padres sementales
en grutas con olor en las axilas.

No soy la cara repleta de alegrías,
paseando sus duras cicatrices
de antiguo hombre infortunado,
dos mil años después que sangrara la herida.
No soy el cíclico concierto de reforma perpetua.

El cielo es el mismo, la aurora y el crepúsculo,
la bruma de las horas, el color de la espera,
del consuelo, del crédito futuro de la raza.
El sueño es el mismo
en las mil constelaciones de la noche,
en el amor salvaje y anhelada ternura,
en la siembra y colecta de los dioses,
en los ojos y pasmo,
frutos del anhelo de tiempos infinitos.

Sólo la aguja soy que pincha el globo del misterio,
buscando recoser su angustia en el otoño
y apaciguar a los heraldos de la muerte,
creando dioses (sobre todo, esto), creando dioses,
tantos como sea posible complacer,
y hora tras hora pretendiendo
detener con sus manos la hojarasca.


viernes, 5 de agosto de 2022

Eres el gran amor de mi vida


Tú eres el amor, el amor de mi vida,
aunque esta noche estás durmiendo;
tu rostro ladeado parece estar en contraluz:
esconde tus facciones marcadas de mentiras.

Estás soñando
empapada de mi sudor del día,
irritada, pues no acepté tu último berrinche;
estás boca abajo en la fuente del deseo (y yo, expectante).

He sacralizado los paseos en coche por el barrio
con tu cuello de cisne tras las ventanillas cerradas,
y tu porte de reina acrecentando mi gloria,
mi fama de macho con suerte.

El recuerdo del beso sale a soplar esta noche,
y se vuelve caricias ostensibles,
y yo me arrojo en el abismo de la pasión lejana,
donde jamás dejabas de consentir mis ímpetus.

Más allá de mi furia, eres el amor de mi vida:
mi hembra, mi codicia sexual.
Eres la que me abre los brazos (y las piernas) 
cuando me siento crónicamente tuyo.

jueves, 4 de agosto de 2022

El viaje




A través del cristal miro la hondura
donde el enigma vierte el infinito;
donde, cruzando órbitas del grito,
emana en el silencio la negrura.

Terráqueo, ante mí, persiste el muro
de la distancia atroz, el vil tormento
de verter el allende movimiento,
inescrutable ritmo, canto oscuro.

Venciendo angustias, sigo a las estrellas,
sin límite que pare ya mi viaje,
pleno de infinitud, pasión, coraje,

consumiendo mis días, cual centellas
en el espacio del camino eterno,
sin cielo ya, sin tierra, sin infierno.