viernes, 30 de septiembre de 2022

Es imposible amar la lluvia de este día

En el momento de mayor ceguera,
de suspendida ensoñación,
llegó la lluvia con pinceladas libres,
barnizando los árboles, las alas de los pájaros.

Su voz aturde —eterno duende—,
punza el aroma a mundo antiguo,
agobia la eufonía de entrañables anécdotas,
galopes de nostalgia que transitan
los prados infantiles.

Corpúsculos de acero caen
sobre el tendido césped del espíritu,
sobre la rosa cardinal del alma.

Ya no alcanza su hechizo
ante la vil tarea de espantarme
las moscas de la herida.

Eco hostil de la angustia,
néctar tardío,
lienzo inservible a la mirada lívida.

Ha llegado la lluvia con sus diosas alegres,
pero no logran arrancarme
de mi sed harapienta 
en este escaso fluir de mis nacientes.

domingo, 25 de septiembre de 2022

Tránsito



Como todos nosotros,
segundo por segundo,
ella también está cayendo
en el abismo irrevocable de su tiempo.

La gravidez del vientre
en el incómodo sofá,
la lánguida mirada
soñando su maternidad.

En el hijo que espera,
así mismo, el gusano de las horas
va irrumpiendo en el lodo 
de su engendrada finitud.


viernes, 23 de septiembre de 2022

Puta soledad

Si mucho padecí ante el vacío
de la noche la puta soledad,
y azorado escuché en la inmensidad
del alma su pavor, su acento frío;

si la mudez de la infinita nada
en el hondo desánimo detiene
su aroma sostenido, que contiene
sólo angustia y razón encadenada...,

me arrancaré la insoportable piel
para abrazar, sangriento y sentenciado,
al destino con carne ya desnuda,

para beber mi amarga y propia hiel,
y hundir todo mi sueño domeñado
en la indolencia de su alcoba muda.


jueves, 22 de septiembre de 2022

Tu ausencia cotidiana


En tu ausencia diaria, la casa es una triste pajarera,
donde los pájaros parecen dormitar,
con sus alegres melodías, bajo las alas.
La habitación ya no es tuya ni mía. Ya no es el nido.

Tu ausencia circunscribe mi costumbre
al duro combatirme en el lenguaje, donde
pone alambradas en mis campos isotópicos,
y mi boca se inunda de blasfemias contra el mutismo.

Cuando te vas, te llevas los cuadros, el azúcar del café,
un ojo de mi cara (el otro espera la hoguera del crepúsculo).
Cuando te vas, me dejas amputado en el desierto de la cama;
se secan mis raíces por ti regadas en la noche.

Cuando te vas, me dejas mucho menos
de la mitad de nuestra dicha. Y al decirme tu adiós cada mañana,
escucho hablar a las paredes: «en ti, contigo». Y una lluvia de sombra
empapa y oscurece mi voluntad arrinconada.

A tu vuelta repones cuerpo y alma, la persona quien soy,
la risa que llevaste, el hueco entre tus brazos, mi piel, mi rostro,
y puedo ser de nuevo en esta noche el pájaro dichoso
que esperará mañana en otra cotidiana soledad.


Trabajo sucio en el jardín



Existe en el jardín la labor pestilente:
la penosa tarea para ser delegada.
Si las flores son relegadas al olvido
solo reclamarán supervivencia.

El diestro jardinero precisa un asistente
que canjee su esfuerzo por remuneración,
indiferente a la belleza, y frío su coraje
ante los pétalos sedientos y la policromía.

Debe lidiar con las malezas grises,
fertilizar la tierra, transportar las macetas,
humedecer los pétalos, vigilar los trasplantes,
ejercer las tareas que abruman el espíritu.

Igual que las parásitas orquídeas
prendidas a los grandes árboles,
creará el jardinero la belleza
gracias a la vitalidad del tosco.

domingo, 18 de septiembre de 2022

Vigilia del instinto




Con el mudo lenguaje de los cuerpos
se hace dicha el encuentro frente a frente.

La fastuosidad del paisaje
desde el castillo en la cima del mundo.

El fuego del volcán en las laderas
y el miedo a destruir las fértiles comarcas.

El ardor que somete al crudo invierno
en la nocturna inmensidad.

La anhelada emoción en el recuerdo
para las subsiguientes primaveras.

Los instintos tocándose
en la infinita noche
como pétalos de una misma rosa
con el mudo lenguaje de los cuerpos.

Eterno ciclo



El viento hoy parece
temblar sobre las copas de los árboles,
mientras se dobla el denso follaje a su merced;
y las raíces bajo tierra
perciben la flexible oscilación
de los enhiestos troncos,
y se estremecen las flores a punto
de lanzarse al vacío y emigrar
con sus cofres sagrados.

Allá espera la tierra húmeda
con su pubis abierto a la fecundidad,
ansiosa de acoger el prodigio del código
que brindará a los vástagos
el milagro de la perpetuidad.

Allá espera la lluvia tranquila o tempestuosa
para avivar el fuego
de la pasión,
ahogándola.

viernes, 16 de septiembre de 2022

Tormenta

Cae con furia la tormenta
sobre las copas gemebundas
a lo ancho del viento,
como declaración de guerra a la quietud.

Un dios la instiga
desde la negra altura,
mientras los pájaros se encogen
asustados entre los árboles.

Fijamente, la luna me percibe
a través de las ráfagas,
mientras su antigua luz deshabitada
alarga el tiempo y el suplicio.

Nunca antes sentí tanta inclemencia
para escribir dos versos más.

jueves, 15 de septiembre de 2022

El hombre en la eternidad




No somos seres vivos
mansos, sedientos, acercándonos
a la única laguna africana de la feroz sequía.

No es que caminamos inexorablemente
a la noche sin luna.

Podríamos andar cantando por el mundo
siglos enteros, presenciando
cómo el hombre se eterniza fervoroso
con los juegos carnales.

Podríamos andar hipnotizados
de nuestra condición humana.

No es siquiera el tiempo. El dilema surgió
cuando nos volvimos rebaño de la eternidad.



miércoles, 14 de septiembre de 2022

Anécdota de una noche con mi hijo


Mi hijo está sentado en el jardín
y la noche está perfecta y estrellada.
Sin amor no tienen los hombres una buena casa,
con un jardín bien cuidado, donde los pájaros
emiten sus alegres cantos, de tal manera
que un pequeño paraíso los refugia.
 
Mi voz es una soga que lo tiene ligado por el cuello,
imposibilitándole zafarse, ¡y hoy es sábado:
el cielo de la rubia de la esquina lo espera!

Mi hijo calla: «cuando joven, tú también
tuviste mujeres que te esperaban».

Pero hoy le exigí que nos vayamos de juerga,
y caminamos por los suburbios de la ciudad lujuriosa,
bebiendo ríos de cerveza,
abrazados como dos alegres vagabundos.
Sin amor, la cerveza se amarga rápidamente,
y se hace imposible colocarle oropeles
a las palabras que fluyen en el diálogo.

Frente a un prostíbulo, le dije:
—si decides practicar sexo con rameras,
no te olvides que no valen nada sus sonrisas,
el recuerdo será siempre un cuadro volteado,
y llevarás cada vez soledad hasta la cama,
y tu deseo de amar se duplicará.

Las putas siempre se acuestan como cadáveres
en las largas trincheras de la noche,
en heroicas batallas por la vida.
Sin amor pueden pasar hasta cien soldados
sobre su físico cansado,
sin que por ello el ocio se vea amenazado (ni la sonrisa).

Lo llevé a un bar (no deseaba ya otra cosa
que no fuera mi amistosa compañía).
—Sólo deseo recordar —le dije—. Pues, te contaré
cómo fue mi inolvidable amor con tu madre
para que aparecieras como un pez cristalino
chapoteando en el agua de nuestros lagos días.
Y cómo empezó a llamarte mi voz de padre, ese hombre
que pocas veces fui y nunca me perdono.

Hoy una ancha sombra nos separa, hijo mío,
una sombra de adultos sin ganas de reír al mundo;
y tu hijo, mi nieto, quien sonríe a mi lado con su chocolate,
deseará también él ostentar un padre que le cuente
cómo el inolvidable amor se abre de repente.



jueves, 8 de septiembre de 2022

Tiempo y existencia


Siento miedo, casi pánico,
de enfrentar la baraúnda
desolada de mi cuarto,
del insomnio en soledad.

Miedo de mí mismo, miedo
de los íntimos demonios
que ríen como verdugos
de mis hondas ansiedades.

Estos versos oportunos,
congelados de temor,
son excusas: minuteros
de un reloj inexistente.

Troncos que flotan apenas
en las aguas de los siglos.
En estos versos amparo
verso tras verso mi vida.

Que pase, que pase el tiempo.
Que se deslice la noche.
Que amanezca el nuevo día
sin alborada, sin sol.

Que pase, que pase el tiempo,
mientras pueda eternamente
repetir y repetir:
"¡Que pase, que pase el tiempo!"



martes, 6 de septiembre de 2022

El demonio sacerdotal

Habita en ti un demonio originario, sacerdotal; 
se alimenta de axiomas, de certezas antiguas,
de verdades impuestas, de postulados obvios,
así como de oscuros mandamientos
que recibe de su naturaleza;
y emite bárbaros gruñidos
cuando deseas auscultar su gruta.

Duerme tranquilo en tu vigilia,
como si oyera cantos de sirenas
a orilla de los ríos apacibles de tu sangre,
como si la rutina lo calmara.

Pero en la noche, ebrio de ansiedad, despierta,
reconoce su angustia cuando baten las alas
de vampiro impasible de tu agnosticismo,
y con su enorme hambre de certezas
te muerde las entrañas,
te exige más zumos de la razón.

Habita en ti un demonio duro de vencer,
que no acepta galopes a pelo y sin brida,
que no puedes matar para expulsarlo.
Todas las noches sales
destruido por su ciega rebelión.
Vive en los laberintos,
en las mazmorras de tu gran memoria,
gozando de un zumbón libertinaje,
aboliendo intuiciones y metáforas.

En tanto te percibes enjaulado
en su excesiva lucidez,
él sólo quiere para sí la sangre
que va vertiendo tu batalla.

lunes, 5 de septiembre de 2022

Los valiosos años que me quedan

 



Ya no me asustan las miradas venenosas.
He dejado de huir de las calumnias,
de los cuerpos que buscan con su abrazo
contagiarme las ganas que tienen de morirse.
Aunque aún no logré aplacar mi terror a la muerte,
mi voluntad persiste heroicamente
encadenada en la galera de los días,
aferrada al remo con ambas manos,
venciendo con canciones quejumbrosas
el espantoso grito de la fatalidad.
En esta travesía de silencios
mi cuerpo se ha robustecido
y nunca caerá bajo el látigo del futuro.
Largos años de empeño en esta esclavitud
he soñado partiendo con Ulises
en búsqueda de tronos y tesoros,
y de la paz que haría iluminar
el sendero de mi destino, la batalla,
la gran batalla de los visionarios.
De ahí mi gratitud a los estoicos compañeros
que vienen sosteniendo los pesados días,
mirando siempre al frente, hacia el olor a selva,
hacia el bullicio de las aves, hacia el caudal inmaculado.
Mi inmensa gratitud a los que siguen sosteniendo la ilusión
de percutir la eternidad irrevocable.

Una manera triste de mirar atrás


Cuando pienso que tuve la razón
me quedo silencioso,
y no me veo bien frente al espejo,
y por dentro me siento desolado.

Te hablo a través de mi tristeza,
a través de los besos que dormitan
sobre tu nuca suave y temblorosa.
Te hablo desde el amor eterno,
como una ciudad inundada para siempre.

Lloro la perfección perdida de nuestro jardín,
donde de cincuenta especies de orquídeas
lográbamos matices de colores
que alegraban nuestros atardeceres.

Lloro esta manera de mirar hoy el mundo,
estas calles urbanas que perdieron
sus risas de recuerdos hondos,
entre paso y paso de soledad,
de inmensa nocturnidad que te arrulla.

En mi espíritu recrudecen
esas habitaciones plenas
donde me convencí, sin ninguna razón,
de nuestra fuerte intimidad
libre de alteraciones y fantasmas.



domingo, 4 de septiembre de 2022

Quevedo contra Góngora


Preciso es que Góngora y Argote
responda a mi soneto con altura;
pues si el reto lo vence con ventura
hará que la cantera no se agote.

Honro sus versos, oro son, lingote
que irradia como el sol en su alma oscura;
y en mí también, pues, mía es la pura
agua que riega del jardín el brote

que florece en mis versos populares,
reinando aquí en Madrid, como cantares
que la gente repite de memoria.

Preciso es que gane yo esta guerra,
para el delirio póstumo en la tierra, 
llevándome el laurel de la victoria.

sábado, 3 de septiembre de 2022

Me siento triste en este día

Me entristece
no cobrar mi verso acumulado:
cientos de duendes,
miles de nenúfares callados,
diez miles de brillantes mariposas,
millones de explosiones de alegría,
y una luz dispuesta y perfumada
tendida sobre sábanas del viento.

Aunque vengo de decirme que soy rico,
pues árboles inmensos crecen en mi patio,
pues tengo un palomar de consonantes,
pues no estaré sin agua en la sequía,
pues tengo asegurada la esperanza
y el amor a la vida, a su donaire;
pues tengo un zoológico de cantos
y las musas sonriendo en mis ideas.

La lucha de poderes, las pasiones,
el ajedrez del jubilado,
las rosas, ¡ay!, las rosas, ¿cómo olvidarlas?,
las de Quevedo y Góngora.
¡la luna!
la luna de Virgilio, de Dante y de Ariosto,
la luna de Julieta,
la luna de Armtrong que es la nuestra.

Infinitas son sus formas.
Infinitos sus ojos.
Infinitas sus bellezas.
Infinito es el llanto que me acosa.

Ciertamente, estoy triste, porque
veo a mi esfuerzo morir en soledad;
pero más triste sería morir en este día:
hace un tiempo ideal 
                                   para poetizar.

viernes, 2 de septiembre de 2022

Señales




Si la avidez por las figuras lujuriosas
deja de ser la clave
de la compañía que buscas,
si en el contacto y en el beso
descubres la sinceridad
de tu propia torpeza,
si sientes que en las flores
existe el enigma de la belleza,
si vuelves a entrever
el infinito de la infancia
con el asombro de las mágicas revelaciones,
si días y noches se vuelven
una perfecta ostentación de la existencia,
si recuperas tu interés en las canciones
que hablan de las humanas costumbres de la vida...,
sabrás entonces que has hallado
las señales concretas
de una bifurcación de tu destino.

jueves, 1 de septiembre de 2022

Rutina


Arrolla el cielo
con su color de plomo antiguo
las barreras del ánimo.
Los árboles entonan en las cuestas
reproches de humedad.

Rostros graves observan
—cómplices del hastío—,
el sofoco del día,
mientras el tren prosigue
su gusano marchar por la montaña.

Una llovizna cruda cae
en el destino cotidiano,
del mismo cielo
de mañana y ayer.

Asfixiante me aguarda la estación
de otro lunes cualquiera.