lunes, 27 de julio de 2020

Cuarentena


¿Qué haces con tu tiempo todo el tiempo?
¿Qué haces en la casa todo el tiempo,
con la guitarra, con el celular,
con los libros desempolvados,
frente al televisor,
acostado, parado, sentado tecleando,
yéndote al baño, a la cocina,
discutiendo por nimiedades,
sin pensar el pasado ni el futuro, inmune a la melancolía,
cruzando de este mundo a otro mundo,
del abismo a las nubes,
de la probidad a la infamia,
del entusiasmo a la carencia de propósitos?

¿Qué sufres en tus sueños? 
¿Qué le ha pasado a tu pasión?
¿Qué aventuras sonoras has enmudecido?
¿De dónde te ha llegado el afán del sabueso
para el rastreo de tu nombre,
para  asumir los rostros de tus máscaras?

Sé que te encuentras páramo abatido
descubriendo alegrías viejas debajo de tus expresiones,
alegrías ajenas a tu espejo,
dichas-ríos llevando lo que eras
y hoy ejercen pesada impavidez;
costumbre que calienta, mañana tras mañana,
la cocina a gas para el mate,
apaga el aire frío y el ventilador
y abre las ventanas para los rayos del sol sobre tu cama.

¡A girar por la casa. Vamos, vamos!,
a dar vueltas y vueltas por el patio,
a existir solo a cada tanto callado en las palabras,
siguiendo la intuición (filosa idea que corta el sí mismo),
entre trampas tendidas a lo ya asimilado,
extinguiendo esperanzas de encontrar
la paciencia infinita,
el danzante cuello del cisne,
ese cuerpo de sombra que asoma en la memoria
y que intencionalmente recuerda el fin de nuestra suerte.

Si fuera un hombre libre, les ahorraría la carga
de seguir monitoreando mi ostracismo;
y sin mucho pensarlo, sin cuestionar a qué juego jugamos,
ensalzaría a esos héroes que luchan en medio de cadáveres.

sábado, 25 de julio de 2020

Confrontación con el tiempo

En solitario
(como equivale hacerlo un hombre),
afronto la embestida de las horas,
el gusano que acecha
(quizá en el barro, de momento,
y no en la sangre, todavía)
como el buitre en el páramo.

Sufro la mala compañía del silencio,
la blanca oscuridad de cada aurora
en esta senda enmarañada,
en este caminar 
sobre la espalda desnuda del destino,
en este duro beso de la madrugada.

Apremiado por ver llegar
la tea de los juegos
que iniciará la justa olímpica,
acallo el ansia de correr la maratón
sabiendo que los dioses
untaron mi carril de aceite. 


miércoles, 22 de julio de 2020

El recolector de latas vacías de cerveza

Hoy tuve un encuentro con Juan, el recolector de latas
vacías de cerveza, en la villa miseria donde vive.
Fui invitado por él luego de mi insistente curiosidad
por conocerlo, estando una madrugada en el centro de la ciudad,
donde él se había arrastrado toda la noche recolectando
y yo me encontraba curioseando a pie con mi amada Marion.
Tomamos el mate de la misma bombilla (le gustó mi gesto:
el no sentir asco de sus dientes amarillos –le faltaban dos).
Él se mostró afable, con sueños de grandeza todavía
y la esperanza de saltar al polo opuesto de su realidad
y abandonar la soledad absoluta de los desheredados.
«No quiero ser rico, pero quiero vivir bien», filosofó.
Luego expuso que 75 latas vacías de cerveza pesan un kilo
y que su importe alcanza para una lata de sardina.
Su mujer lo abandonó porque en medio de tanta miseria
y vino barato era imposible mantener el fuego de la pasión.
De vez en cuando, ella venía a reclamar la manutención
para los dos hijos que trajeron al mundo. Vociferaba
cuando el pobre Juan no lograba juntar la mensualidad:
«Irás a la cárcel si vuelves a decirme que no tienes la cuota».
«Es así --le dije--: hoy en día los jueces protegen a los niños,
muy presionados por la sociedad. Temen aceptar coimas».

Aprendí a hablar su lengua, sus giros idiomáticos, sus ambiguas
expresiones, su necesidad de mancillar la opulencia, de odiar a los ricos.
Me enseñó la anarquía, la lucha contra los dueños del poder,
a saber llevar los andrajos y los panfletos izquierdistas
para extorsionar al gobierno y mamar a cada par de meses
de la teta del capitalismo salvaje (siempre reacio a la generosidad
social: «¡que trabajen, carajo, esta manga de haraganes!»).
Cuando me preguntó que hacía yo en la vida, concretamente,
y le respondí que era poeta, que escribía versos, que buscaba
la verdad y la belleza con el espíritu predispuesto a la emoción,
se le iluminó el rostro y la mirada. «¡Eres un poeta!», exclamó,
y empezó a reír con desembozo, con ganas, con ánimo renovado.
Estoy seguro de haber leído con nitidez el mensaje que trasmitía
aquella mirada ya acuosa por la revelación de compararme.
Trataba de esconder su alegría. No quería decírmelo, pero
su miraba lo decía: «Este pobre hombre, este muerto de hambre
es más digno de compasión que yo». Evidentemente, Juan
consideraba mi vida más miserable que la suya. Blandía su jactancia.

martes, 21 de julio de 2020

Recuerdo de un amor que fue muriendo

Del corazón profundo del pasado
exhuma, a veces, cierto edén de flores
la memoria, y se impregna de colores
en un difuso círculo cerrado.

Vivo el aroma y el aliento amado,
las pupilas de azules resplandores,
las caricias, los labios tentadores
en mi deseo trunco, derrotado.

Y en la metamorfosis de los años,
son sus brazos abiertos hoy, extraños
símbolos de mi dicha y mis enojos.

Sé que es muy tarde y sé que me arrepiento
de haber dilapidado aquel momento.
También, que me resigno a los despojos.



domingo, 19 de julio de 2020

Las ventanas cerradas

Cerrarás tus ventanas, tu congoja,
tu mente, bebedor del río seco,
estoico árbol de perdidas hojas
meciéndose en el mudo acatamiento.

Hastiado de la brisa del silencio,
espuma negra de insistentes olas,
áridas nubes, noche sin sosiego,
te pierdes en el sol de cada aurora.

El humo del tabaco en la mazmorra
busca su esfera, su profundo cielo,
en el constante silbo de sus orlas,
en la repetición del pensamiento.

Cerrarás tus ventanas hoy, recluso,
para dormir sin rejas y sin muros.

viernes, 17 de julio de 2020

Anónimo de la noche infinita

¿Qué soy aquí en este sombrío cuarto?:
¿una sombra que yace en el futuro
en un soneto lánguido e impuro
con el hastío inmóvil de un lagarto?

¿Por qué persiste el alma en su negrura
con miserable luz? ¿Por qué las rosas
ruegan eternidad sobre las losas
mientras resignan tinte y hermosura?

En estas horas de combate pierdo
la memoria y me pierdo sin espada
hacia la paz de alguna madrugada.

Y es tan duro el dolor que no recuerdo
si estoy herido y sangro con derroche,
si existe amanecer para esta noche.






miércoles, 15 de julio de 2020

Efímeras coronas

Tras acoso de meses en disputa,
sobre la tierra húmeda de horrores
y la sangre del bárbaro guerrero,
el soberbio señor feudal disfruta
entre los ebrios gritos vencedores
con dulce vino y carne de cordero.
En el trono del castillo, alborozado,
besa la gloria del reino conquistado.

La última batalla, encarnizada,
ciega en odio ancestral y en ciega ira,
fue grande en impiedad y desatino.
Hades, el dios de risa congelada,
espera con paciencia al que suspira
envuelto ya en los brazos del destino.
Los otros que escaparon de la muerte
esperan maniatados otra suerte.

Inmersos en orgiásticos festejos,
resuenan las canciones, los bullicios
y danzas de frenéticas mujeres.
Retirados, los niños y los viejos,
aplauden los desbordes y los vicios
mientras, Ares, impúdico requiere
las enemigas hembras y los siervos,
cadáveres al hambre de los cuervos.

Abatidos los cuerpos, y agotado
por la orgía y el sueño ya cumplido
mira el señor feudal en tanto dice:
«Tras lucha cruel hemos triunfado,
aunque pronto caerán en el olvido
renombre y gloria que mi Dios bendice.
¿En cuánto tiempo algún otro señor
vendrá a hurtarme el cetro triunfador?»


martes, 14 de julio de 2020

Calma peligrosa

En singladura, la pasión herida
se oscurece de inútiles tormentos,
en el confín doloroso del alma,
mientras se parte el cofre del recuerdo.

Avergonzado de perder la brújula
y la emoción, confundido el aliento,
soporto el duro cruce de los mares
con la esperanza de avistar tu puerto.

Y sufro el frío y callo tu abandono, 
la angustia de encontrarme mar adentro
en noche extrema de rugientes olas.

En soledad, donde afirmo mi apego
a la cadencia antigua de tu danza,
clamo tu amor en el sombrío piélago.



lunes, 13 de julio de 2020

Acaso la nada

Acaso en el inicio de tu meta
tus ímpetus le dieron al destino
un rumbo cierto, un lúcido camino
que conduce al laurel del buen poeta.

Acaso en la avidez de hallar el canto
que registra verdades de la vida
notaras que, además de la partida,
es la quimérica canción tu espanto.

Presumes en tu nítida conciencia
haber hecho lo digno, lo correcto,
y maldices la infamia del trayecto,
pues la gloria alejó de tu existencia.

Noche tras noche, sobre tu almohada,
esbozas la canción desesperada.

viernes, 10 de julio de 2020

Razonando sobre el instinto


Para encontrar la voz del mudo instinto
uno debe encontrarse al borde de la suerte
y usar potentes microscopios
de la imaginación,
liberar las compuertas del desorden mental,
de las palabras que hacen enrojecer los labios
y ejercen el dominio sobre el ansioso espíritu.

No dejar que la muerte, ni la vejez, ni el llanto,
ni el recuerdo nostálgico de un deslumbrante amor,
formen parte primera de la génesis.
No imaginar el mueble donde guardan
los rudimentos de la disciplina.
Nunca envalentonarse como héroes,
y nunca maltratar al propio ser.

Para encontrar la senda a la cascada
los pasos deben ser elevados, danzantes,
como en un éxodo hacia el aire húmedo de la belleza,
hacia el agua que caerá sobre la piel desnuda
y enfocará la brisa hacia el torso mojado,
alejado lo más que se pueda de la melancolía,
del pánico bastardo ante la luz real.

Y seguir las huellas de los sedientos.


miércoles, 8 de julio de 2020

Vacilación en el eje del silencio

Poeta: tarde o temprano, más allá de tu muerte física, 
serás silencio eterno.

No sé si deba mantener
en lo alto el puño de poetizar
ante el acoso paulatino del adiós
en su sentencia inapelable de callarme.

O si soltar los cancerberos
atados a los muros de mi espíritu,
a que me coman los nonatos poemas
en una forma noble de suicidio.

O si arrancarme los colgajos de la ruina
con los dientes de la palabra inútil,
y la boca esputando
los versos fáciles.

No sé si deba
seguir buscando las metáforas ocultas,
o de antemano hincarme ya
ante la indefectible victoria del olvido.


lunes, 6 de julio de 2020

Oración de Leónidas en las Termópilas

Oh, héroes gloriosos; oh, venerados muertos
de sangrientas hazañas en la historia,
que en columnas de pájaros triunfantes
apuntáis vuestras alas al sin final del mundo.

Semidioses homéricos,
bellas fieras de siglos ancestrales,
intrépidos guerreros solazándoos
en los jardines de la eternidad.

Apoderaos hoy de mi oprimido espíritu,
llenad de ira mis fervientes ojos,
y contagiadme vuestro mítico coraje
para rugir ante la espada del destino.


domingo, 5 de julio de 2020

Carcoma de la pasión de vivir

Ópalo girasol, entonces fuego.
La vida muda en flébil amarillo
aquel tono carmín, glamour y brillo,
playa y mar del amante veraniego.

Mustia la gema en cándido sosiego,
un día se desprende del anillo,
y como ágata que esconde al grillo
vive entre rosas de un jardín sin riego.

Si la pasión acabará vencida
con su áspera piel de cicatrices,
gris en la senectud, negra en la muerte,

¿con qué designio cúbrenos la vida
de tan torpes y pálidos matices
el ardiente vigor, el rojo fuerte?


sábado, 4 de julio de 2020

La lluvia infinita

La lluvia infinita    

Es imposible detener la lluvia de este día,

la ola de la tarde se ha batido contra las piedras,
los pájaros saludan con sus trinos de adiós entre las hojas,
sólo mi voz se hace ilusorio silencio, habita en el sigilo,
se resiste, se pierde, se desdobla en horizontes fósiles.

Estoy insatisfecho de mi valentía, 
me acosa el armisticio frágil
con los demonios insolentes, y no hallo
mi espada desasida en la refriega.

Esta es una confesión impropia: me culpo siempre
de la muerte de tantos dioses, como si de sus restos ascendiera
un bosque inasequible, y en honda contrición perseverase
esa maldita duda de haber burlado nuestros ritos. 

Que los dioses me absuelvan por quebrantar la intimidad del cielo,
sólo quise concluir mi historia
sin cargar los pesados cuerpos sin espíritus,
sólo quise dejar bajo las piedras mis dudas mitológicas
y remar hacia una isla sin nombre.

No se detiene.
Choca contra las piedras,
contra las luces de la luna.

jueves, 2 de julio de 2020

He decidido perderte


Desde un tiempo sonríes con los labios mordidos
y llegas a la casa con olor a futuro.
Al desvestirte olvidas
en el perchero tus anécdotas.

Quise, por un minuto, suicidar
la musa de mi espíritu,
reponer las baldosas
desprendidas de nuestro acceso,
y al irrumpir la noche
correr a la cerveza que enfriaste,
pretendiendo salvar
el adarme de amor obsesionado.

En el jardín tan sólo resta
mudar los crisantemos frente a la magnolia
y al lado de los lirios, pero perdió el cristal
de color mi retina, ahora
ve las flores en blanco y negro.

Abatido,
anoche decidí perderte.

Mis cosas
—los textos esparcidos, la guitarra, el ordenador—,
no las toques.

Probablemente, en el vestíbulo,
con muy pocas palabras me retengas.

miércoles, 1 de julio de 2020

Dormir bajo las alas muertas

Salí del cuarto sin hablarle,
ella se hallaba ya dormida.

Narraba la televisión
una historia de amor y de guerra de los mongoles.

Me detuve en el patio de una noche esteparia,
de soledad de libro abierto,
reclamando a los dioses del destino
una aldea más próxima a su anhelo.

Los días, las felices anécdotas
de la pasión remota, ¡ay!,
«las palabras no vuelan ya su risa,
no emprenden ya sus labios».

Cuando regresé al cuarto, ella seguía agua
en el curso del sueño,
ajena a los combates del mongol.

Mi desvelo se encuentra en lo perdido.
Una noche más me descamo en el epílogo
de una fatal historia de pasión.