viernes, 10 de julio de 2020

Razonando sobre el instinto


Para encontrar la voz del mudo instinto
uno debe encontrarse al borde de la suerte
y usar potentes microscopios
de la imaginación,
liberar las compuertas del desorden mental,
de las palabras que hacen enrojecer los labios
y ejercen el dominio sobre el ansioso espíritu.

No dejar que la muerte, ni la vejez, ni el llanto,
ni el recuerdo nostálgico de un deslumbrante amor,
formen parte primera de la génesis.
No imaginar el mueble donde guardan
los rudimentos de la disciplina.
Nunca envalentonarse como héroes,
y nunca maltratar al propio ser.

Para encontrar la senda a la cascada
los pasos deben ser elevados, danzantes,
como en un éxodo hacia el aire húmedo de la belleza,
hacia el agua que caerá sobre la piel desnuda
y enfocará la brisa hacia el torso mojado,
alejado lo más que se pueda de la melancolía,
del pánico bastardo ante la luz real.

Y seguir las huellas de los sedientos.