En singladura, la pasión
herida
se oscurece de inútiles
tormentos,
en el confín doloroso del
alma,
mientras se parte el cofre
del recuerdo.
Avergonzado de perder la
brújula
y la emoción, confundido
el aliento,
soporto el duro cruce de
los mares
con la esperanza de
avistar tu puerto.
Y sufro el frío y callo tu abandono,
la angustia de
encontrarme mar adentro
en noche extrema de
rugientes olas.
En soledad, donde afirmo
mi apego
a la cadencia antigua de
tu danza,
clamo tu amor en el sombrío piélago.