jueves, 16 de mayo de 2024

Reclamo a Dios

He cruzado los mares sumergido entre peces hambrientos
y monstruos percatados de mi miedo, mundos inverosímiles
donde cualquier humana manifestación
—cualquier deseo reprimido que intentaba liberarse—
era una cadena herrumbrada, paso a paso.

Me perseguían las manadas de cangrejos 
tenaces sus tenazas, codiciosos de mis errores,
los fetos del atávico recuerdo,
las serpientes eléctricas de las pasiones imposibles,
envalentonados por mi doliente al avanzar.

Con todos los altares en mi pecho
ofrecí en martirio mis días malgastados
y una oración de sangre con su raíz de cuna.
Muchas decisiones erróneas fueron ahogadas
en los oscuros fondos,
bellos pulpos rabiosos me escupieron,
la presión me apretaba el esternón y la locura;
y hoy, ya libre de síndromes fantasmas,
pero aliviado por mi sexto sentido
—porque de punta a punta he cruzado el mar,
porque salí del mar muy tarde—,
reclamo en soledad sobre la arena tibia:
—¿por qué, Dios, me has negado 
el mar abierto de Moisés
y la esperanza de una tierra prometida?

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