Abriendo la ventana me
amarillo,
a unos metros de donde grita
el muro.
Resoplo y me silencio los
tacones
que en la noche
estuvieron resonando.
Encierra las anónimas
miradas
los ojos disparados a los
cielos,
la muerta calma y las
ganas muertas,
el día que eterniza su
modorra.
Abriendo la ventana me
repito,
colgado del barrote todo
el día,
mirando en un rincón entre
las piedras
la roja inexistencia de
las flores.
Aunque abarcan mis muros desolados
los mismos cielo y sol
del hombre libre.