Ella
es, después de todo, deferente
con
aquellos a quienes ha escogido,
pues
ostenta impasible cortesía
en
su negro comercio, en su revelación determinante.
Va
arrimando la puerta de los días, ciertamente,
mas
abre, así también, un horizonte de tinieblas,
donde
nuestro terror puede entrever
inescrutables
gamas de celestiales fantasías.
Antes
del último suspiro nos amansa,
como
un verdugo bondadoso que reprueba el tormento
y
nos implora consentir su cometido.
En
lo más indulgente de su ejecución
nos
descubre, no un aire victorioso,
sino
el sereno rostro de la fatalidad.
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