He sufrido de ti, señor
de Aldana,
de tu gran árbol, otra
rama opuesta,
a pesar de su sombra sin
respuesta
por su fugacidad y meta
vana,
a pesar del hostil
conocimiento
que marchita la flor de
la existencia. . . :
la impotente penuria de
la ciencia
en la silla curul del
escarmiento.
Más allá de la búsqueda y
sus daños,
sostengo sin los místicos
engaños,
como virtud, la vanidad
humana,
cuando alimenta en mi
leal memoria
el rito que conduce a la
victoria
del hombre sano: su
soberbia sana.