se arroja sobre mi conciencia frágil
y me asedia en el lecho, después de medianoche,
empiezo a batallar
con mis demonios caras de ángeles.
(Esta visión destrozaría
el alma más robusta;
el de un sepulturero, por ejemplo).
Cuando la vida suelta sus amarras
y me muestra el mar invisible,
el mar del infinito que se mece,
sé que emprendo una torpe fuga:
la ingenua travesía hacia el naufragio.
sé que emprendo una torpe fuga:
la ingenua travesía hacia el naufragio.
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