sábado, 10 de octubre de 2020

La muerte en el caserón

En este retiro del viejo caserón,
entre cuatro paredes,
se va esfumando el mundo.
Desde que ella ha llegado.

Hoy es un domingo cualquiera.
La resolana del tórrido verano
embiste contra mí y contra mi perro
que dormita fiel a mi lado.

Se desvanecen las estancias
como detrás de mis recuerdos;
y en los altos rincones bajo techo,
al modo de otro paraíso oscuro,
—reino de las arañas—,
persiste ante mis ojos vacilantes
el infinito constelado.

¡Uy!, la luna matinal
emana fuera de su órbita;
parece que la vida
pende de la razón gravitatoria y última.

¿Soy acaso un guerrero moribundo?
Desde varias semanas ya
oigo su voz recalcitrante:
«admito la demora,
pero no cambio ya de parecer».

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