Creo amarte bastante todavía,
aunque no puedo comprobarlo
en esta noche de indecisa luna,
hora larga que trae fatiga de los duendes,
punzantes colmillos de soledad,
una escena que crece con nostalgia,
y un corazón que ya no se estremece.
Veo que nuestra casa es un lugar
de conflictos, de incurias, todo el tiempo,
un dorado peldaño hacia el dolor
de los enamorados que no pierden la fe,
los que adoran a Dios en vano.
Creo que nuestra casa es un altar
donde luce la eucaristía de la sátira.
Un lugar donde ya no encuentro mi lugar.
Me hallo a gran distancia del puerto de partida,
y te sigo sonriendo como un tonto soldado
yéndose a morir en la guerra. Nada dices
de esas mañanas bellas
que tu pasión embalsamaba;
y nada repercute ya en mi canto:
ni siquiera los viejos pergaminos,
la pirámide fría en la intemperie,
los pájaros que enfilan
huyendo de este frío de mi alma.
Me hallo a mil años luz
de un beso tuyo como antes.
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