Diosa de la alegría y de la tranquilidad del alma.
Te pido –cuanto amo la poesía–
me liberes del déspota implacable:
el Hastío –monstruo insobornable–,
y emerja siempre mi canción del día.
Proseguir con titánica porfía
en la senda difícil e insondable
de los versos, buscando –infatigable–
aquel azul que siempre se extravía.
Te imploro, para el lapso del futuro,
mitigues el destierro, el viaje duro
del alma, mi congoja de poeta.
Me prometas la miel de los laureles
–la inextinguible luz–, y me reveles
el atajo secreto de la meta.
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