Bebiste de la vida
sus líquidos amargos,
y dioses confundidos
despreciaron tus
besos.
Fiel mensajero de añoranzas,
buscando la belleza
en los tugurios,
en las antiguas
grecias
y en el amor
prohibido.
Ante el pórtico del
parnaso
no bajaban el puente
levadizo
sobre el canal de
hambrientas alimañas.
Fuegos de aceite recibías
desde las altas
torres.
Brujas con lenguas
afiladas
reían e intrigaban
entre dientes
sobre tu frágil apariencia.
Llovías abandono
en las tabernas;
y el mundo celebraba,
como paloma de
trágica caída,
que triste soledad te
amaneciera.
Hoy vuelas por los
aires de los siglos
con tu corazón griego,
fuerte y libre,
de taberna en taberna celestiales,
dichoso, como una muchacha
bailando un vals.
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