sobre el aire caliente de la noche,
y lagrimean infinitos cantos
bajo las estrellas de aquellas madrugadas.
Siempre seremos jóvenes gracias a los recuerdos,
jóvenes pintarrajeados de rostros con arrugas,
de miradas perdidas en cuerpos femeninos,
de piernas pálidas.
Esto siempre será de esta manera,
pues no se cansan de enunciar los días
su proclama ardorosa con la eternidad,
su proclama de prescindencia
de tu debilitado músculo.
Hienas, buitres, caimanes, carniceros
rabiosos e insolentes,
encandilados por la carne,
arquetipos del diablo siempre visto,
bestias que razonan con diapasón,
todos se acercan a besar tu paso, tu despaso,
para acechar tu arrastre por la postrera sombra,
bajo los árboles de la resignación.
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