Algo inmemorial sé de ti
porque de tus cenizas soy un fénix, y hechos están mis huesos
de tu asombro,
de tu angustia,
de la risa y el llanto que inventaste,
de los conjuros de tus dioses
que siempre te han horrorizado.
Has creado la incógnita
de la vida en la tierra,
la divina estructura de los cielos,
la alegoría de los astros
con sus signos de vida y muerte y vida.
Has creado el pavor a los relámpagos.
En qué escondrijo de mi espíritu
no descansa tu amor por mí,
con su abrazo interminable en el tiempo,
con su misterio de alfas y omegas,
con su anhelo incesante de existir.
Buscándote
me busco en las cavernas
más allá de la piedra, el fuego, el frío,
más allá de neandertales y cromañones,
sonámbulo de las planicies,
impune violador de los vírgenes bosques,
señor de los crepúsculos intensos,
esclavo de los cataclismos,
triturador de carne cruda,
semental incansable. . .
Buscándote
me busco en la intemperie,
en la larga penuria en las escarchas.
Tras el cristal de mi memoria hermética
un cazador tozudo acecha
con su anhelo incesante de existirme.
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