viernes, 8 de octubre de 2021

Yo también he retorcido el cuello del cisne

Detrás de mí, los cisnes, cuyos cuellos he retorcido,
sobre las aceras abandonadas
que guardan intactos mis primeros devaneos,
cantan hoy con cierta desenvoltura:
sonetos de todo tipo: académicos, blancos, polimétricos;
silvas, pareados, versos libres sin límites de tonos,
versículos, y poemas multimétricos (como el aquí expuesto).

Me acompaña el joven vecino que sitúa su existencia
en el fondo del vaso de vino o de cerveza o de lo que sea,
un hombre libre de la vejez, de la decadencia del espíritu,
una voluntad desarreglada que nutre mis palomas
para darle una cierta susurrante emoción a mis oídos.
Siempre repite: «qué pasa que los tímidos no escriben,
no pintan sus psiquismos, no sacan el sarro de sus talentos,
y no buscan calafatear las grietas de sus barcas voladoras».
Me parece que tiene razón y que debo enmendar mi sueño;
¡sí, lo voy a hacer!, anoto, mientras apaleo el teclado rebelde
con las repeticiones de grillo dentro de mi caótico cerebro.

Cuando terminamos de batirnos
y se fue para siempre hasta sus cosas,
me tendí a componer cada noche. Y sentí el arrullo de los cisnes
que levantaban jugando sus cuellos retorcidos,
y supe cuánto triunfo valió haber echado algo de lucha
sobre la negligencia y el desorden y la inelegancia.




No hay comentarios:

Publicar un comentario