Van pasando los años; y
la vida
como abanico se abre a
la conciencia,
donde exhibe con cruda
transparencia
en la memoria los
traspiés que anida.
Miramos resignados
nuestros hechos
de aquel ayer de rumbo
displicente,
y estamos hoy,
infortunadamente,
de cosechar fracasos
satisfechos.
Nos preguntamos: ¿quién,
en el concierto
de los seres que hostigan
el destino,
es el
que siempre trunca la victoria?
¿Y cómo hallar en el
hostil desierto,
la blanca luz que evite el
gris camino
del tedio existencial, la fiel escoria?