Al ojo de la sima, el
árbol de las rémoras,
invencible en la ráfaga
gloriosa de la altura,
mantiene en la contienda su raíz en la cima
y el efluvio de sombras al fondo del abismo.
En el profundo lecho agonizo, atrapado
mantiene en la contienda su raíz en la cima
y el efluvio de sombras al fondo del abismo.
En el profundo lecho agonizo, atrapado
bajo tupida fronda,
vedado de las nubes.
Con briosa rebeldía
quisiera sustraerme
la eterna oscuridad que
mi rostro disfraza.
Por años he intentado
escalar estos muros
para huir de la sombra,
por años los follajes
me rehúsan el sol, no
logro someter
la infame exuberancia con
humanos arrojos.
Y la vida no alcanza para
esperar del tiempo
su sed en la sequía, su
tardo sucumbir.