Tejer en el sopor, en la
maraña
lánguidamente gris del
sentimiento,
un chal de pequeñez y
abatimiento,
un tejido de oscura
telaraña.
Menospreciar la venerable
hazaña
de ver sufrir rebelde el pensamiento,
como olvidado místico
harapiento
en la choza perdida y
ermitaña.
Aunque, debilitado y
anhelante
en las garras del tedio,
jadeante
el vuelo, frío el aire y
triste el canto,
nunca olvidar que, aunque
corriese umbría
la existencia, ella es
única porfía,
y es humano verter por
ella el llanto.