sábado, 2 de mayo de 2020

Domingo contigo

Recuerda mi memoria transeúnte
un perro olisqueando mi silencio interior,
una calle rendida bajo la sombra de los pálpitos, 
una playa sin mar.

Nada me incumbieron las puertas, los destinos,
hojear los periódicos, la llovizna cansada
y el olor del ozono.

Observábamos las paredes
del pequeño mundo que urdimos.
Nadie escribió ningún graffiti.

En el crepúsculo
habíamos depuesto a las palomas,
y la luz se perdía vaporosa tras las persianas
hiriendo los clamores de la piel.

Quizá la primavera había llegado 
cuando murió la tarde,
o pasaron las lluvias y el otoño,
o todos los puñales se volvieron rosas,
o nos hicimos cómplices de Dios en las estrellas.

Y no sé en qué momento nos dormimos
mientras el mundo seguía con sus nimiedades.