Si bastara la piel con
sus derroches
para el amor que nunca
muere,
el soplo de los dioses
viriles,
el sí de Eros y Afrodita,
las sábanas al suelo,
abrazos viscerales
y una estela de músculos heroicos
en la noche.
Si alcanzara la mutua
afinidad
por la sangre, las rosas
de la sangre,
por las penumbras
sudorosas;
y fuesen las serenas
lluvias de las risas
la esperanza del cántaro
para embeber tus labios --¡todo
tu cuerpo!--,
con el tibio desnudo del
amor.
Si tan sólo el deseo nos
bastara
sucumbiría esta tristeza
impura
—grieta del dique de mi
alma—;
y cada instante de desvelo
sería esclusa abierta a
tu corriente
para anegar mi hastío
hasta ahogarlo.
No sentiría la crueldad
de la materia,
su límite de carne.