miércoles, 20 de mayo de 2020

Mi gato nocturno

Los sigilosos gatos cometen la osadía de tajar la noche; y ésta, como una catapulta, arroja su vacío mancillado sobre nuestro desorbitado insomnio. Como lascivos duendes, emprenden el trajín hasta el brocal del alba, y sus desmelenadas testas se tuercen en atroces llamados a la luna, rozando los tejados, las cornisas, en saltos de acrobacia pasional, mientras siguen las horas clavando en la memoria las garras incitantes.

Se inventa, entonces, mi fiel gato, su fogosa gata, y sale a retener el aire enrarecido de la medianoche. Su peso de conciencia cargada ya de ardores lo estimula y lo lleva a buscar ese apareo heroico y suplicante, aquella agitación de la torpeza, la mirada amarilla del deseo, la angustia de la carne lacerada, el placer de sentir la vida como una herida abierta, como una causa que bien vale el grito eternizado del instinto.

Cuando amanece es un gato exánime, adormilado e indolente que sólo ansía prolongar el sueño, el roce de la sábana y el cálido contacto de mis pies, ronroneando con dulzura como si nada hubiese acontecido.