Me
has dicho: «separémonos, entonces,
ya
que no puedes conformarte
con
la mujer que soy gracias a ti».
Entiendo,
quieres descargar tus pájaros rebeldes
en
mi agradable pajarera,
donde
no se admiten chillidos desquiciados.
Deseas
una vida que en el fondo no quieres,
un
concierto de Bach donde esperabas
las
dulces melodías de Chopín.
El
cielo se cubre de nubes negras
a
pesar de los cimientos eróticos
que
día a día nos sostiene.
¿Por
qué niegas tu juramento
de
acostarte conmigo cuando yo quisiera?
¿Por
qué no es verdad
tu
promesa de nunca confrontarme en la cama?
Apenas
un aullido de defensa
te
ha marcado con fuego
y
dices que no me perdonarás la borrachera.
¿De
qué sirve todo lo que te amé?
Dime:
¿por qué yo antes
era
un hombre feliz entre tus brazos?
Argumenta,
expón tus razones,
busca
excusas en los apasionados
manoseos
con los que te cubrí,
en
esa forma dislocada de hacerte el amor.
Acúsame
de haberme desatado
sobre
tu bajo vientre. Cúlpame
por
haberme caído en la pasión extrema.
Me
has dicho: «separémonos, entonces».
Yo
te digo: ¿por qué mejor no te desnudas?