A veces advertimos que las fuertes ventiscas
nos llevan a perder el rumbo de la migración
para arrastrarnos a regiones rudas,
haciéndonos perder
unos meses de gloria en los nutridos pantanales.
Entonces nuestro plan de vida se disloca
bajo ese peso de extraviado presente,
y dejan de existir los sueños de la estación benigna.
Nos abruman los ciclos caóticos de lluvia y tempestad,
y todo el tiempo nos acosan los negros nubarrones,
desesperadamente lejos de las brisas suaves y del sol.
Tus alas, a la fuerza replegadas,
intentan no perder la certitud
de una pronta reparación del clima,
y tu memoria no deja de oír el áspero crujido
de los sustanciosos insectos masticados.