¿Dónde y cuándo la
diestra yacerá su meneo;
y en qué funda de olvido,
sus falanges menguadas?
¿Recordará su tacto la
seda de mi herida,
el cincel frío
con que forjó mi imagen,
o los gusanos de
cadáveres sin nombre
carcomerán sus uñas?
Cómplice del deleite de
mi boca
hoy aún la conservo,
carnal y sicalíptica,
hurtándole su hastío a la
guitarra,
al ajedrez, al póker y al
jardín.
—Cleptómana del verso,
hostigas las aldabas de
la noche
para calmar tu artritis
con un tropo siquiera.