Cautivo de la llama verde
de tus ojos,
mis manos te traían
tristes joyas de valor,
mientras tú te sentabas
en tu trono para verme flotar
como una idea vieja, como
el humo de tu boca,
y casi me volví aburrido
de esperar tu amor
con una audacia menos
cada noche.
Y sólo tardé una sonrisa
en caer de mi melancolía
al ensueño fatal de tu
capricho.
Cuando tu cuerpo tuve mi
voluntad deshizo,
y tú solo reías como el
viento del trópico,
como una diosa que hace
llover lujuria sobre su reino,
una amapola abierta a los
insectos.
Tres años de condena
y sigo en libertad
condicional.