El color de la noche,
¡qué profundo!
No obstante, la
indolencia lo adivina;
en desolado ámbito
imagina
esas brumas tiñendo el
fin del mundo.
Estremecida noche.
Condenada
al frío otoño la sufrida
hoja.
Y la llovizna indiferente
moja
el otro espacio: el alma
desolada.
Duro metal, cuchillo del
destierro
clavándole al espíritu su
hierro
para dejarlo en la
sangrante espera.
Color tristeza, negro
edén sin aves,
olvidados océanos sin
naves,
cómplice de mi agobio en
esta esfera.