Dejar que el éxtasis
germine
en el hastío de mi
espíritu
el tiempo necesario que
precisa,
hasta que el verso brote
en el árido surco de la
vieja gramática.
Verlo robustecerse
libremente y nutrirse
al sólo riego de mis
sanguíneas palpitaciones.
Escrutarlo con gran
expectación,
como si fuese el árbol de
mi vida,
como si de sus frutos
pendiera mi sustento.
Persistir en burlar su
imperfección
cortándole los débiles
ramajes,
los esquejes malignos.
Protegerlo de los
peligros de las adyacencias,
y bajo su frondosidad
ahíta conquistada…
solazarme.