Hoy percibí al destino olvidado de mí.
Por más que hasta la aurora le reclamo en mi cama
me niega de la gloria el dulce frenesí,
y en mis húmedos leños no me enciende la llama.
Casi sin esperanza, febril día tras día,
calladamente acepto en la agobiada noche
su corazón helado, su muda lejanía,
y con su cruel condena me llena de reproche.
De a poco está matando mi ambición de avanzar;
cada vez es más brusco el gris amanecer
donde espero impaciente al dios de la emoción.
Mas solo hallo el tedio y ganas de matar
al hombre que no avanza, que no puede vencer,
que rehúye la cama empleando un bastón.