Exhumo los aljibes y palmeras,
muros y verjas de
forjados hierros,
almacenes en lánguidas
aceras,
arrabal de cuchillos y de
perros.
En el albur, en el confín
exacto
del silencio, iluminan
primordiales
las palabras del genio
autodidacto
la oscuridad de alturas
abismales.
Discurre con la fiel
melancolía
—paciente tigre de la
azul sabana—
laberintos de cábalas y
espejos.
Anhelo que recubra esta elegía
en el tablero azul,
frente al mañana,
de su ajedrez las sombras
y reflejos.