domingo, 7 de julio de 2019

Quince años

Invisible al espíritu, 
lejos del aire mustio del otoño,
la muerte está perdida, sin alarde,
huyendo hacia los mundos marginales,
aturdida y vencida
por la fuerza arrogante,
por la mirada que irrumpe en la belleza,
por el gallardo cuerpo, entonces derrotada.

Temprano es el destino de su risa,
gozoso en el recreo de la tarde,
soñando el horizonte de un mar emocionante
henchido de aventuras por vivir
que el mundo en él despierta.

Respira el aire del que nunca duda
en entregarse al ocio y a cantar
por los vastos ramales de las calles,
sin nada que atender en el resto del día,
librado de infortunios,
impune a los errores impulsivos,
al ocio irresponsable
y a las malas palabras.

En las inmensas noches sumergido,
—reino con claves íntimas—,
de insensatez cubierto ante el amor
(¡aclamado por todos sus vasallos!),
despierta en las mañanas distraído,
arrastrando tras sí su interminable juventud.

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