Has arribado de comarcas
insondables
donde en tu bolso
recogías los guijarros
que no se convirtieron
nunca en fe correcta.
Anécdotas, historias,
desenlaces,
subidos en contenedores
de derrotas
hasta el vertedero de
pájaros sombríos.
Con nuevas tentativas de
alcanzar
supremacía sobre la
manada de recuerdos,
visita tu refugio
inmaculado el frío infante,
y te sientas a meditar
mientras respiras
sobre una taza de café
humeante,
cubierta tu cabeza con
toalla de baño.
Casi corres la maratón de
la memoria.
En las alcobas de las
hembras impúberes,
con sus cuerpos rozagantes
y pubis afeitados
que destruyen amores
sospechosos,
consigues el perdón con
los efluvios de conciencia
—vuelto tu sueño una
verdad clarividente—,
y tu virilidad
fogosamente renacida
ante la idea de engendrar
un hijo.