Cuando
el paso del tiempo nos recluya
en las
celdas seniles de la melancolía,
¿qué
harán tus manos desprendidas de mi mano?;
¿tus
labios resecándose en nuestro cuarto mudo?;
¿tu
mirada, un cuchillo en mi carne rendida?
Me
pregunto estas cosas, compañera,
cuando
observo agitarse tu bella madurez
en
cada aurora de la intimidad,
cuando
frente al espejo cada día, inexorablemente,
marchas
hacia el cilicio de la decrepitud.
Supongo
que seremos racimos de memorias,
montón
de anécdotas triviales que nadie escuchará,
cuerpos
fríos negando la mutua humillación
ante
el deseo que despierta a veces
grotescamente
ansioso y malogrado.
Es mi
deseo que nuestras almas rotas,
fundidas
en la amena compañía del mutismo,
no
pierdan el rescoldo de la vieja pasión;
y,
después de ardorosa lucha, derramen esperanza
y
empeño en el reposo de nuestro amor inacabado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario